María (VII)

Oh, María, Virgen madre del Verbo encarnado, acuérdate que eres también la madre de aquellos que él se ha dignado en llamar sus hermanos. Tiéndeles tu mano misericordiosa y maternal, escucha los suspiros de estos pobres exiliados que gimen y lloran en este valle de miserias y después de este exilio muéstrales a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Oh clemente, oh dulce, oh tierna Virgen María (S 72 Fi 380)


Himno

Dulce muchacha humilde de Palestina
a vos por Madre suya Dios te eligió,
y, cuando desde el cielo te mandó un ángel
para pedir tu consentimiento,
vos le dijiste su esclava soy.

Por eso voy a darte mi corazón
y cantando repetiré tu nombre:
María de Nazaret.

Fue tu materna espera luz de esperanza
hasta que el Gurisito nació en Belén
y vinieron los pobres y peregrinos
para adorarlo y Él sonreía,
Dios con nosotros, el Emmanuel.

En aquel tallercito de carpintero,
Dios aprendió el oficio del buen José.
Y vos, yendo y viniendo en la cocina
guardabas cosas dentro del alma
que te sirvieran para después.

Viendo morir a tu Hijo sobre el Calvario,
te hiciste nuestra Madre junto a la Cruz,
y quedaste, esperando, porque sabías
que volvería, resucitado
de entre los muertos, tu buen Jesús.

Ahora que en cuerpo y alma estás en el Cielo,
sentimos tu plegaria junto al Señor
y que vas caminando con el que sufre,
con el que llora, con el que sueña,
con la justicia, con el amor.


Salmodia

Antífona 1
Celebramos todavía las fiestas marianas, profesamos sus creencias, pero ¿qué influencias tienen en nuestros juicios y en nuestra conducta?

Salmo 95
El Señor, rey y juez del mundo

Canten al Señor un cántico nuevo, 
canten al Señor, toda la tierra; 
canten al Señor, bendigan su nombre, 
proclamen día tras día su victoria. 

Cuenten a los pueblos su gloria, 
sus maravillas a todas las naciones; 
porque es grande el Señor,
y muy digno de alabanza, 
más temible que todos los dioses. 

Pues los dioses de los gentiles son apariencia, 
mientras que el Señor ha hecho el cielo; 
honor y majestad lo preceden, 
fuerza y esplendor están en su templo. 

Familias de los pueblos, aclamen al Señor, 
aclamen la gloria y el poder del Señor, 
aclamen la gloria del nombre del Señor, 
entren en sus atrios trayéndole ofrendas. 

Póstrense ante el Señor en el atrio sagrado, 
tiemble en su presencia la tierra toda; 
digan a los pueblos: «el Señor es rey, 
él afianzó el orbe, y no se moverá; 
él gobierna a los pueblos rectamente». 

Alégrese el cielo, goce la tierra, 
retumbe el mar y cuanto lo llena; 
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, 
aclamen los árboles del bosque, 

delante del Señor, que ya llega, 
ya llega a regir la tierra: 
regirá el orbe con justicia 
y los pueblos con fidelidad.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1
Celebramos todavía las fiestas marianas, profesamos sus creencias, pero ¿qué influencias tienen en nuestros juicios y en nuestra conducta?

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Antífona 2
Oh, María, Virgen madre del Verbo encarnado, acuérdate que eres también la madre de aquellos que él se ha dignado llamar sus hermanos.

Oración

¡La gloria de Dios te espera, María!
Cesan las palabras, el llanto, las pruebas,
las incomprensiones, la soledad;
se acabaron los misterios
porque, allá en la casa de Dios,
tu Hijo y nuestro hermano,
sonriente y gozoso te espera.

¡Subes a lo más alto Virgen y Madre!
Tus labios, una vez más, se deshacen
en un cántico de alabanza a Dios.
Tu corazón sigue enamorado del que en ti se encarnó.
Y, al ascender victoriosa,
los que te invocamos como Madre y Señora,
podremos encontrar tu mismo camino
para un día acudir a la cita de tus hijos queridos.
en la casa del Dios de los cielos.

