Martes 30º del tiempo durante el año


Iniciamos la Novena pidiendo por nuestros enfermos y la beatificación de Juan María.


Romanos 8, 18-25
Salmo 125, 1-6

Evangelio: Lucas 13, 18-21

Jesús dijo: ¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo?
Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció, se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se cobijaron en sus ramas.
Dijo también: ¿Con qué podré comparar el Reino de Dios?

Se parece a un poco de levadura que una mujer mezcló con gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa.

Hoy en el Evangelio nos habla Jesús del Reino de Dios, de la vida coherente, de ser semilla. Nos hace recordar a aquel otro pasaje donde Jesús dice que “si el grano de trigo no muere, no da fruto”. Qué importante es que seamos esa semilla que se entierra, que desaparece, para que se convierta en un árbol frondoso.

¿Con que podré comparar el Reino de Dios?
-termina el evangelio de hoy- Se parece a un poco de levadura que una mujer mezclo con gran cantidad de harina, hasta que fermento toda la masa. El Reino de Dios, no se va a concretar, no se va a realizar en otro lugar o ambiente más que en lo concreto de la vida de cada uno. Es semilla en este jardín, es levadura en esta harina. El Reino de Dios se juega aquí. No se puede anunciar el evangelio de Jesús sin el testimonio concreto de la vida. Quien nos escucha y nos ve, debe poder leer en nuestros actos eso mismo que oye de nuestros labios y dar gloria a Dios.

San Francisco de Asís daba a sus hermanos un consejo: “Prediquen el evangelio y si fuese necesario háganlo también con las palabras”. Prediquen con la vida, con el testimonio; la incoherencia de los fieles y de los pastores entre lo que dicen y lo que hacen, entre la palabra y el modo de vivir, mina la credibilidad de la Iglesia.

Es verdad que el testimonio de la Fe tiene muchas formas. Como en un gran mural hay gran variedad de colores y matices, pero todos son importantes, incluso, los que no destacan. Cada detalle es importante, también el pequeño y humilde testimonio tuyo y mío, también ese escondido de quien vive con sencillez su fe en lo cotidiano de sus relaciones con la familia, el trabajo, la amistad. Hay santos de cada día, santos ocultos, una especie de clase media de la santidad, esa clase media de la santidad de la que todos podemos formar parte.

Que seamos capaces de construir cada día el Reino de Dios con una vida coherente, con una vida acorde a las exigencias del evangelio, con una vida donde vayamos puliendo cada día todo aquello que son asperezas, para que nuestra fe sea realmente una forma de vida, para que nuestra fe sea como dice el autor del libro de los hebreos: “La seguridad de lo que no vemos y la certeza de lo que esperamos”. (Ideas del papa Francisco)


Máxima

Dios está, aunque no se note.


Palabras de Juan María


Pero no olvidemos que ha sucedido lo mismo en todas las instituciones nacientes y en el cristianismo mismo; todas ellas han sido semejantes al grano de mostaza del que habla el Evangelio, que es pequeño, apenas perceptible y que después de haber sido escondido en tierra, donde el rocío del cielo lo fecunda, se convierte en un gran árbol. Cuando doce pobres pescadores de Galilea estaban encerrados y rezaban en Jerusalén en una pequeña habitación llamada cenáculo ¿qué es lo podía hacer prever que estos hombres tan sencillos y débiles estaban destinados a hacer caer los ídolos, a someter bajo el poder de la cruz el universo entero, a fundar una sociedad plenamente espiritual y santa que debería perdurar hasta la consumación de los siglos?” (S. contra los peligros y escándalos del mundo) 


El Reino de Dios – Ministerio Nacional de Niños

Jesús viene a nosotros,
su gracia nos derramó.
Somos una familia,
caminamos hacia Dios
con su amor y con su gracia.

Ternura en su mirada,
desbordada de amor.
Nos abrazaba a todos,
nos abrió su corazón
de esta manera.

Vuestro es el Reino de Dios,
el Reino de Dios.
Vuestro es el Reino.
Oh, oh, oh, oh.
Vuestro es el Reino.

Haciéndome pequeño
tu rostro yo buscaré.
ante lo inesperado
yo siempre te esperaré.
mi corazón has sanado.

Mi vida te la entrego
al servicio, oh Señor.
Nos hacemos pequeños
en tu Espíritu de amor,
porque de ellos es
el Reino de Dios.