Isaías 5, 1-7Salmo 79, 9.12-16.19-20Filipenses 4, 6-9
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: Escuchen otra parábola:Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon.El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera.Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: «Respetarán a mi hijo». Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: «Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia». Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?Le respondieron: Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo.Jesús agregó: ¿No han leído nunca en las Escrituras: «La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos»? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos.Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos.Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.
El mismo contexto que el domingo pasado. Recordemos: purificación del templo, protesta airada de los sacerdotes… Ante esto Jesús responde con tres parábolas muy similares. Una la hemos leído el domingo pasado, “los dos hijos enviados a la viña”, otra la leeremos el domingo que viene y la que leemos hoy, tal vez, es la más provocadora.Al rechazo de los jefes religiosos, Jesús responde con crudeza. Estamos al final de su vida y ya se ve claro el fracaso de su predicación ante la cerrazón de los dirigentes religiosos. No se trata propiamente de una parábola, sino de una alegoría, donde, a cada elemento metafórico, corresponde un elemento real.El propietario es Dios. La viña es el pueblo elegido. Los labradores son los jefes religiosos. Los enviados una y otra vez, son los profetas. El hijo es el mismo Jesús. El relato del evangelio evoca directamente el texto de Isaías que escuchamos. Pero el mensaje no es el mismo, hay matices que lo cambian sustancialmente. En Isaías el protagonista es el pueblo (viña), que no ha respondido a Dios; en lugar de dar uvas, dio frutos amargos: iniquidad y atropellos.En Mateo los protagonistas son los jefes religiosos (viñadores), que quieren apropiarse de los frutos e incluso de la misma viña. No reconocen los derechos del propietario (Dios). Los destinatarios de la parábola son los jefes religiosos (sumos sacerdotes y fariseos). No eran malos tipos ni tenían mala voluntad. Su preocupación por el culto, por la Ley, por defender la institución, el respeto a su Dios era sincera. Pero confundieron los derechos de Dios con sus propios intereses. De esta manera llegaron a identificar la voluntad de Dios con la suya y se creyeron dueños y señores del pueblo. Si la viña no es propiedad de los arrendatarios, tampoco pueden ser los frutos.Observemos el siguiente detalle: son los mismos oyentes (jefes) los que dictan la sentencia implacable para aquellos labradores que se quisieron adueñar de la viña (‘matémoslo y quedémonos con la herencia’): ‘A esos miserables les dará una muerte afrentosa y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a su debido tiempo’ (Mt 21,41). La habilidad de Jesús para que pronuncien sobre ellos mismos la sentencia más dura, es maravillosa. Cayeron como ‘chingolitos’, inocentemente.Atenti a creerse/sentirse dueño de la porción de viña que el Señor Dios nos ha encomendado: aula, escuela, grupo de catequesis, comunidad religiosa, Distrito, etc. Sólo eres administrador, no dueño. ‘Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos’ (Mt 21,45). No estoy tan seguro de que hoy, seamos capaces de aplicarnos esta parábola. El riesgo es pensar que es para otros o para el ayer. No, hoy en la Iglesia sigue habiendo situaciones de ‘apropiación’ de lo que no nos corresponde. No por nada se han cometido tantos abusos (de poder, de conciencia, de autoridad, sexuales, etc.) que claman justicia. Las dinámicas relacionales posesivas nos hacen mucho mal. No dejan crecer en libertad, ni madurar, no ayudan a ponerse de pie, generan dependencias enfermizas, etc. Como educadores menesianos estamos llamados a generar lazos que alienten a volar y cada uno su propio vuelo, el hacerse cargo, asumir responsabilidades, crecer.Cuando nos ponemos en lugar de Dios, nos sentimos autorizados a todo. No somos Dios, somos creaturas, labradores, servidores, educadores en la gran viña del Señor. A él los frutos y a su debido tiempo. No son nuestros los frutos, no los producimos, sólo hacemos lo que sabemos hacer: remover la tierra, regar, abonar, podar, limpiar, etc.El evangelio nos señala la única alternativa posible: Hacer de la piedra desechada por los arquitectos, la piedra angular. Edificar sobre Cristo es la única salida para la humanidad. Edificar sobre él es dejarnos convertir por la Palabra que es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo y que vaya surgiendo en nosotros, cada vez más nítidamente, la imagen del Hijo.
Jesús y las autoridades religiosas:El estilo de lazos que los jefes están tejiendo con la casa de Israel no son según Dios, pues están actuando como propietarios de la viña y no como labradores; por eso serán echados.Jesús, el Hijo, no es propietario, ni actúa como tal. Sus lazos con los hijos e hijas de Israel son de libertad, dignificadores de la vida, ayudan a ponerse de pie y cargar con la propia camilla, a mirar la vida como don y no como posesión. Dos estilos de relaciones. Es claro cuál es el estilo del Padre. Tus relaciones, ¿qué estilo manifiestan?
¿Es por Dios, únicamente por Dios que estudiamos, que trabajamos? Y en nuestros proyectos de futuro ¿no buscamos nada más que extender su reino? ¿Estamos dispuestos a sacrificarnos por la Iglesia como Jesucristo se ha sacrificado por ella? ¿No tememos que eso nos cueste demasiado para darle algunos pequeños sacrificios y no estamos, a menudo, paralizados por un secreto deseo de evitar todo lo que es penoso a nuestra naturaleza, de librarnos de todo lo que nos molesta, de no experimentar ninguna privación, ninguna contradicción demasiado dura, y si sucede que en nuestros trabajos no somos consolados por el éxito, sostenidos por los aplausos de los hombres, no nos entregamos a la murmuración, no perdemos el ánimo y la confianza? Pues bien, lo pregunto ¿somos cristianos? (S.VIII, 2470)
Danos un corazón grande para amar.Danos un corazón fuerte para luchar.Hombres nuevos, creadores de la historia,constructores de nueva humanidad.Hombres nuevos que viven la existenciacomo riesgo de un largo caminar.Hombres nuevos, luchando en esperanza,caminantes, sedientos de verdad.Hombres nuevos, sin frenos ni cadenas,hombres libres que exigen libertad.Hombres nuevos, amando sin fronteras,por encima de razas y lugar.Hombres nuevos, al lado de los pobres,compartiendo con ellos techo y pan.