¡Guíanos, Madre!,
para que ahora nosotros tus hijos
sigamos imitando a tu Hijo;
para que ahora nosotros tus hijos,
felices por el gozo de tu presencia,
al mismo tiempo que Jesús,
en este día de tu fiesta,
podamos gritar llenos de alegría: ¡Madre!

¡Dichosa Tú, María!
porque encontraste gracia ante Dios
y, en esta fiesta de tu Asunción,
el Padre te saluda de nuevo: «Llena de gracia»,
la Madre y el Hijo se abrazan de nuevo
y el Espíritu y su sierva renuevan el mundo.

En tu Asunción, Virgen María,
la tierra nos sabe a pan tierno de tu horno
y a cielo regalado para siempre.
¡Gracias, oh Dios, por nuestra Madre María!
¡Gracias, oh Dios, por nuestra Señora!

Antífona 2
Oh, María, Virgen madre del Verbo encarnado, acuérdate que eres también la madre de aquellos que él se ha dignado en llamar sus hermanos.


Palabras de Juan María


De pie al pie de la cruz en la que Jesús está clavado, María comparte sus tormentos, está herida con sus heridas, golpeada con sus mismas llagas, coronada con sus mismas espinas y su alma está atravesada por una espada de dolor que el santo anciano Simeón había predicho.

Pero no es solamente a causa de la muerte de su Hijo, pues sabe que es el Rey de la gloria, por lo que está triste y consternada. Llora menos por los sufrimientos de su Hijo que le es tan querido que por las inquietudes de los hombres con los que se ha cargado y que son la única causa de los males que la asaltan. Experimenta horror por el pecado, le odia con gran odio, pero siente al mismo tiempo una tierna conmiseración y amor por los pecadores. Su corazón, como el de Jesucristo, está lleno de amargura y como él también, sometida a la voluntad del Padre celeste, no desea otra cosa que la salvación del mundo” (S 73 RL 504)


Cántico de María

Antífona
¿Formamos parte de esas generaciones de las que habla María que la llamarán bienaventurada, porque aunque ella fuese del linaje de David, las humillaciones, los sufrimientos y la pobreza fueron en esta tierra su única heredad?

Yo canto al Señor porque es grande
me alegro en el Dios que me salva
feliz me dirán las naciones
en mí descansó su mirada.

Unidos a todos los pueblos
cantamos al Dios que nos salva.

El hizo en mí obras grandes,
su amor es más fuerte que el tiempo,
triunfó sobre el mal de este mundo,
derriba a los hombres soberbios.

No quiere el poder de unos pocos,
del polvo a los hombres levanta,
dio pan a los hombres hambrientos,
dejando a los ricos sin nada.

Libera a todos los hombres,
cumpliendo la eterna promesa
que hizo en favor de su pueblo:
los pueblos de toda la tierra.

Antífona
¿Formamos parte de esas generaciones de las que habla María que la llamarán bienaventurada, porque, aunque ella fuese del linaje de David, las humillaciones, los sufrimientos y la pobreza fueron en esta tierra su única heredad?


Preces

A cada intención respondemos:

Madre de misericordia, óyenos.

-. Por cada uno de tus hijos e hijas que sufren a causa de las injusticias.

-. Por cada uno de los que aquí estamos reunidos, para que vivamos con alegría el seguimiento de tu Hijo.

-. Por los jóvenes para que encuentren en ti un modelo de vida sencilla y abierta al querer de Dios.

-. Por las familias más necesitadas de nuestro entorno para que sepamos solidarizarnos con ellas.

-. Por la Familia Menesiana para que encuentre en ti un ejemplo de servicio atento a los más pequeños.


Padre nuestro


Oración final

Padre bueno, haz que nos dejemos atraer por la verdadera belleza y que no nos dejemos absorber por las pequeñas cosas de la vida, sino que escojamos la grandeza del cielo. Que la Santa Virgen, Puerta al cielo, nos ayude a mirar cada día con confianza y alegría allá, donde está nuestra verdadera casa. Por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.


Oración a María

Madre, he aquí a tu hijo,
no apartes de él tu mirada,
sino antes bien deja caer sobre él
una de esas lágrimas de conmiseración
y de ternura, que renovando su alma,
le devolverán la paz que le quita
el sentimiento de sus faltas. Amén