Ezequiel 34, 11-12.15-17Salmo: 22, 1-3.5-61ª Corintios 15, 20-26.28
Jesús dijo a sus discípulos:Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver».Los justos le responderán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?».Y el Rey les responderá: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo».Luego dirá a los de su izquierda: «Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron».Estos, a su vez, le preguntarán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?»Y él les responderá: «Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo».Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna.
En la fiesta de Cristo Rey la Iglesia nos propone este texto de Mateo que “recoge un relato impresionante donde se habla de la ayuda a los necesitados como el criterio que decidirá la suerte final de todos. Es una narración en la que se combina una descripción grandiosa del juicio de ‘todas las naciones’ reunidas ante su rey y una sencilla escena pastoril que se repetía todos los días al atardecer, cuando los pastores recogían sus rebaños.La escena es grandiosa. El Hijo del hombre llega como rey con un cortejo grandioso, ‘acompañado de todos sus ángeles’, y se sienta en su ‘trono de gloria’. Ante él comparece la ‘asamblea de todas las naciones’. Es el momento de la verdad. Allí están gentes de todas las razas y pueblos, de todas las culturas y religiones, generaciones de todos los tiempos. Todos los habitantes del orbe, Israel y los pueblos gentiles van a escuchar el veredicto final.El rey comienza por separarlos en dos grupos, como hacían los pastores con su rebaño: las ovejas a un lado, para dejarlas al fresco durante la noche, pues así les va mejor; las cabras a otro lado, para cobijarlas en el interior, porque el frío de la noche no les hace bien. El rey y pastor de todos los pueblos tiene con cada grupo un diálogo esclarecedor.Al primer grupo le invita a acercarse: ‘Vengan, benditos de mi Padre’: son hombres y mujeres que reciben la bendición de Dios para heredar el reino ‘preparado para ellos desde la fundación del mundo’.Al segundo grupo le invita a apartarse: ‘Apártense de mí, malditos’ (no les llama ‘malditos de mi Padre’, porque el Padre de Jesús no maldice nunca): son los que se quedan sin la bendición de Dios y sin el reino. Sin duda, esta manera de formular la presencia de Cristo en los que sufren solo fue posible cuando las comunidades cristianas creyeron en Jesús, crucificado por las autoridades romanas y los representantes del templo, pero resucitado por Dios a una vida nueva.En realidad, no hay propiamente una sentencia judicial. Cada grupo se dirige hacia el lugar que ha escogido. Los que han orientado su vida hacia el amor y la misericordia terminan en el reino del amor y la misericordia de Dios. Los que han excluido de su vida a los necesitados se autoexcluyen del reino de Dios, donde sólo hay acogida y amor.El criterio para separar a los dos grupos es preciso y claro: unos han reaccionado con compasión ante los necesitados; los otros han vivido indiferentes a su sufrimiento. El rey habla de seis situaciones de necesidades básicas y fundamentales. No son casos irreales, sino situaciones que todos conocemos y que se dan en todos los pueblos de todos los tiempos. En todas partes hay hambrientos y sedientos; hay inmigrantes y desnudos; enfermos y encarcelados. No se dicen en el relato grandes palabras. No se habla de justicia y solidaridad, sino de comida, de ropa, de algo de beber, de un techo para resguardarse. No se habla tampoco de ‘amor’, sino de cosas tan concretas como ‘dar’, ‘acoger’, ‘visitar’, ‘acudir’. Lo decisivo no es un amor teórico, sino la compasión que ayuda al necesitado.La sorpresa se produce cuando el rey asegura: ‘Cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron’. El primer grupo manifiesta su asombro: nunca han visto al rey en estas gentes hambrientas, enfermas o encarceladas; ellos han pensado solo en su sufrimiento, en nada más. La extrañeza es compartida por el segundo grupo: ni se les había pasado por la cabeza que podían estar desatendiendo a su rey. Pero este se reafirma en lo dicho: él está presente en el sufrimiento de estos ‘hermanos pequeños’. Lo que se les hace a ellos se le está haciendo a él.Los que son declarados ‘benditos del Padre’ no han actuado por motivos religiosos, sino por compasión. No es su religión ni la adhesión explícita a Jesús lo que los conduce al reino de Dios, sino su ayuda a los necesitados. El camino que conduce a Dios no pasa necesariamente por la religión, el culto o la confesión de fe, sino por la compasión hacia los ‘hermanos pequeños’. Se les recompensa por haber socorrido al necesitado.Podemos decir sin temor a equivocarnos que la ‘gran revolución religiosa’ llevada a cabo por Jesús es haber abierto otra vía de acceso a Dios distinta de lo sagrado: la ayuda al hermano necesitado. La religión no tiene el monopolio de la salvación; el camino más acertado es la ayuda al necesitado. Por él caminan muchos hombres y mujeres que no han conocido a Jesús”. (Pagola, Jesús Aproximación histórica)Para los Menesianos Jesús se hace presente en los pequeños, en el niño pobre, en el analfabeto, en el que tiene dificultades de aprendizaje y conducta. El desprecio del pobre es desprecio de Jesús, pues él se identificó con ellos. En los pequeños nos pide de comer, nos solicita el pan de la palabra y de la instrucción. El menesiano que partió y repartió el pan de la instrucción, de la educación y de la evangelización entrará en la gloria de su Señor con todos aquellos a los que socorrió.
Los benditos del Padre: La vida se juega en los lazos que tejemos con los más pequeños. Viven actitudes de compasión para con sus hermanos más pequeños. Tienen para con ellos gestos y actitudes concretas, nos son palabras ni discursos. Sus prácticas, los hacen participes de la fiesta que les fue preparada desde el origen. El lazo de humanidad que supieron tejer los salvó, sin ellos saberlo conscientemente. Los malditos (no del Padre): viven actitudes de indiferencia para con sus hermanos más pequeños. Su conducta es la omisión. No tienen gestos concretos a favor de los más pequeños. Sus prácticas, sus-no-prácticas, los ubican fuera de la fiesta del Reino. Las prácticas religiosas desencarnadas no salvan, incluso despistan, desubican, hacen que no entendamos el porqué de la sentencia del Rey.
Se dirá el último día a aquellos que no han practicado misericordia hacia sus hermanos: No han traído aquí ningún sentimiento de humanidad, no encontrarán ninguno; han sembrado la dureza, la inhumanidad, recogerán sus gavillas. Han huido a la misericordia, ella se alejará de ustedes. Han despreciado a los pobres, serán despreciados por Aquél que se ha hecho pobre por amor (Cita de S. Gregorio. Biblia de los padres, p. 464)
Reina Señor en nuestra casa,reina Señor en nuestro corazón.Llena el silencio de hoycon tu abundancia de amor.Quédate siempre con nosotros.Gracias Jesús porque me amas tal cual soy.Nada es igual desde que supe de tu amor.Te doy mi nada, mi todo, mi vida, Señor.Tómala antes de perderte.Yo soy tu nada, Tú mi todo.Sin ti no puedo, contigo todo.Reina Señor…