María (VII)

“Según San Bernardo, la Asunción de María no es menos inefable que la generación del mismo Verbo. La generación del Verbo es un misterio de abajamiento, la asunción de María es un misterio de gloria, pero tanto el uno como el otro están por encima de nuestros pensamientos. Todo lo que podemos decir es que estos dos misterios están íntimamente unidos, porque habiéndose dignado Jesucristo en tomar en el seno de María un cuerpo semejante al nuestro, era justo que la preservase de la corrupción de la tumba como la había preservado del pecado original y de sus consecuencias. Era justo que la elevase al cielo por encima de toda cosa creada puesto que ninguna criatura había estado unida tan íntimamente a él y ninguna se había asociado tan perfectamente a sus dolores y a su sacrificio” (S 72 Fi 470)


Ofrecimiento

Heme aquí a tus pies, Reina de misericordia.
Quiero pertenecer a ti únicamente.
Recibe esta muestra de amor, este humilde
y dulce compromiso de eterna esclavitud.
Recíbele con esa inefable bondad
que es la perpetua admiración del cielo
y el consuelo de la tierra.
No puedo ofrecerte nada digno de ti.
No tengo más que mi pobre corazón,
mi corazón débil y miserable, al menos,
él es tuyo sin reservas.
Y tu amor, lo espero,
tu amor tan tierno e indulgente
no rechazará esta pequeña ofrenda
de una pobre criatura que se da,
que se consagra a ti para siempre.
Tierna Madre, dirígeme con bondad maternal
todos los días de mi vida
y que en el último momento,
tu inmensa caridad me proteja aún.
No permitas que el enemigo de mi salvación
se apodere de mí en ese instante terrible.
Hazme gozar de tu presencia amable.
Que tu rostro celeste,
tus dulces ojos consuelen mi dolor
y cambien en acción de gracias mis gemidos.
Di en ese momento a mi alma:
yo soy la madre de Dios que has amado tanto
y en quien has esperado.
No temas, yo hablaré por ti.
María, Madre, asegura a tu hijo la beatitud celeste
para que termine su carrera con una santa confianza
y que guiado por ti llegue a la vida eterna.
Amén.
(S II p. 962-969)


Himno

Virgen de la esperanza
en nuestra marcha danos tu luz;
queremos ir contigo
por el camino que abre la cruz.

Madre del pueblo condúcenos
por el camino de salvación.
Que en nuestra patria reine la paz,
en la justicia y la libertad.

Cielo y Tierra nueva;
esa es la meta de nuestro andar.
Somos la iglesia en marcha
que hacia la Pascua cantando va.

Sobre cerros y pampas
despunta el alba de nuestra luz:
es la luz que trajiste
cuando nos diste a tu Hijo Jesús.

Afirma nuestros pasos,
da a nuestros brazos fuerza y valor,
para luchar unidos
como instrumentos de salvación.

Mientras peregrinamos
vamos sembrando llanto y dolor;
volveremos llevando
en nuestras manos trigo de Dios.


Salmodia

Antífona 1
¿Podemos decir que formamos parte de esas generaciones de las que habla María que la llamarán bienaventurada porque su vida fue oscura y escondida?


Oración
Alégrate y gózate Hija de Jerusalén
mira a tu Rey que viene a ti, humilde,
a darte tu parte en su victoria.

Eres la primera de los redimidos
porque fuiste la adelantada de la fe.

Hoy, tu Hijo, te viene a buscar,
Virgen y Madre:
“Ven amada mía”,
te pondré sobre mi trono,
prendado está el Rey de tu belleza.

Te quiero junto a mí
para consumar mi obra salvadora,
ya tienes preparada tu “casa”
donde voy a celebrar
las Bodas del Cordero:

Templo del Espíritu Santo
Arca de la nueva alianza
Horno de barro,
con pan a punto de mil sabores.

Mujer vestida de sol,
tu das a luz al Salvador
que empuja hacia el nuevo nacimiento.

Dichosa tú que has creído,
porque lo que se te ha dicho
de parte del Señor,
en ti ya se ha cumplido.

María Asunta,
signo de esperanza y de consuelo,
de humanidad nueva y redimida,
danos de tu Hijo
ser como tú llena del Espíritu Santo,
para ser fieles a la Palabra que nos llama a ser,
también como tú, sacramentos del Reino.

Hoy, tu sí, María, tu Fiat,
se encuentra con el sí de Dios
a su criatura en la realización de su alianza,
en el abrazo de un solo sí.

Antífona 1
¿Podemos decir que formamos parte de esas generaciones de las que habla María que la llamarán bienaventurada porque su vida fue oscura y escondida?

.

Antífona 2
¿Formamos parte de esas generaciones de las que habla María que la llamarán bienaventurada, porque abajándose mereció que Dios echase sobre ella una mirada particular de amor y de misericordia?

Salmo 47
Himno a la gloria de Dios en Jerusalén

Grande es el Señor y muy digno de alabanza 
en la ciudad de nuestro Dios, 
su monte santo, altura hermosa, 
alegría de toda la tierra: 

El monte Sion, vértice del cielo, 
ciudad del gran rey; 
entre sus palacios, 
Dios descuella como un alcázar. 

Miren: los reyes se aliaron 
para atacarla juntos; 
pero, al verla, quedaron aterrados 
y huyeron despavoridos; 

Allí los agarró un temblor 
y dolores como de parto; 
como un viento del desierto, 
que destroza las naves de Tarsis. 

Lo que habíamos oído lo hemos visto 
en la ciudad del Señor de los ejércitos, 
en la ciudad de nuestro Dios: 
que Dios la ha fundado para siempre. 

Oh Dios, meditamos tu misericordia 
en medio de tu templo: 
como tu renombre, oh Dios, tu alabanza 
llega al confín de la tierra; 

Tu diestra está llena de justicia: 
el monte Sión se alegra, 
las ciudades de Judá se gozan 
con tus sentencias. 

Den la vuelta en torno a Sión, 
contando sus torreones; 
fíjense en sus baluartes, 
observen sus palacios, 

para poder decirle a la próxima generación: 
«Este es el Señor, nuestro Dios.» 
Él nos guiará por siempre jamás.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2
¿Formamos parte de esas generaciones de las que habla María que la llamarán bienaventurada, porque abajándose mereció que Dios echase sobre ella una mirada particular de amor y de misericordia?


Palabras de Juan María


María ha escogido la mejor parte (Lc.10). Es la misma Iglesia quien aplica a la Santísima Virgen las palabras que acaban de escuchar, y en efecto, hermanos míos, ¿en qué día podemos convencernos que María ha escogido la mejor parte que en éste en que es coronada de una gloria inmortal?

A menudo, engañados por las apariencias, no encontramos nada más grande que lo que el mundo exalta, nada más hermoso que lo que el mundo estima, nada más admirable que lo que el mundo da; y olvidándonos de mirar al mundo por venir, tomamos como parte los falsos bienes que el tiempo nos quita, los vanos placeres que pasan como un sueño y no nos dejan detrás más que la tristeza y el pesar. Elección insensata y que puede tener consecuencias funestas” (S 72 Fi 471)


Cántico evangélico

Antífona
Era justo que la elevase en el cielo por encima de toda cosa creada puesto que ninguna criatura había estado tan íntimamente unida a él y ninguna se había asociado tan perfectamente a sus dolores y a su sacrificio.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra
de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró
a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona
Era justo que la elevase en el cielo por encima de toda cosa creada puesto que ninguna criatura había estado tan íntimamente unida a él y ninguna se había asociado tan perfectamente a sus dolores y a su sacrificio.


Preces

 A cada intención respondemos:

Te bendecimos, Madre, por precedernos

-. Al encuentro eterno con el Padre, con tu Hijo en unidad del Espíritu Santo.

-. Por la Congregación de los Hermanos Menesianos puesta bajo tu protección, para que vivan con alegría el servicio educativo al que los has llamado.

-. Por haber acogido en tu corazón, en tu inteligencia y en tu seno al Verbo de Dios.

-. Por haber sido de las discípulas que escucharon y pusieron por obra las palabras de tu Hijo.

-. Por estar siempre atenta a las necesidades de tus hijos, los que peregrinamos en este mundo intentando hacer de él un lugar acogedor para todos.


Padre nuestro


Oración

Padre bueno, haz que nos dejemos atraer por la verdadera belleza y que no nos dejemos absorber por las pequeñas cosas de la vida, sino que escojamos la grandeza del cielo. Que la Santa Virgen, Puerta al cielo, nos ayude a mirar cada día con confianza y alegría allá, donde está nuestra verdadera casa. Por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.