Romanos 12, 5-16Salmo 131, 1-3
Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos.Uno de los invitados le dijo: ¡Feliz el que se siente a la mesa en el Reino de Dios!Jesús le respondió: Un hombre preparó un gran banquete y convidó a mucha gente. A la hora de cenar, mandó a su sirviente que dijera a los invitados: “Vengan, todo está preparado”. Pero todos, sin excepción, empezaron a excusarse. El primero le dijo: “Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo. Te ruego me disculpes”. El segundo dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego me disculpes». Y un tercero respondió: «Acabo de casarme y por esa razón no puedo ir”.A su regreso, el sirviente contó todo esto al dueño de casa, y éste, irritado, le dijo: “Recorre en seguida las plazas y las calles de la ciudad, y trae aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los paralíticos”.Volvió el sirviente y dijo: “Señor, tus órdenes se han cumplido y aún sobra lugar”.El señor le respondió: “Ve a los caminos y a lo largo de los cercados, e insiste a la gente para que entre, de manera que se llene mi casa. Porque les aseguro que ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena”.
Dios es el que nos invita a su banquete, preparado con tanto cariño. Pero según la parábola que cuenta Jesús, muchos ponen excusas para no participar. Escuchemos al Papa:“¡No aceptan la invitación! Dicen que sí, pero no lo hacen. Ellos son los cristianos que se conforman sólo con estar en la lista de los invitados: cristianos enumerados. Pero esto no es suficiente, porque si no se entra en la fiesta no se es cristiano. ¡Tú estarás en la lista, pero esto no sirve para tu salvación! Entrar en la Iglesia es una gracia; entrar en la Iglesia es una invitación. Y este derecho, no se puede comprar. Entrar en la Iglesia es hacer comunidad, comunidad de la Iglesia; entrar en la Iglesia es participar de todo aquello que tenemos, de las virtudes, de las cualidades que el Señor nos ha dado, en el servicio del uno para el otro. Además, entrar en la Iglesia significa estar disponible para aquello que el Señor Jesús nos pide. En definitiva, entrar en la Iglesia es entrar en este Pueblo de Dios, que camina hacia la eternidad. Ninguno es protagonista en la Iglesia: pero tenemos Uno que ha hecho todo. ¡Dios es el protagonista! Todos nosotros vamos detrás de Él y quien no va detrás de Él, es uno que se excusa y no va a la fiesta. (Cf. S.S. Francisco, 5 de noviembre de 2013, homilía en Santa Marta).
Dios nos invita a su fiesta
Hagamos violencia al Reino de Dios, siguiendo la expresión del Evangelio; forcémoslo como tantos otros lo han hecho antes que nosotros. Vemos cómo desde el seno de ese Reino celestial nos tienden los brazos, nos invitan, nos apuran para que vayamos hacia ellos; para que todos podamos ser consumados en la unidad y que no tengamos más que una sola voz para alabar y bendecir al Dios de los dioses en el Monte Sion. (Sermón para la fiesta de todos los santos, S. I-III)
Hemos celebrado ya la cena,hemos compartido la esperanza.Vamos a la vida, en la confianzaque el amor redime nuestras penas.Vamos a anunciar esta alegríaque Jesús sanó nuestras heridas.Vamos a entregar el pan a todos,vamos, trabajemos codo a codo,que ha llegado el Reino de la Vida.Cristo con nosotros cada día,juntos en trabajos y descanso.Surge de esta mesa y este cantolibre, nuestra suerte compartida.Esta acción de gracias se repartecon nosotros a todos los hombres.Nos convoca en favor de los pobres,alimenta a los que sufren hambre.