1ª Timoteo 3, 14-16Salmo 110, 1-6
¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos: ¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: ¡Ha perdido la cabeza!Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos.
Esto es lo que hiere el corazón de Jesucristo, esta historia de infidelidad, esta historia de no reconocer las caricias de Dios, el amor de Dios, de un Dios enamorado que te busca, que busca que tú también seas feliz.Este drama no sólo ocurrió en la historia y se concluyó con Jesús. Es el drama de todos los días. También es mi drama. ¿Puede cada uno de nosotros decir: ¿Sé reconocer el tiempo en que he sido visitado? ¿Dios me visita?Cada uno de nosotros puede caer en el mismo pecado del pueblo de Israel, en el mismo pecado de Jerusalén: no reconocer el tiempo en que hemos sido visitados. Y cada día el Señor nos visita, cada día llama a nuestra puerta. ¿He oído alguna invitación, alguna inspiración para seguirlo más de cerca, para hacer una obra de caridad, para rezar un poco más? No sé, tantas cosas a las que el Señor nos invita todos los días para encontrarse con nosotros. (Francisco, Santa Marta 17 de noviembre de 2016)
Dios pasa por tu vida
¿Cuándo entraré en la alegría de mi Señor, en la alegría de mi Dios? Lo digo desde el fondo de mi corazón, lo vuelvo a decir otra vez, ¿cuándo entraré en la alegría de mi Dios? Lo digo y, sin embargo, siento no sé qué que me retiene; no es más que un hilo, pero no lo puedo romper. ¡Dios mío, córtalo con tu mano poderosa, córtalo, no es más que un hilo! ¡Amigo mío, los hombres están locos, comprendidos nosotros dos! … ¡Vamos, vamos a la casa del Señor!… ¡Vamos a ver a Dios! ¡Dios sólo, Dios sólo y siempre Dios sólo! (Carta a Bruté de Remur)
Abre mis puertas – Ain Karem
Abre, abre sin miedo,abre mis puertas, Señor.Entra en mi casa,la mesa está puesta;tan sólo faltan tu vino y tu pan.Tus heridas y las mías compartidas,se hacen vida en la mesa del Amor.donde todas las lenguas se comprenden,donde la diferencia se hace don;donde cada patria se hace Reinoy no aleja una bandera, ni un color.Cuando llenas nuestro hogarcon tu presencia y tu amistad,caen los muros que el miedo levantó.Tu Palabra nos invita a salir a los caminos.Tú liberas y abres nuestro corazóny el extraño se convierte en un hermano,que nos acoge con paciencia y compasión.