San Andrés Dung-Lac y compañeros mártires

1ª Macabeos 4, 36-37. 52-59
1ª Crónica 29, 10-12 (Salmo)

Al entrar al Templo, Jesús se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones.
Y diariamente enseñaba en el Templo.
Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.

Señor, me indigna que tu Templo se convierta en “cueva de bandidos”. Me indigna que tu casa sea un mercado de gente sin escrúpulo que hace negocio con las cosas más sagradas. Yo quiero ofrecerte mi casa, mi pequeño templo, para que estés a gusto. Desde ahí quiero escuchar tu Palabra y ponerla en práctica.

Este texto debió ser muy importante en la Iglesia primitiva ya que está recogido en los cuatro evangelistas. San Lucas, pasa un poco por encima el episodio de los vendedores del Templo, ya que quita lo que aparece en Marcos que “tiró las mesas” y lo de Juan que “tomó un látigo”. Le interesa más centrarse en el mensaje, que se puede reducir a estos puntos:

  • Recuperar el Templo como “casa de oración”. Es lo que había dicho el profeta Isaías en 56,7.
  • El Templo no puede ser espacio de inmunidad para los maleantes y mercaderes, que se sienten seguros en él.
  • Jesús, rodeado del pueblo, crea un nuevo espacio de encuentro del hombre con Dios. El pueblo está con Jesús y   en este pueblo se diseña el verdadero pueblo de Dios de Israel, que está pronto a aceptar el mensaje de Dios anunciado por Jesús.  Este es el pueblo que acudía junto a Pedro y Juan (Act 3,11); éstos hablan al pueblo (4,1); el pueblo tenía en gran estima a la Iglesia naciente (5,13).

El Nuevo Pueblo de Dios no se edificará reconstruyendo el viejo Templo. Sí con el pueblo humilde y sencillo que escucha el mensaje de Jesús y trata de “atestiguarlo en Jerusalén, en Judea, en Samaría y hasta en los últimos rincones de la tierra” (Hech. 1,8).

Señor, yo quiero tomar conciencia
de que soy Templo del Espíritu Santo.
Y este templo es mucho mejor
que el mismo templo de Jerusalén.
Este templo quiero que sea para mí
un lugar de encuentro contigo.
Desde este templo elevaré a Ti
mis primeras oraciones de la mañana
y elevaré hacia Ti el incienso de la tarde
como alabanza a tu Santo Nombre.

Y, desde ahora, miraré a las personas como
“templos vivos del Espíritu Santo”.

Purifiquemos nuestro corazón


Estas pocas palabras bastarán, sin duda, para hacernos sentir la necesidad de implorar, cada uno para sí y cada uno para los demás, con gran ardor, las luces celestiales, y purificar más y más nuestro corazón de la vieja levadura, a fin de que nada detenga en él la acción de la gracia; ella se extenderá sobre nosotros, estemos bien convencidos, con una maravillosa abundancia, si no le ponemos ningún obstáculo”. (Apertura del retiro de 1828)

Próxima la Pascua, subió a Jerusalén
y encontró en el Templo,
mercaderes por doquier.
Era un gran negocio el favor de Dios vender.
Falsos propietarios ostentaban su poder.
Bueyes y palomas, ovejas y dinero,
rituales, sacrificios, tantos pobres sin acceso.
Jesús al ver aquello, las mesas arrojó.
Con cuerdas, dando azotes, expulsándolos gritó:

La casa de mi Padre es casa de oración
y la han convertido en casa de ladrones.
Tarifando su favor, el templo han destrozado,
mas yo lo levantaré y allí Dios será encontrado.

Tal como lo predijo el templo un día cayó,
pero al crucificado, el Padre lo exaltó.
En tan sólo tres días, Jesús resucitó,
y es templo y es camino
que nos conduce a Dios.

Con Dios no se negocia comprando sacrificios.
Él ve los corazones, humildes y contritos.
El templo más sagrado está en el corazón
pobres y pecadores, si aman, tendrán perdón.

La casa de mi padre es casa de oración
y la han convertido en casa de ladrones.
Tarifando su favor, el templo han destrozado,
mas yo lo levantaré y allí Dios será encontrado.

“El celo de tu casa me consume”.
Nadie el perdón de dios puede vender,
pues Él por nuestras culpas ya ha pagado
y nadie más podrá a Dios esconder.