Sabiduría 18, 14-16; 19, 6-9Salmo 104, 2-3. 36-37. 42-43
Evangelio: Lucas 18, 1-8
Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario.Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme.Y el Señor dijo: Oigan lo que dijo este juez injusto.Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar?Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia.Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?
En esta parábola, Lucas nos presenta uno de sus temas favoritos, que es la oración, para inculcarles que hace falta orar siempre sin cansarse, les contó una parábola” (Lc 18,1).Lucas es el evangelista que más veces presenta a Jesús orando e invitando a la comunidad a poner en práctica la oración.La parábola del juez que vivía en una ciudad sin nombre, con un sistema en el que la justicia rara vez llegaba a las personas excluidas, no tiene nada de raro. Lucas presenta muy negativamente la figura del “juez,” ya que dicho individuo actúa como la persona necia que ha decidido vivir sin Dios, sin comunidad y sin ley. Este juez injusto no puede ni debe ser la imagen de Dios, porque se ha separado de la justicia de Dios, al no hacer prevalecer la justicia en favor de las personas pobres y excluidas de la comunidad, como es el caso de la viuda. “Hazme justicia de mi adversario” (Lc 18:3) no es sólo el grito de la viuda de nuestra parábola, sino que esta demanda se ha convertido en el grito eterno de todas las personas que claman día y noche al Dios de la justicia. Este es el grito de millones y millones de personas que, del norte al sur y del este al oeste, recurren una vez más al Dios de la justicia, cuando los sistemas injustos al igual que las personas injustas, desoyen el clamor de las nuevas viudas.“Hacer justicia” se repite en la parábola en cuatro ocasiones (Lc 18:3, 5, 7, 8). Sabemos que Dios hace justicia sin tardanza a las personas elegidas, si claman a Dios día y noche (Lc 18, 7). En la parábola Dios no es el único que hace justicia, sino que también una viuda, sin nombre y sin apellido, hace justicia, porque, que se le haga justicia contra su enemigo es mérito de la perseverancia de la viuda en su reclamo.¿Cómo fue que la viuda se hizo justicia? A menudo se banaliza la acción de la viuda en relación con el juez y con su enemigo anónimo. Erróneamente se ha leído e interpretado que es el juez quien al final le “hace justicia” a la viuda, para que no siga molestando (Lc 18:5). ¡Es la viuda quien se hace justicia contra su enemigo y pone al juez en su lugar!El verbo que se ha traducido como “molestar” en 18,5 es un verbo fuerte y violento. El verbo griego hypopiazo pertenece al mundo del boxeo, así que la traducción sería “dejar el ojo morado” o “noquear” al contrincante. Sólo dos veces aparece este verbo en todas las Escrituras cristianas (la otra vez es en 1 Co 9:27) y en ambas el significado es de agresión. La viuda, como “boxeadora”, ha mandado al juez a la lona y ha desenmascarado a quien es responsable de impartir justicia. Así que la idea que a menudo se hace de la viuda, de ser “callada,” “dócil,” “sumisa” y “abnegada,” y de vivir con resignación la opresión de sus enemigos, debe desaparecer en nuestra interpretación.Lucas en esta parábola nos presenta el prototipo de lo que debe ser la mujer de fe. Esta mujer actúa como Dios, pelea con jueces injustos, y se hace justicia contra enemigos poderosos. Cuando imitemos a la viuda que se hace justicia, entonces podremos estar seguros de que cuando venga el hijo de la humanidad efectivamente encontrará una fe activa en la tierra. (Cf Manuel Villalobos Mendoza en Working Preacher)
Cuánta fuerza tendrán tantas oraciones, ayunos, limosnas y lágrimas, en el corazón del Dios de la misericordia, este Dios de la bondad que ha prometido perdón a todos los pecadores que regresaran a él con lágrimas y penitencias”. (Sermón nº 12, sobre el jubileo)
Te suplicamos, Señor,que manifiestes tu bondad,salva a todos cuantos sufrenla mentira y la maldad.Ten piedad de los humildes,y a los caídos levantahasta el lecho del enfermoacerca tu mano santa.Entra en la casa del pobrey haz que su rostro sonría,para el que busca trabajosé Tú fuerza y compañía.A la mujer afligidadale salud y reposo,y a la madre abandonadaun buen hijo generoso.Encuéntrale Tú el caminoal hijo que huyó de casa;al pescador perdido,al vagabundo que pasa.Que el rico te mire en cruzy a sus hermanos regale;que no haya odio ni envidiasentre tus hijos iguales.Da al comerciante justicia,al poderoso humildad;a los que sufren pacienciay a todos tu caridad.Venga a nosotros tu Reino,perdona nuestros pecadospara que un día seamoscon Cristo resucitados.Tú Señor, que puedes estoy mucho más todavía,recibe nuestra alabanzapor Jesús y con María.
Oración por el Capítulo General