Caridad

Quiero que los Hermanos estén llenos de indulgencia y de caridad para con sus hermanos, y que les disculpen en vez de acusarles. Esto no impide los buenos consejos que pueden darse entre ellos. Pero ¿cuántos espíritus falsos y envidiosos no juzgan mal las acciones de los demás? Ven una paja en el ojo de su hermano y no ven la viga que hay en el suyo. Alimenta tu corazón, si puedo hablar así, de sencillez, de dulzura, de humildad, de caridad y de alegría, y todo irá bien.


Ofrecimiento

Señor Jesús, al comenzar el día,
te ofrecemos nuestra vida entera.
Que el amor fraterno reine
entre todos los que formamos la comunidad.
Que cada uno se siente feliz con la alegría de los demás
y sufra con sus penas.
Que todos nos prestemos ayuda mutua
para ir a Dios y realizar su obra cada día.
Que no existan jamás entre nosotros
ni contiendas ni rivalidades,
ni secretas envidias, ni palabras duras.
Aparta de nosotros, Señor, todo lo que hiere,
todo lo que divide, todo lo que altera la caridad.
Haz, Señor, que hoy y siempre
intentemos ayudarnos unos a otros a ser santos.
Que todos vivamos hoy con dulzura,
paciencia, humildad y fidelidad a tu Palabra.
Amén


Himno a la caridad

Aunque hablara las lenguas de los ángeles,
si no tengo amor, nada.
Aunque tuviera el don de profecía
y conociera todos los misterios,
aunque tuviera plenitud de fe
y pudiera trasladar montañas,
si no tengo amor, nada.
Aunque repartiera todos mis bienes a los pobres
y entregara mi cuerpo a las llamas,
si no tengo amor, nada.

Porque el amor, el amor, el amor
es paciente, es servicial,
no es envidioso,
no se jacta, no se engríe,
es decoroso,
no busca lo suyo, no se irrita,
no toma en cuenta el mal,
no toma en cuenta el mal,
no se alegra de la injusticia,
se alegra con la verdad.

Todo lo cree, todo lo excusa,   
todo lo espera 
soporta todo, soporta todo. (bis)    
Porque el amor, el amor,
porque el amor es Dios,
es Dios, es Dios.


Salmodia

Antífona 1:
Mientras permanezcamos unidos, seremos fuertes y dichosos; sí, esta unión santa será el encanto, la gracia y la fuerza de nuestra sociedad.

Salmo 132
Felicidad de la concordia fraterna

Vean qué dulzura, qué delicia, 
convivir los hermanos unidos. 

Es ungüento precioso en la cabeza, 
que va bajando por la barba, 
que baja por la barba de Aarón, 
hasta la franja de su ornamento. 

Es rocío del Hermón, que va bajando 
sobre el monte Sion. 
Porque allí manda el Señor la bendición: 
la vida para siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1:
Mientras permanezcamos unidos, seremos fuertes y dichosos; sí, esta unión santa será el encanto, la gracia y la fuerza de nuestra sociedad.

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Antífona 2:
Como Él, nos ofrecemos a Dios, nos colocamos en el altar como hostia, para ser consumidos por el fuego de la caridad.

Salmo 77
Escucha, pueblo mío, mi enseñanza

Escucha, pueblo mío, mi enseñanza, 
inclina el oído a las palabras de mi boca: 
que voy a abrir mi boca a las sentencias, 
para que broten los enigmas del pasado. 

Lo que oímos y aprendimos, 
lo que nuestros padres nos contaron, 
no lo ocultaremos a sus hijos, 
lo contaremos a la futura generación: 

las alabanzas del Señor, su poder, 
las maravillas que realizó; 
porque él estableció una norma para Jacob, 
dio una ley a Israel. 

Él mandó a nuestros padres 
que lo enseñaran a sus hijos, 
para que lo supiera la generación siguiente, 
los hijos que nacieran después. 

Que surjan y lo cuenten a sus hijos, 
para que pongan en Dios su confianza 
y no olviden las acciones de Dios, 
sino que guarden sus mandamientos; 

para que no imiten a sus padres, 
generación rebelde y pertinaz; 
generación de corazón inconstante, 
de espíritu infiel a Dios. 

Los arqueros de la tribu de Efraín 
volvieron la espalda en la batalla; 
no guardaron la alianza de Dios, 
se negaron a seguir su ley, 

echando en olvido sus acciones, 
las maravillas que les había mostrado, 
cuando hizo portentos a vista de sus padres, 
en el país de Egipto, en el campo de Soán: 

hendió el mar para darles paso, 
sujetando las aguas como muros; 
los guiaba de día con una nube, 
la noche con el resplandor del fuego; 

hendió la roca en el desierto, 
y les dio a beber raudales de agua; 
sacó arroyos de la peña, 
hizo correr las aguas como ríos. 

