Presentación de la Santísima Virgen María

2ª Macabeos 6, 18-31
Salmo 3, 2-8

Jesús entró en Jericó y atravesaba la cuidad.
Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era el jefe de los publicanos.
Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura.
Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: Se ha ido a alojar en casa de un pecador.
Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más.
Y Jesús le dijo: Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido.


Nos encontramos en torno a la palabra del Señor en este día. El Evangelio de San Lucas nos relata claramente esta escena bíblica que muchos conocemos: Jesús entra en Jericó, y atraviesa la ciudad y allí aparece un hombre llamado Zaqueo que era jefe de los publicanos y que quería ver a Jesús. Tenía todas las riquezas, pero era limitado en su altura, por eso decide subir a un sicomoro para poder ver y reconocer a Jesús.

También nosotros estamos llamados a descubrir cuáles son aquellas riquezas que nos impiden ver a Jesús, cuales son aquellas riquezas que de alguna manera nos atan, nos esclavizan, no nos permiten sentirnos libres y nos limitan.

Sin embargo Zaqueo no se quedó en su límite de estatura sino que busco ver a Jesús. Algo había en su corazón, alguien le habría hablado de Jesús, alguien le habría contado lo que Jesús era capaz de regalarle, de darle, el tesoro, la riqueza que le podía. Y eso para nosotros tiene mucha validez porque nosotros debemos aprender de tantos hombres y mujeres que se han encontrado con Jesús, que quizás estaban en caminos alejados como nos ha pasado a nosotros y que de algún modo hemos buscado encontrarnos con el Señor de la vida, ya que somos sus criaturas y por lo tanto siempre buscamos al creador.

En este día pidámosle al Señor que no solo cambiemos de vida, sino que podamos ser cada día mejores servidores, mejores instrumentos de su amor, y que podamos compartir y dar todo aquello que nos ata para sentirnos libre, para poder alcanzar esa salvación que el Señor nos ha regalado.

Jesús termina diciendo ante la murmuración de todos aquellos que ven que Jesús ha entrado en la casa de Zaqueo, que quiere alojarse en su casa, que baje pronto. También hoy Jesús quiere alojarse en nuestro corazón, quiere cambiarnos la vida, quiere renovarnos, quiere mostrarnos este camino que tiene que ver con la salvación.

Termina Jesús diciendo en este Evangelio: hoy ha sido ofrecida la salvación en esta casa; también este es un hijo de Abraham, porque hoy el hijo de Dios ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.

Cada uno de nosotros hemos sido encontrados, cada uno de nosotros hemos estado perdidos, y hemos alcanzado y vamos alcanzando la Salvación que el Señor nos regala. Que El Señor sea tu luz y guía y te acompañe en el camino de la Vida


Esas son las disposiciones en las que deben estar para recoger los frutos del retiro, es decir, para aprovechar de esta hora en la que el mismo Jesucristo, movido de compasión a la vista de su profunda miseria, viene a ustedes lleno de dulzura y les dice como en otro tiempo a su discípulo Zaqueo: Heme aquí, yo soy tu salvación. Pidan al buen Dios con humilde y vivo ardor que no permita que abusen de una gracia tan excelente”. (Sermón: Una sola cosa es necesaria.

Para Dios nadie está perdido.

Cuánto he esperado este momento;
cuánto he esperado que estuvieras aquí;
cuánto he esperado que me hablaras;
cuánto he esperado que vinieras a mí.
Yo sé bien lo que has vivido,
yo sé bien por qué has llorado.
Yo sé bien lo que has sufrido
pues de tu lado no me he ido.

Pues nadie te ama como yo.
Pues nadie te ama como yo.
Mira la cruz, esa es mi más grande prueba.
Nadie te ama como yo.
Pues nadie te ama como yo,
pues nadie te ama como yo.
Mira la cruz, fue por ti, fue porque te amo.
Nadie te ama como yo.

Yo sé bien lo que me dices
aunque a veces no me hablas.
Yo sé bien lo que en ti sientes
aunque nunca lo compartas.
Yo a tu lado he caminado,
junto a ti yo siempre he ido,
aún a veces te he cargado.
Yo he sido tu mejor amigo.