1º Macabeos 1, 10-15. 41-43. 54-57. 62-64Salmo 118, 53. 61. 134. 150. 155. 158
Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna.Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía.Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret.El ciego se puso a gritar: Jesús, Hijo de David, ¡ten compasión de mí!Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: ¡Hijo de David, ten compasión de mí!Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran.Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti?Señor, que yo vea otra vez.Y Jesús le dijo: Recupera la vista, tu fe te ha salvado.En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios.Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.
El relato del ciego de Jericó aparece en los tres evangelios sinópticos, con pequeñas variantes en cada uno de ellos: en Marcos se lo nombra como Bartimeo y constituye una escena central en ese evangelio (Mc 10, 46-52), mientras que en Mateo son “dos ciegos” (Mt 20, 29-34). En todos ellos, sin embargo, simboliza el modelo del “verdadero discípulo”: Confía en Jesús, se dirige al Él a pesar de la presión de la gente, su único objetivo (a diferencia de los discípulos que querían “ser los primeros”) es “ver”, y sigue a Jesús por el camino glorificando a Dios.Nuestro anhelo más profundo (aquel que es la voz de lo que somos en profundidad y, por eso mismo, nuestro “maestro interior”) es sencillamente “ver”. El “ver” del que habla aquí, es lo que las tradiciones espirituales o sapienciales conoce como “iluminación”, “despertar”, “realización” o incluso “visión mística”. Se trata de aquella comprensión inmediata por la que caemos en la cuenta de que somos la conciencia misma habitada por su Amor. No tiene que ver con los pensamientos, ni los estudios que uno tenga, ni requiere requisitos previos… (“Bendito seas Padre porque estas cosas se las has ocultado a los sabios y entendidos…”). Tiene más que ver con el anhelo, el deseo profundo que clama en nuestro interior, como el del ciego, que busca aquietar su mente y descansar en la certeza de su ser, en Quien sabemos nos ama. Ahí habremos “visto” y cesará la búsqueda. No quedará sino “seguir” viviendo con gozo, “glorificando a Dios”.¿Escucho la voz del Anhelo y soy consecuente con él?
Señor, que vea
Y bien, los milagros de la caridad acaban de ser renovados ante nuestros ojos. Antes del retiro, ¿en qué estado estaban? Sus ojos estaban cerrados a la luz y se hundían en vías de perdición; estaban sin fuerzas para caminar por el camino de la salvación, y sus pobres almas estaban cubiertas de pecado… Ahora ustedes también están curados. ¡Gloria a Dios! En pocos días, al mismo tiempo que la salud de sus almas, han encontrado paz, alegría, inocencia y todos lo bueno. Oh! ¡Qué contentos están! ¡Qué felices! ¡Cuántas gracias le deben a Dios! (Clausura de un retiro)
No tengas miedotú no te rindasno pierdas la esperanza.No tengas miedoYo estoy contigo en lo que vengay nada puede ni podrá el desconsueloretando a la esperanza.Anda, levántate y anda.No tengas miedo, no desesperes,no pierdas la confianza.No tengas miedo,Yo voy contigo siemprey a donde vayas.No dejes que envejezca un solo sueñocosido a alguna almohada.Anda, levántate y anda.No tengas miedo,Yo te sujeto, sólo confía y salta.No tengas miedo voy a cuidarte, te alzaré cuando caigas.Siempre puedes empezar de cero.Yo lo hago todo nuevo.Anda, levántate y anda.Tú eres mi sueño y mi causano pienses que voy a dejarte caervoy a despertarte y estaré a tu ladopara que cada día sea un nuevo renacery para que tengas vida!Anda, levántate!