San Juan de Brébeuf e Isaac Jogues y compañeros – San Pablo de la Cruz

Lecturas del día
Romanos 3, 21-30
Salmo 129, 1-6

Evangelio: Lucas 11, 47-54

Jesús dijo a los fariseos y doctores de la ley:
¡Ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas, a quienes sus mismos padres han matado! Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros.
Por eso la Sabiduría de Dios ha dicho: Yo les enviaré profetas y apóstoles: matarán y perseguirán a muchos de ellos.
Así se pedirá cuenta a esta generación de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde la creación del mundo: desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que fue asesinado entre el altar y el santuario.
Sí, les aseguro que a esta generación se le pedirá cuenta de todo esto.
¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden.

Cuando Jesús salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo, exigiéndole respuesta sobre muchas cosas y tendiéndole trampas para sorprenderlo en alguna afirmación.

La oposición a Jesús va creciendo a medida que pasan los días. Jesús no teme confrontarse y decir aquello que quizás muchos pensaban, pero no se animaban a decir. Estos fariseos y doctores de la ley, eran los entendidos, los que sabían sobre la Torá y se suponía que Dios hablaba por boca de ellos. Ellos se consideraban los únicos legítimos intérpretes de la voluntad de Dios. Y sabían que nada mejor que decir ‘Dios lo quiere’ para obligar a un pueblo que ponía toda su fe en Yahvéh.

Pero Jesús veía con claridad cómo el supuesto querer de Dios, iba mezclado de los intereses de ese grupo de dirigentes, que se aprovechaban de la credulidad de la gente humilde para sacar provecho. Acomodaban las Escrituras para su bien propio, para sus intereses de grupo. Y si alguien se animaba a decir algo, sacaban a relucir las amenazas y condenas, que eran supuestamente condenas del propio Dios. Nadie se animaba a correr el riesgo de ser apartado de la ayuda de la divinidad.

Es un fiel reflejo de lo que en la Iglesia nos ha pasado y nos puede seguir pasando. El rebelde es visto como amenaza y debe ser extirpado para preservar a la comunidad. Es la tentación de siempre de todo grupo humano: El diferente, el que piensa de modo distinto a la regla, es visto como un peligro y debe ser neutralizado. Hay una manera oficial de obrar, de ver la realidad, de interpretarla, que unifica, que da sentido de cuerpo, de comunidad. Y más si se dice que ello viene de Dios, lo cual crea una obligación religiosa, muy difícil de transgredir por el miedo a la cólera divina y la condena eterna.

Ojalá en nuestras comunidades la aceptación del otro, aunque piense distinto, sea la norma y que no hagamos decir a Dios, sólo lo que favorece a nuestros intereses.


Máxima

La verdad no está sólo en nosotros


Palabras de Juan María


¡Ah!, en adelante sé más cuidadoso, querido hijo: el orgullo ha tendido mil lazos a tu alrededor, y para hacerte caer más fácilmente los ha cubierto de flores; los llamo así a los mil pretextos que te ofuscan y te hacen creer que no buscas más que el bien, incluso en aquellas mismas ocasio­nes en las que en

realidad lo que haces está mal. Te suplico que, si no quieres extraviarte, desconfíes más de tu propio juicio: humíllate y humíllate cada vez más; nunca serás demasiado humilde. (Al H. Ambrosio, 4 de junio de 1844)


Corazón de barro – Ramiro Salas

Hazme un corazón de barro,
 rompe el corazón de piedra.
 Dale las vueltas que sean,
 pero hazlo a tu manera.
 
Dame un corazón sencillo,
 hazme un corazón como el tuyo.
 Usa la forma que quieras,
 pero hazlo igualito que el tuyo.
 
Como quieras, Señor.
 ¿Cómo quieres que sea?
 Dale la forma, Jesús,
 hazlo a tu manera.
 
Que tenga tu paciencia, tu amor,
 que tenga tu voluntad,
 que tenga tu libertad,
 que reine esa paz con Dios,
que tenga lo que me falta,
 que sobre lo que no tengo.
 Hazme un corazón de barro.
 Es todo lo que yo quiero.
 Que tenga tu sencillez,
 siempre tan lleno de luz,
 perdonar como perdonas.
 Mira qué bien lo haces Tú.
 Hazme un corazón de niño,
 un corazón limpio y puro.
 Dale vueltas con tus manos
 y hazme un corazón como el tuyo.

Hazme un corazón de barro,
 rompe el corazón de piedra.
 Dale las vueltas que sean,
 pero hazlo a tu manera.