Abnegación

Acabo de ofrecer a Dios el sacrificio del cuerpo y de la sangre de su Hijo para pedirle la resignación, la calma y el humilde coraje de los que ambos tenemos necesidad, en un momento en que nuestra alma está quebrada por inexpresables penas… ¡Mi pobre Feli! ¡Créeme que te amo mucho!

Yo sí que te conozco:
Tu vida está en mis manos.
Sos el barro que formo.
Vos sos el barro que amo.

Déjame que te sople mi Aliento…
Déjame modelarte a mi imagen…
Déjame darte una forma nueva…
Deja a tu Alfarero que trabaje…

Un barro dócil que confía en su Artesano,
barro que se funde y nace un nuevo vaso,
donde lleves el tesoro de mi vida y de mi abrazo…

Volver al barro para sentir mi presencia.
Embarrarse para ganar transparencia.
Barro abierto al Soplo nuevo,
que hace nueva la existencia.

Déjame que te sople mi Aliento…
Déjame modelarte a mi imagen…
Déjame darte una forma nueva…
Deja a tu Alfarero que trabaje…

Yo sí que te conozco:
Tu vida está en mis manos.
Sos el barro que formo.
Vos sos el barro que amo.

Y tenele paciencia a tu barro…
Y tenele confianza a mis tiempos…
Y mirá cómo ejerzo este oficio…
Y volvete también alfarero…

El ‘día a día’, es taller simple y fraterno,
donde imaginar lo valioso y lo bueno,
donde modelar, pacientes,
el diseño de lo nuevo.

Volver al barro es consagrar lo cotidiano,
es involucrarse, quedando embarrados,
es cuidar y amar el rostro bello
y frágil de lo humano.

Y tenele paciencia a tu barro…
Y tenele confianza a mis tiempos…
Y mirá cómo ejerzo este oficio…
Y volvete también alfarero…

Yo sí que te conozco:
Tu vida está en mis manos.
Sos el barro que formo.
Vos sos el barro que amo.

Vos sos el barro que amo
Yo sí que te conozco …

Antífona 1:
Tengo derecho de esperar que el mismo espíritu de abnegación, de obediencia, de humildad y de celo reinará y se perpetuará en mis dos sociedades.

Salmo 32
Himno al poder y a la providencia de Dios

Aclamen, justos, al Señor, 
que merece la alabanza de los buenos. 

Den gracias al Señor con la cítara, 
toquen en su honor el arpa de diez cuerdas; 
cántenle un cántico nuevo, 
acompañando los vítores con bordones: 

Que la palabra del Señor es sincera, 
y todas sus acciones son leales; 
el ama la justicia y el derecho, 
y su misericordia llena la tierra. 

La palabra del Señor hizo el cielo; 
el aliento de su boca, sus ejércitos; 
encierra en un odre las aguas marinas, 
mete en un depósito el océano. 

Tema al Señor la tierra entera, 
tiemblen ante El los habitantes del orbe: 
porque Él lo dijo, y existió, 
Él lo mandó y surgió. 

El Señor deshace los planes de las naciones, 
frustra los proyectos de los pueblos; 
pero el plan del Señor subsiste por siempre, 
los proyectos de su corazón, de edad en edad. 

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, 
el pueblo que Él se escogió como heredad. 

El Señor mira desde el cielo, 
se fija en todos los hombres; 
Desde su morada observa 
a todos los habitantes de la tierra: 
El modeló cada corazón, 
y comprende todas sus acciones. 

No vence el rey por su gran ejército, 
no escapa el soldado por su mucha fuerza, 
nada valen sus caballos para la victoria, 
ni por su gran ejército se salvan. 

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, 
en los que esperan su misericordia, 
para librar sus vidas de la muerte 
y reanimarlos en tiempo de hambre. 

Nosotros aguardamos al Señor: 
Él es nuestro auxilio y escudo; 
con Él se alegra nuestro corazón, 
en su santo nombre confiamos. 

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, 
como lo esperamos de ti.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1:
Tengo derecho de esperar que el mismo espíritu de abnegación, de obediencia, de humildad y de celo reinará y se perpetuará en mis dos sociedades.

Antífona 2:
Sean humildes, dóciles, pacientes y tendrán la paz y serán bendecidos por Dios.

Salmo 130
Abandono confiado en los brazos de Dios

Señor, mi corazón no es ambicioso, 
ni mis ojos altaneros; 
no pretendo grandezas 
que superan mi capacidad; 
sino que acallo y modero mis deseos, 
como un niño en brazos de su madre. 

Espere Israel en el Señor 
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2:
Sean humildes, dóciles, pacientes y tendrán la paz y serán bendecidos por Dios.


Estoy atrasado en escribirle: esto se debe a que antes de hacerlo, quería venir aquí donde tenía tantas cosas para decir y para enterarme. Estoy pues en París desde hace tres semanas y no creo haber perdido mi tiempo. Me es dulce poder asegurarle que todo se prepara de la mejor manera para una restauración completa de la religión en las colonias.
Tenga paciencia, ánimo, abnegación y usted verá que el buen Dios lo recompensará magníficamente por todo lo que haya hecho y sufrido por él; pero, una vez más, cuídese mucho de las ideas tristes que lo fatigan algunas veces y que lo llevan a fallar en la perseverancia: son verdaderas y muy peligrosas tentaciones.

Antífona: Pida por mí a Jesús, nuestro divino Maestro, la resignación, la calma, la valentía humilde de la que tengo necesidad más que nunca en mi tan penosa situación.

Maravillas hizo en mí;
mi alma canta de gozo
pues al ver mi pequeñez
se detuvieron sus ojos.
Y el que es Santo y Poderoso
hoy aguarda por mi sí.
Mi alma canta de gozo.
Maravillas hizo en mí.

Maravillas hizo en mí;
del alma brota mi canto.
El Señor me ha amado
más que a los lirios del campo.
Por el Espíritu Santo,
Él habita hoy en mí.
No cese nunca mi canto.
Maravillas hizo en mí.

Antífona: Pida por mí a Jesús, nuestro divino Maestro, la resignación, la calma, la valentía humilde de la que tengo necesidad más que nunca en mi tan penosa situación.

A cada intención respondemos:

Que el amor nos mueva a servir

-. Que vivamos atentos a las necesidades de los hermanos.

-. Que siempre pongamos a los otros en primer lugar.

-. Que Cristo sea el centro de nuestras motivaciones.

-. Que busquemos responder con alegría y prontitud cuando nos requieren.

-. Que sepamos posponer nuestros intereses ante los demás.

Señor consérvanos en guardia contra los prejuicios, que se apropian, a veces, de los espíritus sin que nos percatemos y, en fin, contra las celosas desconfianzas que turban la paz, agrían el espíritu y rompen la unión de los corazones, unión tan necesaria, unión tan preciosa. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén