Nehemías 8, 1-12Salmo 18, 8-11
El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.Y les dijo: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.Al entrar en una casa, digan primero: ¡Que descienda la paz sobre esta casa!Si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: El Reino de Dios está cerca de ustedes.Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: ¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca».Les aseguro que, en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.
Hoy, la liturgia de la Palabra nos presenta los pequeños detalles del día a día de los seguidores de Jesús. Asumir la misión apostólica implica la lucidez implícita a la misión recibida. Tanto Jesús aconseja y orienta en los pequeños detalles, como alerta de los desafíos que encontraremos en la misión. Con ese ímpetu envía Jesús a otros setenta y dos, de dos en dos. Aquellos que debían ir delante de Él.Así nos continúa enviando a nosotros, a los lugares a donde Él debe ir. Y nos envía con los mismos consejos y advertencias. Los pequeños detalles del saber llegar y saber salir de un lugar, de aceptar la acogida que se nos ofrece, de cómo debemos comportarnos. Pero, también alertando que nos envía en medio de situaciones donde impera el mal, que no siempre seremos acogidos, ni nosotros ni el mensaje que llevamos con la vida y la palabra.No nos preocupemos, la paz reposará sobre aquellos que son gente de paz. Pongámonos en camino, con prontitud y lucidez en medio de las circunstancias en las cuales nos corresponde vivir la fe. El encuentro personal con Jesucristo nos alienta y fortalece. La llamada a participar de esta misión es honesta, pues no promete ninguna realidad utópica ni ideal. La fidelidad se criba en las dificultades. Dejemos resonar dentro de nosotros estas palabras: “¡Vayan!” (Hna. Ana Belén García OP)
Cuando el mismo Jesucristo nuestro Señor predicó e hizo milagros, no convirtió a todos los judíos; por lo tanto, no dejes de hacer con gran entusiasmo todo lo que estás encargado de hacer. (Al H. Efrén, misionero en San Pedro de Terranova, 03-05-1846)