Ezequiel 33, 7-9Salmo 94, 1-2.6-9Romanos 13, 8-10
Jesús dijo a sus discípulos:Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos.Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o republicano.Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.También les aseguro que, si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá.Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos.
En el capítulo 18 comienza una serie de discursos sobre la comunidad. Es la primera vez que se emplea el término ‘hermano’ para designar a los miembros de la comunidad. Es importante notar que este texto está a continuación de la parábola de la oveja perdida. Ésta termina con la frase: ‘Así el Padre no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños’.El tema de hoy no es el perdón. Los textos lo dan por supuesto, y van mucho más allá al tratar de ganar al hermano para el Señor. No es una comunidad de perfectos, sino una comunidad de hermanosque reconocen sus limitaciones y necesitan el apoyo de los demás para superar sus fallos. Los conflictos pueden surgir en cualquier momento, pero lo importante es estar preparados para superarlos.Para las primeras comunidades, el ‘si tu hermano peca’ se entendía como una ofensa a la comunidad llevada a cabo por uno de sus miembros en perjuicio de otro u otros miembros de la comunidad y no como una falta abstracta, sin referencia ni a un individuo ni a la comunidad. La respuesta de la comunidad no juzgaría la situación personal del que ha fallado, sino su relación con la comunidad, que tiene que velar por el bien de todos sus miembros.En la primera lectura de Ezequiel se nos decía que Dios nos pedirá cuentas del hermano, cuando tuvimos la posibilidad de advertirlo en su error y por la razón que fuere no lo hemos realizado. Somos responsable de la sangre de nuestros hermanos, si callamos cuando en realidad debíamos hablar. El otro existe para mí. No basta con dejar que los demás sean ellos mismos, hay que comprometerse en ayudar a todos a ser más humanos. No caigamos en la indiferencia. No hagamos la de Caín: ‘¿acaso soy responsable de la sangre de mi hermano?’Toda comunidad que se dice cristiana tiene un deber de cuidado para con el hermano y en especial cuando este se encuentra en el error. Para esto el evangelio nos señala pasos a dar y cada uno de estos va incluyendo a más hermanos en la ronda del diálogo fraterno, no para exponerlo sino para ganarlo para el Señor. Después del último paso, si desoye a la comunidad, dice el texto: ‘que sea para ti como un pagano o publicano’. Ahora bien, ¿cómo trató Jesús a los publicanos y pecadores? Advirtamos que siempre se trata de escuchar o no escuchar (al hermano, a los hermanos y a la comunidad). La escucha tiene que ver con la obediencia. El que escucha obedece. Obediencia, según su raíz, significa ob-audire. Hacer lo que oigo.Esto nos trae a la memoria la expresión del éxodo de parte de Dios al pueblo: ‘Shema –escucha- Israel’ que son las palabras con la que inicia el texto del decálogo. Escuchar, es el primer gran mandamiento para todo cristiano. Qué gran desafío nos plantea la palabra hoy. Por un lado, no callar cuando tengo que hablar para advertir a un hermano de su error y por otro lado escuchar a los hermanos cuando me advierten de algún error o pecado.Hablar, porque se me pedirá cuenta si silencié mi voz cuando no debía hacerlo y escuchar bien para obedecer con prontitud, cuando me adviertan del error.Los menesianos, como educadores que somos, tenemos un vasto campo de trabajo en relación a estas dos actitudes (advertir/escuchar), para con nosotros y para con los que nos son confiados, para con nosotros y nuestros colegas, para con nosotros y nuestros hermanos que ocupan roles de conducción, para con nosotros y nuestras familias, para con nosotros y…Juan María de la Mennais tiene al respecto una palabra lapidaria para quien no cumplió con el deber de cuidado: “¿Dónde estarán nuestras excusas si vemos caer en el infierno una sola alma que podríamos haber liberado con nuestros cuidados caritativos y con el esfuerzo de nuestro celo? ¿Qué responderemos cuando estas desgraciadas almas nos digan: Dios te había encargado instruirme y me has dejado en la ignorancia; te había encargado socorrerme en mi miseria y has sido sordo a mis gritos? Viles motivos de interés, de placer, de orgullo o de ambición te han alejado de mí cuando yo imploraba tu socorro y tu piedad; debías alimentarme, no lo has hecho; me has matado”.Hace dos domingos, el mismo Jesús, según Mateo, decía a Pedro: Todo lo que ates en la tierra… todo lo que desates… Hoy lo dice de la comunidad cristiana (podríamos decir que de alguna manera ‘todos somos Pedro’).Todos podemos y debemos atar y desatar. Hay lazos que tenemos que atar, para no perder a los hermanos. Pero también hay lazos que debemos desatar para no ahogar a los hermanos, en especial, a los más pequeños. ¿Qué tengo que atar, unir a la comunidad? ¿Qué tengo que desatar, soltar, dejar ir?Y el evangelio termina diciendo que ‘donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos’ y lo que pidan lo conseguirán de parte del Padre. El encontrarnos en nombre de Jesús, hace patente su presencia entre nosotros y donde Jesús está lo que prima son los gestos, las actitudes, los criterios, los valores, las opciones, los pensamientos, los sentimientos, los proyectos del reino, no otros. Todas estas actitudes validan o no la identidad cristiana de la comunidad, por eso lo que pidan de acuerdo, lo conseguirán de parte del Padre.
Jesús y los suyos:Jesús inauguró un estilo de relaciones en el mundo, las relaciones de las que hizo experiencia con el Padre y el Espíritu. Proyecta esa experiencia en la comunidad de discípulos. El trabajo es arduo, pero no cede. El estilo de relaciones que Jesús inauguró tiene los siguientes rasgos: cuidar al hermano, servirlo, corregirlo y nunca darlo por perdido, escucharlo, visitarlo, acogerlo, etc. ¿Trato así a los demás? Entonces, estoy ampliando su tejido de relaciones.
Evitarán cuidadosamente todo motivo de disputa, no manifestando a los demás ni distanciamiento ni mal humor; evitarán toda palabra dura, agria o de reproche, toda señal de desprecio o de impaciencia; se hablarán siempre con dulzura inalterable, con gran modestia. Si surgiera entre ustedes alguna discusión, incluso ligera, no dejarán de reconciliarse antes de la oración de la noche. (Regla de 1823)
Tu modo – Cristóbal Fones