Abnegación

Me gustaría verte más resignado a la santa voluntad de Dios y más deseoso de ser más semejante a Jesucristo crucifica­do. No hallarás la paz del alma y no disfrutarás la alegría del corazón más que en la medida en que estés en esas santas disposiciones de abandono a la voluntad de Dios y de renun­ciamiento de ti mismo.

Dios mío, que tu voluntad sea siempre la mía.
No tengo más que un solo deseo,
No oponer jamás la menor resistencia
A lo que pidas de mí.
¡Me entrego a ti completamente!
Haz lo que quieras de esta pobre criatura.
Amén

Debes amar, 
la arcilla que va en tus manos, 
debes amar, 
su arena hasta la locura 
y si no, no la emprendas 
que será en vano. 
Sólo el amor 
alumbra lo que perdura, 
sólo el amor 
convierte en milagro el barro. 

Debes amar, 
el tiempo de los intentos, 
debes amar, 
la hora que nunca brilla 
y si no, 
no pretendas tocar lo cierto. 
Sólo el amor 
engendra la maravilla, 
sólo el amor 
consigue encender lo muerto. 

Antífona 1:
Practique la humildad, la mortificación y la obediencia con un gran celo.

Salmo 26
Confianza ante el peligro

El Señor es mi luz y mi salvación, 
¿a quién temeré? 
El Señor es la defensa de mi vida, 
¿quién me hará temblar? 

Cuando me asaltan los malvados 
para devorar mi carne, 
ellos, enemigos y adversarios, 
tropiezan y caen. 

Si un ejército acampa contra mí, 
mi corazón no tiembla; 
si me declaran la guerra, 
me siento tranquilo. 

Una cosa pido al Señor, 
eso buscaré: 
habitar en la casa del Señor 
por los días de mi vida; 
gozar de la dulzura del Señor, 
contemplando su templo. 

El me protegerá en su tienda 
el día del peligro; 
me esconderá 
en lo escondido de su morada, 
me alzará sobre la roca; 

y así levantaré la cabeza 
sobre el enemigo que me cerca; 
en su tienda sacrificaré 
sacrificios de aclamación: 
cantaré y tocaré para el Señor. 

Escúchame, Señor, que te llamo; 
ten piedad, respóndeme. 
Oigo en mi corazón: 
«Busquen mi rostro». 
Tu rostro buscaré, Señor, 
no me escondas tu rostro. 

No rechaces con ira a tu siervo, 
que tú eres mi auxilio; 
no me deseches, no me abandones, 
Dios de mi salvación. 

Si mi padre y mi madre me abandonan, 
el Señor me recogerá. 
Señor, enséñame tu camino, 
guíame por la senda llana, 
porque tengo enemigos. 

No me entregues 
a la saña de mi adversario, 
porque se levantan contra mí 
testigos falsos, 
que respiran violencia. 

Espero gozar de la dicha del Señor 
en el país de la vida. 
Espera en el Señor, sé valiente, 
ten ánimo, espera en el Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1:
Practique la humildad, la mortificación y la obediencia con un gran celo.

Antífona 2:
Sin ambición terrena, perseveren en su humilde estado y no aspiren a puestos más altos.

Salmo 142
Lamentación y súplica ante la angustia

Señor, escucha mi oración; 
tú, que eres fiel, atiende a mi súplica; 
tú, que eres justo, escúchame. 
No llames a juicio a tu siervo, 
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti. 

El enemigo me persigue a muerte, 
empuja mi vida al sepulcro, 
me confina a las tinieblas 
como a los muertos ya olvidados. 
Mi aliento desfallece, 
mi corazón dentro de mí está yerto. 

Recuerdo los tiempos antiguos, 
medito todas tus acciones, 
considero las obras de tus manos 
y extiendo mis brazos hacia ti: 
tengo sed de ti como tierra reseca. 

Escúchame en seguida, Señor, 
que me falta el aliento. 
No me escondas tu rostro, 
igual que a los que bajan a la fosa. 

En la mañana hazme escuchar tu gracia, 
ya que confío en ti. 
Indícame el camino que he de seguir, 
pues levanto mi alma a ti. 

Líbrame del enemigo, Señor, 
que me refugio en ti. 
Enséñame a cumplir tu voluntad, 
ya que tú eres mi Dios. 
Tú espíritu, que es bueno, 
me guíe por tierra llana. 

Por tu nombre, Señor, consérvame vivo; 
por tu clemencia, sácame de la angustia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2:
Sin ambición terrena, perseveren en su humilde estado y no aspiren a puestos más altos.


Intenta levantar su alma y desprenderla de todos los afectos terrestres; el apego a un lugar más que  a otro, el ansia demasiado viva de ciertos consuelos muy humanos, son grandes miserias; morir al mundo y a sí mismos, es por el contrario la vida, la alegría, la verdadera dicha.
Un cristiano y con mayor razón un religioso, debe verlo todo, juzgarlo todo a la luz de la fe y considerar que lo que contraría sus gustos, sus deseos naturales, es lo que le puede suceder de más feliz en el orden de la salvación.

Bendictus Ain Karem

Antífona:
Vayan con espíritu de fe, de humildad, de celo, no teniendo en vista más que la gloria de Dios y la salvación de los niños.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la familia de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por la boca de sus santos profetas.

Despertad, preparaos,
rompiendo las tinieblas viene el sol;
despertad, preparaos,
la salvación nos visita
y se encarna en nuestro pueblo.

Es la Salvación que nos libera
de nuestros enemigos y del poder del mal,
nos sostiene con su misericordia
con la que bendijo a nuestros padres,
porque Él recuerda siempre su Alianza
y el juramento que juró a Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia
en su Presencia, toda nuestra vida.
Y tú, Juan, serás llamado ‘profeta del Altísimo’
porque irás delante de Él preparando el camino,
anunciando a su pueblo la Salvación
y el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios
nos visitará el sol que nace de lo alto
para que su luz alumbre a los que viven
en las tinieblas y en sombras de muerte
para guiar, siempre, nuestros pasos,
por el camino de su paz.

Antífona:
Vayan con espíritu de fe, de humildad, de celo, no teniendo en vista más que la gloria de Dios y la salvación de los niños.

A cada intención respondemos:

Señor, danos espíritu de abnegación

-. Ante las situaciones sin brillo.

-. Ante las situaciones de cruz y dolor.

-. Cuando lo que nos nace, es huir de la carga circunstancial de trabajo.

-. Cuando la renuncia al mundo y a sus placeres se nos hace cuesta arriba.

-. Ante las situaciones difíciles de relación con los hermanos.

-. Cuando el interés personal o el orgullo quieren ser la tónica de la entrega.

Señor, consérvanos siempre en el espíritu de simplicidad, de renuncia al mundo y a todo lo que es del mundo; en el amor a la pobreza, a la mortificación y al sufrimiento, en la humilde fidelidad a la regla, en una palabra, en la práctica de todas las virtudes propias de la vida religiosa. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.