Miqueas 5, 1-4 o Romanos 8, 28-30Salmo 12, 6
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados.Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel», que traducido significa: ‘Dios con nosotros’.
Celebrar el nacimiento de alguien es celebrar también su historia familiar, recordar las raíces de las cuales ha surgido, hacer memoria del querer de mucha gente que ha optado y defendido la vida. La vida de cada uno no es un meteorito caído del cielo en un momento y lugar determinado. Es el fruto de decisiones encadenadas de muchos que la han querido y la cuidaron. Con María damos gracias por sus padres, sus abuelos y demás antepasados.Además, recordando el nacimiento de María recordamos la historia de un pueblo concreto, el judío, de hace 2000 años atrás. Allí, en ese ambiente, en ese entorno, Dios quiso encarnarse, aceptando todo lo humano, con las características propias de ese pueblo y de ese momento histórico. María vivió como las demás mujeres palestina del momento, con sus costumbres, sus creencias e ideales, sus trabajos y dolores.Podemos decir lo mismo de Juan María de la Mennais. Nació y vivió en un lugar y un tiempo determinados, en un pueblo con su historia y sus costumbres, con sus posibilidades y dificultades. Por eso es bueno conocer el momento histórico que le tocó vivir, los eventos, las ideas que circulaban, las luchas, los ideales, etc. Podemos tener la tentación de querer hacer a un Juan María del siglo XXI y buscar en sus escritos la confirmación de nuestra propia forma de pensar. Fue un hombre de su tiempo y así lo debemos entender y querer.Lo que admiramos en ellos es el querer de Dios sobre sus vidas y las decisiones e ideales profundos que hicieron posible que se desencadenara una acción divina en sus ambientes. María, sencilla, pobre, casi niña aún, supo decir sí y Dios a partir de allí construyó la salvación del mundo. El gran milagro no lo hizo ella, sino Dios a partir de su disponibilidad. Fue el granito de trigo que aceptó ser enterrado, confiándose a la voluntad de quien se lo pidió.En Juan María vemos lo mismo: Una moción del Espíritu a la cual respondió con generosidad, poniéndose en las manos de quien le mostró un camino a seguir. ¿Por qué un sacerdote con esa inteligencia se tenía que encargar de los niños de la calle, pudiendo elegir otros caminos más ‘gloriosos’? Esa es la gran ‘sabiduría’, que el mundo no entiende: Ponerse en manos de Dios, aunque parezca perderse, desperdiciar posibilidades, para ser semilla que da vida a un gran árbol, es la mayor opción de vida. Es que la vida se plenifica cuando se dona, no cuando se la guarda egocéntricamente.Nosotros también podemos ser semillas que den muchos frutos. Si nos quedamos en la vitrina para que nos admiren y alaben, nuestra vida se apagará en la vitrina. Pero si aceptamos ser enterrados en pro de una misión en bien de otros, entonces surgirán los frutos abundantes. Sólo es cuestión de ponernos en manos de Dios y aceptar que él dirija nuestra nave.
Somos mensajeros de esperanza en las misiones
Aprovecho esta ocasión para pedir a los miembros de los grupos, que van a tener la dicha de comulgar el 8 de septiembre, en el que se celebra la fiesta de la natividad de la Santísima Virgen, que la hagan a mi intención. Es el día de mi nacimiento y de mi bautismo, no me nieguen, queridos niños, esta muestra de interés y de afecto. Yo hago lo que puedo para ayudarlos a ser santos, lo que siento es no poder hacer más. Ayúdenme a santificarme. (A los niños)