Ezequiel 18, 24-28Salmo 24, 4-9Filipenses 2, 1-11
Jesús les propuso esta parábola: «¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: «Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña». El respondió: «No quiero». Pero después se arrepintió y fue.Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: «Voy, Señor», pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?». «El primero», le respondieron. Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él.
Jesús acaba de realizar la ‘purificación del templo’. Luego, los sumos sacerdotes y los ancianos, le preguntan con qué autoridad actúa así. Él les responde con otra pregunta: ¿El bautismo de Juan era cosa de Dios o de los hombres? No sabemos, le contestan por miedo a la multitud. Jesús tampoco les contestará con qué autoridad, ha purificado el templo. Pero les propone una parábola que los delata. El domingo pasado hablábamos de jornaleros. Hoy hablamos de hijos a los que su padre les pide que vayan a la viña a trabajar. No es lo mismo hablar de jornaleros que de hijos. El pueblo de Israel, en su conjunto, se consideraba hijo de Dios. Ser hijo significaba hacer la voluntad del padre.Jesús distingue ahora dos hijos: el que dice no, pero va a la viña y el que dice sí, pero no va. La pregunta: ¿Quién hizo la voluntad del padre? Es lo mismo que decir: ¿Quién de los dos vive como hijo? La respuesta no se hizo esperar y fue acertada. Pero para los jefes religiosos, que los publicanos y pecadores los precedan en el reino de Dios, fue una puñalada. Para Jesús no hay duda quiénes representan al hijo que hizo la voluntad del padre, aún después de haber dicho no y que ambos son hijos.Los sumos sacerdotes y los ancianos, eran los estrictos cumplidores de la Ley, los otros poco la conocían. Aquellos ponían su empeño en el cumplimiento externo de las normas, de los ritos, etc. Estos buscaban vivir lo más humanamente posible, aunque no siempre en fidelidad a lo que mandaba la ley. Aquellos se sentían los ‘de la primera hora’, los que decían ‘sí’, pero no hacían la voluntad del padre; su respuesta era de los labios para afuera, su corazón estaba lejos del sentir y obrar de Dios. No fueron capaces de aceptar la invitación de Juan Bautista a la conversión, en cambio el pueblo bajo, sí. Este texto nos lleva a otro texto (Lc 15) que habla de la actitud de un padre y de dos hijos. El mayor (fariseo) que vive en la casa del padre, pero que no necesita a su padre ni aprecia a su hermano y el menor (publicanos, prostitutas, enfermos, etc.) que se va de la casa del padre, pero que ante la necesidad es capaz de replantearse la vida y darse cuenta de la necesidad que tiene del padre y de volver sin ninguna pretensión, para hacer lo que el padre le pida. La parábola nos deja claro que no son los que dicen ‘Señor, Señor’ los que entrarán en el Reino, sino los que hacen la voluntad del Padre: ese es mi hermano, mi hermana y mi madre. De nada sirven las palabras cuando estas no ponen de manifiesto la vivencia de la voluntad del Padre.No basta con decir, te escuché, fui a misa todos los domingos, recé lo que más pude, no maté a nadie, si todo eso no me lleva a vivir como Jesús vivió, a encontrarme con los que él se encontró, a servirlo en los más pequeños, a pensar como él pensó, a sentir como él sintió, a tratar a los otros como más dignos, a no despreciar a nadie, a respetar la vida como valor absoluto, etc. En una palabra, dirá Juan María: ser su imagen viva.En la primera lectura se nos decía que tenemos que estar siempre atentos a la manera de obrar. Que las conductas humanas no están predeterminadas, que en cualquier momento podemos rectificar la trayectoria equivocada o torcer la correcta, que la opción final se va conjugando en esta vida con pequeñas opciones, que por pertenecer a esta casta o a este grupo no tenemos garantizado nada, que la inmunidad ante el error nadie la ha recibido. Es por ello que siempre tenemos que estar atentos a hacer la voluntad del Padre, que no podemos descansarnos en el ayer. Hoy, aquí y ahora se juega el partido.No se trata de hacer esto o aquello, sino de hacer lo que el Padre Dios quiere. No se trata de rezar para ser mejor, sino para hacer lo que el Padre quiere, no de trata de ir a misa para cumplir, sino para disponerme mejor para hacer su proyecto, no de trata de ayudar para acallar mi conciencia, sino porque descubro a Cristo en el rostro del hermano necesitado, no se trata se ser servicial para que los demás me reconozcan, sino de servir porque es la única manera de vivir en coherencia evangélica, no se trata de juzgar la conducta de los demás, sino de advertir para salvar al hermano y de vivir desde la misericordia.
El padre y los hijos: A ambos les pide que vayan a trabajar a su viña. Uno le dijo no quiero y el otro le dijo: Voy Señor. Pero el primero recapacita y va. Hace lo que su padre le ha pedido. Cumple su voluntad.La vida es una invitación a hacer la voluntad del padre, no la nuestra. En la medida que hacemos la voluntad del padre nos vamos santificando, es decir, nos vamos pareciendo a su Hijo, que no hizo otra cosa que la voluntad del Padre.
Pero se busca la paz donde no está, en el cumplimiento de la propia voluntad, en la posesión de los bienes terrestres, en el gozo de los sentidos, es decir, en lo que es el principio de todos los errores que turban el espíritu y de todos los pecados que manchan y atormentan el alma (S.VII.p.2377)La única cosa que exijo rigurosamente, es que se abandone enteramente y que no traiga aquí su voluntad propia (Carta del 18 abril 1846)
No hay rostros, no hay aparienciasni presencias que mirar.Ellos son el desecho de la sociedad.No han podido engancharse,se han quedado atrás.Sus vidas están escritas en algún lugar.Son cruces que hoy se clavan,son llagas por cerrar,son hombres y mujeresque buscan por dónde andar.Cuántas cabezas bajas por la calleal pasear, cuando el desheredadoahí sentado está.Qué fácil es lamentarse,decir: ¡Cuánta pena da!,si la vida te sonríey nada te va a faltar.Son los cristales rotos de un mundo desigual,son hombres y mujeresque buscan por dónde andar.La prostituta, el extranjeronos precederán, nos precederán.Los que no tienen voz,los perseguidos,nos precederán, nos precederánen el Reino de los cielos.Ellos están más cercade la alegre sencillezque ofrece el Evangelio,a quien quiera escuchary acogen con gozo la Palabra que libera.¡Qué difícil para el ricoes ver el Reino de Dios!Son Cristos que hoy viven,son sepulcros sin cal,son hombres y mujeresque buscan por dónde andar.Quién pasa hambre y el refugiadonos precederán, nos precederán.El que no tiene hogary el que está enfermo,nos precederán, nos precederánen el reino de los cielos.Quién se haga niño,quién muera para vivir,nos precederán, nos precederán.Quién sea el últimoy sea servidor,nos precederán, nos precederánen el reino de los cielos.