San Carlos Borromeo

Romanos 11, 1-2. 11-12. 25-29
Salmo 93, 12-15. 17-18


Evangelio: Lucas 14, 1. 7-11

Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos.
Ellos lo observaban atentamente.
Al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: «Déjale el sitio», y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar.

Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: «Amigo, acércate más», y así quedarás bien delante de todos los invitados.
Porque todo el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.


Los primeros puestos es la tentación de todo hombre, porque nos gusta la fama, que los demás nos miren y nos tengan en cuenta y, sobre todo, creernos superiores a los otros. Es el pecado de Adán y Eva, el querer ser como Dios.

Para entender mejor el texto, debemos ver el contexto en que Jesús lo dice: Está en casa de uno de los principales fariseos, que prepara un banquete al que asisten otros invitados de su grupo. O sea, que la enseñanza está dirigida directamente a estos hombres, a quienes amonesta, a pesar de sentarse a comer con ellos. Ese banquete donde participa Jesús no es del Reino. Allí no hay lugar para todos. Es un banquete exclusivo, de gente ‘importante’ e influyente.

Jesús es el ejemplo perfecto de invitado que elige el último lugar, el del servicio a los demás: “Yo estoy entre ustedes como el que sirve” (22,27) Él “se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de Cruz Por eso Dios lo exaltó y le dio el Nombre sobre todo nombre” (Fil 2,8-9).

¿Qué busco en mi comunidad, el puesto o el servicio?


Palabras de Juan María


Intenta elevar tu alma y desprenderla de todo afecto terrestre; el apego a un lugar más que a otro, el echar en menos vivamente ciertos consuelos humanos, son grandes miserias; morir al mundo y a ti mismo es por el contrario la vida, la alegría, la verdadera dicha. Un cristiano y con mayor razón un religioso, debe verlo todo, juzgarlo todo a la luz de la fe y pensar que lo que es contrario a sus gustos, a sus deseos naturales es lo que mejor que puede sucederle en el orden de la salvación. Dirige todo a Dios, querido hijo; no hagas nada más que en vista de la eternidad; que éste sea tu único pensamiento. (Al Hno. Cesario, 6 enero 1846)  


Sigue habiendo – Ixcis

Sigue habiendo tantos pies que lavar.
Sigue habiendo tanta oscuridad que iluminar,
tantas cadenas que romper…
Pan y vino para el pobre quiero ser.

Sigue habiendo tantos pies que lavar.
Sigue habiendo tanta oscuridad que iluminar,
tantas cadenas que romper…
Fortalece, Señor, mi poca fe.