San Ignacio de Antioquía

Romanos. 1, 16 – 25
Salmo 18, 2 – 3. 4 – 5


Evangelio: Lc. 11, 37-41

Mientras hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer con él. Jesús entró y se sentó en la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer.
Pero el Señor le dijo: Así son ustedes los fariseos, purifican por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! El que hizo lo exterior, ¿no hizo también lo de dentro? Den más bien en limosna lo que tienen y así todas las cosas serán puras.

Si algo le molesta al Señor es la hipocresía; no la tolera. Y es que, si la mentira hace daño, cuanto más daño puede hacer el que engaña, el que finge por interés, para hacer creer a otros lo que no es, con fines mezquinos, perversos. Nada hace más daño que la mentira y no existen las famosas mentiras piadosas, porque todas enseñan a ocultar y tergiversar la realidad para lograr un objetivo egoísta.

Tendríamos que erradicar de plano este tipo de referencias, este tipo de lenguaje, porque pretenden presentarnos como tolerables e inocuas costumbres que finalmente van minando la moral por su constante repetición, hasta que llega un momento en que quien las practica empieza a vivir en una farsa. Todas las mentiras y las faltas a la ética y la moral empezaron con pequeñas omisiones o excepciones, que poco a poco se fueron convirtiendo en la norma, hasta no reconocerlas como faltas.
Eso es lo que ocurre en todo orden de cosas, hasta que quien se ejercita en esta práctica termina haciéndose inmune e inconsciente de su falta. Es como una vacuna o una dosis venenosa, que finalmente nos degrada al extremo de no darnos cuenta ya cuando nos estamos revolcando en la podredumbre y la miseria.

El Señor usa los apelativos de lobos y ovejas para describir con más propiedad la situación, en función de las características propias de estos animalitos tan conocidos por nosotros y sobre todo en el mundo pastoril al que se dirigió. Las ovejas son, como los niños, frágiles, inocentes, confiadas. La oveja confía en su pastor, porque él la defiende de los predadores y las inclemencias del clima, llevándola a fuentes de agua cristalina y a pasturas. El lobo, en cambio, es rapaz; camina sigilosamente buscando sorprender a la oveja, para devorarla al menor descuido. Este es el comportamiento que enseña el demonio al hombre, abriéndose paso a través de las pequeñas fechorías, mentiras y faltas a la comunidad, hasta llegar a convertirnos en verdaderos lobos del hombre. Cuando somos lobos, vamos buscando engañar, atrapar y despojar al más débil, al más inocente, al más confiado, porque hemos hecho del acumular riquezas y la prosperidad personal nuestro mayor objetivo, a cualquier precio, relegando el amor, la solidaridad y la verdad, a palabras huecas y sin sentido, valiéndonos de ellas para lograr nuestros fines mezquinos y egoístas. Siendo lobos, hemos aprendido a disfrazarnos de ovejas, conduciendo a madrigueras, celadas y trampas a cuantos nos siguen confiadamente. Perdemos todo escrúpulo y nos volvemos expertos en el arte del engaño y la simulación, al extremo que ya ni sabemos cuándo decimos la verdad, porque hemos aprendido a creernos nuestras propias mentiras. Ustedes, los fariseos, purifican por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña y maldad.


Máxima

La verdad nos hace libres


Palabras de Juan María


Le agradezco que me haya dado información sobre el pobre Suhard. Lo saqué inmediatamente, porque esos hombres son una plaga para las casas que los reciben y nunca se corrigen. Aunque sólo ha estado poco tiempo en la nuestra, ya me había dado cuenta de su falta de franqueza y le había prohibido la comunión, reservándome el tiempo para examinar el tema más detenidamente.  Esta mañana hablé con él, después de haber leído su carta, sólo yo, para que él no pudiera sospechar que usted me había escrito, y para facilitarle una confesión fácil. Si él la hubiera hecho sinceramente, habría conservado alguna esperanza de conversión y no me hubiera apresurado a tomar una medida extrema.  Pero sus respuestas fueron mentiras, y me di cuenta que en el fondo de su alma sólo había hipocresía. (Al padre Houët, 18-06-1840) 


En lo profundo – Luis Guitarra

En lo profundo
no hay nada que no sea sorprendente.
Y sin embargo
bajamos tan a poco, y pocas veces.

Acomodamos
el pulso a la presión de la rutina.
Nos distanciamos
del fondo y del origen de los días…
Y no bajamos, y no bajamos, y no bajamos.

Nos olvidamos del sentido de la Vida,
del propio barro, del primer atardecer…
Y amontonamos un sinfín de tonterías,
buscando en lo que creer.

En lo profundo
no hay nadie que no sea diferente,
pero a menudo
mostramos sólo aquello que no duele.

Desdibujados
detrás de multitud de vanidades…
Tristes, sin sueños,
ajenos al Amor… superficiales.
Y no bajamos, y no bajamos, y no bajamos.

Nos olvidamos del sentido de la Vida,
del propio barro, del primer atardecer…
Y amontonamos un sinfín de tonterías,
buscando en lo que creer.

En lo profundo
no hay nada que no sea sorprendente…