29º miércoles del tiempo ordinario

1983 – Llegada de los tres primeros Hermanos a Chile. Fueron los Hermanos Joaquín Blanco, Dámaso Cereceda y José Antonio Vivas.


Romanos 6, 12-18
Salmo 123, 1-8

Evangelio: Lucas 12, 39-48

Jesús dijo a sus discípulos: Entiéndalo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada.
Pedro preguntó entonces: Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?
El Señor le dijo: ¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno?
¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en este trabajo!
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si este servidor piensa: «Mi señor tardará en llegar», y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo.
Pero aquél que, sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.

«Jesús ha dicho: «Al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más». Esto representa una responsabilidad. Por lo tanto, preguntémonos: en esta ciudad, en esta Comunidad eclesial, ¿somos libres o somos esclavos, somos sal y luz? ¿Somos levadura? O ¿estamos apagados, sosos, hostiles, desalentados, irrelevantes y cansados?»
Sin duda, los graves hechos de corrupción en la Iglesia, surgidos recientemente, requieren una seria y consciente conversión de los corazones, para un renacer espiritual y moral, así como un renovado compromiso para construir una ciudad más justa y solidaria, donde los pobres, los débiles y los marginados estén en el centro de nuestras preocupaciones y de nuestras acciones de cada día. ¡Es necesaria una gran y cotidiana actitud de libertad cristiana para tener la valentía de proclamar, en nuestra Ciudad, que hay que defender a los pobres, y no defenderse de los pobres, que hay que servir a los débiles y no servirse de los débiles! (Homilía de l papa Francisco, 2014)

“Es muy fácil vivir dormidos. Basta con hacer lo que hacen casi todos: imitar, amoldarnos, obedecer, ajustarnos a lo que se lleva, repetirnos una y otra vez, resignarnos… Basta vivir buscando seguridad externa e interna. Basta defender nuestro pequeño bienestar, con frecuencia anclado en formas de vivir, de orar y de hacer misiones obsoletas… y mientras, la vida se va apagando en nosotros.

Llega un momento en que no sabemos ya reaccionar. Sentimos que nuestra vida está vacía y la llenamos de experiencias, información y diversiones. Nos falta vida interior y nos engañamos viviendo en movimiento continuo, agitados por la prisa y las ocupaciones. Podemos gastar la vida entera «haciendo cosas» pero sin descubrir en ella nada santo ni sagrado.

Para despertar es necesario conocernos mejor. Comenzamos a ser sabios cuando tomamos conciencia de nuestra estupidez. Empezamos a ser más profundos cuando observamos la superficialidad de nuestra vida. La verdad se abre paso cuando reconocemos nuestros engaños. El orden llega a nosotros cuando advertimos el desorden en que vivimos. Despertar es darnos cuenta de que vivimos dormidos.

Lo importante para vivir despiertos es caminar más despacio, cuidar mejor el silencio y estar más atentos a las llamadas del corazón. Pero sin, duda, lo decisivo es vivir amando. Sólo quien ama vive intensamente, con alegría y vitalidad, despierto a lo esencial.

Por otra parte, para despertar de una «religión dormida» sólo hay un camino: buscar más allá de los ritos y las creencias, ahondar más en nuestra verdad ante Dios y abrirnos confiadamente a su misterio. «Dichosos aquellos a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela». (Cf H. Joaquín Blanco)


Máxima

Prepara tu corazón para recibir a Jesús


Maranatha – Acoustic Talca

Tú eres mi luz y mi salvación.
A Ti me rendiré.
Si a tu lado estoy seguro, en tus manos,
nada temeré.

Oh, oh, oh, Tú eres santo, oh Señor.
Oh, oh, oh, Tú eres digno de loor.

Sólo en ti confiaré, yo nada temeré.
Al frente yo iré
pues yo sé que vivo estás
y un día volverás,
nos vendrás a buscar
y siempre reinarás, aleluya.

Ven, Jesús, ven Jesús,
Maranatha,
ahora ven, Señor, Jesús.