Pero ellos volvieron a pecar contra él, 
y en el desierto se rebelaron contra el Altísimo: 
tentaron a Dios en sus corazones, 
pidiendo una comida a su gusto; 

hablaron contra Dios: «¿podrá Dios 
preparar una mesa en el desierto? 
El hirió la roca, brotó agua 
y desbordaron los torrentes; 
pero ¿podrá también darnos pan, 
proveer de carne a su pueblo?» 

Lo oyó el Señor, y se indignó; 
un fuego se encendió contra Jacob, 
hervía su cólera contra Israel, 
porque no tenían fe en Dios 
ni confiaban en su auxilio. 

Pero dio orden a las altas nubes, 
abrió las compuertas del cielo: 
hizo llover sobre ellos maná, 
les dio un trigo celeste; 
y el hombre comió pan de ángeles, 
les mandó provisiones hasta la hartura. 

Hizo soplar desde el cielo el levante, 
y dirigió con su fuerza el viento sur; 
hizo llover carne como una polvareda, 
y volátiles como arena del mar; 
los hizo caer en mitad del campamento, 
alrededor de sus tiendas. 

Ellos comieron y se hartaron, 
así satisfizo su avidez; 
pero, con la avidez recién saciada, 
con la comida aún en la boca, 
la ira de Dios hirvió contra ellos: 
mató a los más robustos, 
doblegó a la flor de Israel. 

Y, con todo, volvieron a pecar, 
y no dieron fe a sus milagros: 
entonces consumió sus días en un soplo, 
sus años en un momento.

Lo adulaban con sus bocas, 
pero sus lenguas mentían: 
su corazón no era sincero con él, 
ni eran fieles a su alianza. 

Él, en cambio, sentía lástima, 
perdonaba la culpa y no los destruía: 
una y otra vez reprimió su cólera, 
y no despertaba todo su furor; 
acordándose de que eran de carne, 
un aliento fugaz que no torna.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Sugerencia: Dedicar unos minutos a hacer memoria de la historia de amor de Dios para conmigo, cómo su amor y su misericordia se manifiestan en mi vida.

Antífona 2:
Como Él, nos ofrecemos a Dios, nos colocamos en el altar como hostia, para ser consumidos por el fuego de la caridad.


Palabras de Juan María de la Mennais


Los más pequeños roces de carácter, si puedo expresarme así, al repetirse a todas las horas, causan enseguida desgarramientos. Es necesario, pues, que el aceite de la caridad alivie y cure estas llagas, en apariencia, pequeñas pero en realidad muy peligrosas, puesto que se envenenan en seguida.
Amémonos como hermanos, con las entrañas de Cristo, sigamos el consejo del apóstol: que nada altere nuestra paz, nuestra unión, esta unión santa que no será rota por la muerte, será eterna como Dios mismo
.


Cántico evangélico

Antífona:
Para cumplir fielmente su misión, los Hermanos vivirán en unión perfecta, así como también en sincera caridad.

Bendito sea el Señor,
Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo.

Según lo había predicho desde antiguo
por la boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando así la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que hizo a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de todo temor,
arrancados de la mano de nuestros enemigos,
le sirvamos en santidad y justicia,
en su presencia, todos los días de nuestra vida.

Bendito sea el Señor,
Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo.

Y a ti niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación
el perdón de todos sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas,
y en sombras de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Bendito sea el Señor,
Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo.

Antífona:
Para cumplir fielmente su misión, los Hermanos vivirán en unión perfecta, así como también en sincera caridad.


Preces

A cada intención respondemos:

Que entre nosotros reine la caridad

-. Que estemos llenos de indulgencia y misericordia los unos para con los otros.

-. Que no juzguemos severamente a nadie, porque no somos quiénes.

-. Que permanezcamos unidos en Jesucristo por el amor.

-. Que la unión sea el encanto, la gracia y la fuerza de nuestra comunidad.

-. Que estemos siempre dispuestos a servir con alegría a nuestros hermanos.

-. Que consideremos a los demás como más dignos.


Padre nuestro


Oración final

Padre bueno, que el amor reine entre todos los miembros del Instituto y especialmente entre los de la misma comunidad, evitando las contiendas, las rivalidades, las secretas envidias, las palabras burlonas, todo lo que hiere, todo lo que divide los espíritus y altera la caridad. Por Jesucristo nuestro Señor, amén.