Santos Roque González, Alfonso Rodríguez y Juan Castillo

Sabiduría 13, 1-9
Salmo 18, 2-5

Evangelio: Lucas 17, 26-37

Jesús dijo a sus discípulos: En los días del Hijo del hombre sucederá como en tiempo de Noé: La gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio, que los hizo morir a todos.
Sucederá como en tiempos de Lot: se comía y se bebía, se compraba y se vendía, se plantaba y se construía.
Pero el día en que Lot salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de azufre que los hizo morir a todos.
Lo mismo sucederá el Día en que se manifieste el Hijo del hombre.
En ese Día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, no baje a buscarlas.
Igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás.
Acuérdense de la mujer de Lot.
El que trate de salvar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará.
Les aseguro que, en esa noche, de dos hombres que estén comiendo juntos, uno será llevado y el otro dejado; de dos mujeres que estén moliendo juntas, una será llevada y la otra dejada. De dos que estén en un campo, uno será llevado y el otro dejado.
Entonces le preguntaron: ¿Dónde sucederá esto, Señor?
Jesús les respondió: Donde esté el cadáver, se juntarán los buitres.

Hoy el evangelio nos sigue proponiendo la reflexión sobre la llegada del fin de los tiempos; nos trae palabras de Jesús sobre cómo preparar la llegada del Reino.
Este tema era y, para algunos, es un asunto candente que causa mucha inquietud y discusión y en ocasiones temor. Jesús nos habla de un final, un tiempo, un día, en que todos sus hijos e hijas deberemos encontrarnos con él.
No se trata de un destino trágico o de una infeliz espera de un final tenebroso que está próximo a suceder, sino más bien de un llamado a despertar nuestras conciencias dormidas, acomodadas, encerradas en un individualismo límite, ¡tomar conciencia! para cambiar nuestras actitudes, pensar y actuar como Dios lo quiere para sus hijos.
Se nos llama a dejar a un lado nuestro egoísmo, a cambiar de vida y a comprometernos en la construcción del Reino de Dios; así celebraremos el encuentro feliz por haber llegado por fin a nuestra casa eterna.
¿Cómo estoy preparando la llegada del Reino?
¿De qué necesito liberarme?


Máxima

Preparemos el corazón para recibir a Dios


Palabras de Gabriel Deshayes


Es Dios mismo quien lo dijo: El reino de los cielos sufre violencia y solo quienes la ejercen pueden llegar a él. Los justos sólo pueden pretender llegar a él con esta condición. ¿Creerá el pecador que puede ir a él sin esfuerzo? No, hermanos míos, sería un error pensar eso: hay dificultades que superar, enemigos que vencer cuando uno desea trabajar seriamente para su conversión. Pero estas dificultades no son insuperables, estos enemigos no son invencibles. Con la gracia de Dios, que nunca niega, el pecador puede triunfar sobre unos y otros. Dios, que sinceramente quiere su conversión, le dará todos los medios necesarios para hacerlo”. (S. 10. Sermón sobre la conversión)


El Reino de Dios – La voz del desierto

Jesús viene a nosotros,
su gracia nos derramó.
Somos una familia,
Caminamos hacia Dios
con su amor y con su gracia.

Ternura en su mirada,
desbordada de amor.
Nos abrazaba a todos,
nos abrió su corazón
de esta manera.

Nuestro es el Reino de Dios,
el Reino de Dios.
Nuestro es el Reino.
Oh, oh, oh, oh.
Vuestro es el Reino.

Haciéndome pequeño
tu rostro yo buscaré.
ante lo inesperado
yo siempre te esperaré.
mi corazón has sanado.

Mi vida te la entrego
al servicio, oh Señor.
Nos hacemos pequeños
en tu Espíritu de amor,
porque de ellos es
el Reino de Dios.