Joel 1, 13-15; 2, 1-2Salmo 9, 2-3. 8-9. 16
Después de que Jesús expulsara un demonio, algunos de ellos decían: Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios.Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo.Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra.Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque –como ustedes dicen– yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul.Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes?Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces.Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes.El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa: «Volveré a mi casa, de donde salí».Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada.Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí.Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio.
Señor, al iniciar hoy mi oraciónquiero estar muy cerca de Ti.Cuando tengo sed, tengo necesidad de una fuente;y cuando estoy enfermo tengo necesidad de médico.En esta sociedad tan violenta, tengo necesidad de encontrarme contigo que eres: paz, alegría, libertad y vida. Sé que Tú puedes más para el bienque el demonio para el mal. ¡Gracias!En el Evangelio se habla de Belcebú o Belzebul. Hace referencia a un dios de los filisteos, que aquí aparece como el príncipe de los demonios, Satanás. Unos dicen que Jesús es un endemoniado, que obra por el poder de señor del mal. Pero lo cierto es que los demonios huyen de Jesús, como hace el que dominaba al mudo que curó, un momento antes de este relato. (Lc 11,14)Parece más bien que los demonios que lo acechan y son renuentes a irse, son los jefes judíos, fariseos, escribas y demás que buscan y rebuscan la ocasión para criticarlo, hacerlo caer en una trampa y, en definitiva, tener excusas para sacarlo del medio. Otros piden una señal sin ver el gran signo de la liberación que se produce en la gente que es tocada por el Maestro. Jesús les muestra la incoherencia de sus argumentaciones y demandas; no tienen sentido.No hay caso, cuando no queremos ver, no vemos, aunque las evidencias estén a la vista de todos. No hay peor sordo que quien no quiere oír, ni peor ciego que quien se niega a ver.La última parte del Evangelio de hoy, quizás haga referencia a la situación de muchos cristianos de la época en que escribe Lucas, que frente a las dificultades y persecuciones, se volvieron atrás, se apartaron de las comunidades por miedo y retomaron sus creencias anteriores.El mal sigue presente en el mundo y continúa actuando. Jesús nos enseñó a estar vigilantes para no hacerle el juego. De nosotros depende crear un cielo o un infierno en nuestra vida y en la de los demás.María, a quien representamos tantas veces pisando a la serpiente, nos proteja de las acechanzas del tentador, que buscará siempre desviarnos del camino.
Líbranos, Señor, del mal
Hijos míos, tienen que librar grandes combates en estos días malos; el demonio que el santo evangelio llama el espíritu fuerte desatado se ha desencadenado contra ustedes… ¿Cómo triunfarán en esta guerra?… Es nuestra fe la que vencerá al mundo; ahora bien, nuestra fe es no conocer más que a Jesucristo y a Jesucristo crucificado” (S.VII. p.2294)