San Alberto Magno

Sabiduría 6, 1-11
Salmo 81, 3-4. 6-7

Evangelio: Lucas 17, 11-19

Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea.
Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: Jesús, Maestro, ¡ten compasión de nosotros!
Al verlos, Jesús les dijo: Vayan a presentarse a los sacerdotes.
Y en el camino quedaron purificados.

Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias.
Era un samaritano.
Jesús le dijo entonces: ¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?
Y agregó: Levántate y vete, tu fe te ha salvado.

Naturalmente todos estaban felices por haber recuperado la salud, pudiendo así salir de esa interminable cuarentena forzada que les excluía de la comunidad. Pero entre ellos hay uno que a la alegría añade agradecimiento: además de la sanación, se alegra por el encuentro sucedido con Jesús. No solo está libre del mal, sino que ahora también posee la certeza de ser amado. Este es el núcleo: cuando tú das gracias, expresas la certeza de ser amado. Y este es un paso grande: tener la certeza de ser amado. Es el descubrimiento del amor como fuerza que gobierna el mundo. Sobre todo, no dejemos de agradecer: si somos portadores de gratitud. (Papa Francisco, 30-12-20)

Nos podemos preguntar: ¿Somos capaces de saber decir gracias? ¿Cuántas veces nos decimos gracias en familia, en la comunidad, en la Iglesia? ¿Cuántas veces damos gracias a quien nos ayuda, a quien está cerca de nosotros, a quien nos acompaña en la vida? Con frecuencia damos todo por descontado. Y lo mismo hacemos también con Dios. Es fácil ir al Señor para pedirle algo, pero regresar a darle las gracias… Por eso Jesús remarca con fuerza la negligencia de los nueve leprosos desagradecidos: «¿No han quedado limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?» (P. Francisco 09-10-16)


Máxima

Seamos agradecidos


Palabras de Juan María


¿Qué hemos hecho para que nos ame así? ¿Qué méritos tenemos para atraer sus miradas misericordiosas? Nada, hija mía, pero nos encontramos cubiertos con la Sangre de su Hijo, y es a Jesucristo a quien ama en los pobres pecadores que se presentan ante él como sus miembros y no formando de alguna manera, más que una unidad, en quien ha puesto todas sus complacencias… Sumerjámonos, hija mía, en el agradecimiento; nunca lo haremos bastante por tanta gracia. (A la Srta. Chenu, R 443)


Tu gracia me alcanzó – Hillsong United

Tómame
en las manos que hicieron los cielos.
Hállame
en la gracia que me redimió.

Del lodo me sacó,
mis pasos afirmó,
su nombre Él me dio,
mi corazón restauró.

Eres Rey,
de rodillas proclamo tu gloria.
Y de pie
sin temor ahora puedo cantar.
Del lodo me sacó,
mis pasos afirmó,
su nombre Él me dio,
mi corazón restauró.

Aquí estoy,
te necesito.
Me rindo a Ti.
Tuyo soy.
Mi alma te adora
hasta el fin.

Yo  estaba roto,
pero me amaste así.
Tu gracia me alcanzó,
mi pecado borró.

Gracia que derrotó
para siempre la muerte.
Y quitó toda
mi vergüenza y dolor.
Partió el velo en dos,
la piedra Él movió.
Jesús se levantó
y junto a Él me sentó.

Yo estaba roto,
pero me amaste así.
Tu gracia me alcanzó,
mi pecado borró.

Fui perdonado.
Mi libertad compró.
La muerte Él venció.
Mi pecado borró
y tu gracia triunfó.

Oración por el Capítulo General