Isaías 63, 16b-17.19b; 64, 2-7Salmo 79, 2ac.3b.15-16.18-191º Corintios 1, 3-9
Tengan cuidado y estén prevenidos porque no saben cuándo llegará el momento.Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela.Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana.No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos.Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: «¡Estén prevenidos!»
Comenzamos un nuevo año litúrgico, el ciclo B (Mc), pero no hay ruptura con el final del ciclo A (Mt). El domingo pasado leíamos la última parábola del evangelio de Mt. Hoy leemos lo último del evangelio de Mc. Los dos tienen como trasfondo la última venida de Cristo, que aquellas comunidades creían cercana, y que utilizan para invitar a vivir con coherencia.Hoy, empezamos un nuevo tiempo litúrgico: Adviento. Para nosotros es tiempo de espera, pero no de una espera estática sino, de una espera dinámica. Esperamos la venida del Mesías, de Jesús el Hijo de Dios, aquél que reinará desde un humilde pesebre en Belén, aquél que reinará en condición de niño frágil, pero lleno de gracia y sabiduría.Jesús está en Jerusalén, sentado en el monte de los Olivos, mirando hacia el Templo y conversando confidencialmente con cuatro discípulos: Pedro, Santiago, Juan y Andrés. Los ve preocupados por saber cuándo llegará el final de los tiempos (Mc 13,3-4). A él, por el contrario, le preocupa cómo vivirán sus seguidores.Por eso, una vez más les descubre su inquietud: «Miren, vivan despiertos». Después, dejando de lado el lenguaje terrorífico de los visionarios apocalípticos, les cuenta una pequeña parábola que ha pasado casi desapercibida entre nosotros: ‘Un hombre deja su casa al cuidado de los servidores, a cada uno le asigna una tarea. A todos les pide que estén prevenidos, no sea que llegue, él, y los encuentre dormidos. Por favor, estén prevenidos. Y se va’.El relato sugiere que los seguidores de Jesús formarán una familia, que será ‘la casa de Jesús’. En ella todos son servidores. No hay señores. Todos vivirán esperando al único Señor de la casa: Jesús el Cristo.En la casa de Jesús nadie ha de permanecer pasivo. Todos son necesarios. Todos tienen alguna misión confiada por él. Todos están llamados a contribuir a la gran tarea de vivir como Jesús, al que han conocido siempre, dedicado a servir al reino de Dios.El Menesiano es llamado por el Señor de la casa a asumir una misión al servicio del bien común. Todos somos hermanos y hermanas en ella. No hay señores ni señoras entre nosotros. La igual dignidad está dada por ser discípulos-misioneros.En el altar de esa casa todos nos sentamos a la misma mesa redonda para compartir el pan que se parte y reparte. En esa mesa los pequeños son los comensales y nosotros los meseros. ‘¿Quién es más importante: el que se sienta a la mesa o el que sirve? Yo estoy entre ustedes como el que sirve, dice Jesús’. Somos llamados a vivir como él en el templo de la escuela, de la familia y de la comunidad. La gran preocupación de Jesús es que su Iglesia no se duerma. Por eso, les insiste hasta tres veces: ‘estén despiertos’. No es una recomendación a los cuatro discípulos que lo están escuchando, sino un mandato a los creyentes de todos los tiempos: «Lo que les digo a ustedes, se los digo a todos: estén prevenidos».Se trata de estar despierto para afrontar la vida con una conciencia lúcida. Jesús nos quiere ver a todos despiertos, activos, colaborando con lucidez y responsabilidad.
Jesús y sus discípulos: Jesús es sienta con ellos y se ponen a charlar largo y tendido sobre lo que se viene. Les está ayudando a leer los acontecimientos. Les da pistas. Les recuerda que los lazos que deben vivir entre ellos son de hermanos y servidores, aunque cada uno tenga asignada una tarea distinta en la casa. Jesús teje lazos que ayudan a crecer, a hacerse cargo de lo que viene, ayuda a responsabilizarse, los prepara, no los larga en banda, y les manda que estén prevenidos, pues dormirse pone en riesgo a uno mismo y a otros. Está claro que hay un solo Señor y que todos son servidores, aunque entre ellos hay un portero, que tiene que permanecer en vela para ayudar al resto.
La vigilancia y la oración, he ahí el remedio a las tentaciones; es Jesucristo mismo quien nos lo indica: úsalos con confianza y no te canses de combatir. Debemos estar siempre con las armas en la mano, en medio de las pruebas a las cuales estamos expuestos sin cesar (Carta del 13 diciembre 1843)
Me detengo y me despiertoy te encuentro en lo bello de lo pequeño,en lo que pueda parecer repetido.Y me despierto a mí misma,que respiro, que vivo y me fascinoporque todo me habla de Ti.Hoy despierto a tu presencia.Ven, Señor, te abro la puertade esta mi pobre casa.Hoy despierto a tu presencia.Ven, Señor, te abro la puerta.Gracias por querer ser mi amigo.¡Quédate!Hoy despierto a tu presencia.Ven, Señor, te abro la puerta.Gracias por querer ser mi amigoEstás aquí.Hace falta que despierte,que los ojos de mi espíritu con tu luzme descubran que estás dentro de mí.Hoy despierto a tu presencia.Ven, Señor, te abro la puerta.Sé que vives. ¡Eres tan real!Hoy despierto a tu presencia.Ven, Señor, te abro la puerta.Gracias por querer ser mi amigo¡Quédate!Hoy despierto a tu presencia.Ven, Señor, te abro la puerta.Gracias por querer ser mi amigo.¡Estás aquí!Cada día, cada instante,como un mendigo llamas a mi puerta.Me suplicas que reconozcalas señales de tu amor.