Isaías 11,1-10Salmo 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17
Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo:Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos:¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!
Este hecho está después que los discípulos regresan contentos de una misión y le cuentan a Jesús que los demonios se les sometían. Ya se sentían superhéroes. Sin embargo, Jesús les da otro motivo para alegrarse y es que sus nombres estén escritos en el Cielo.Jesús siente gozo por la llegada de los discípulos y lleno del Espíritu Santo bendice al Padre porque ha querido ocultar el mensaje de la Buena Noticia del amor que Dios nos tiene a los sabios e inteligentes y revelarlo a los pequeños. En los pequeños, que escuchan y viven la Palabra de Dios, Él tiene lugar y puede actuar libremente. El yo no lo ocupa todo; hay lugar para el asombro, para la novedad de Dios.El papa Francisco dice que “los pequeños son aquellos que, como los niños, se sienten necesitados y no autosuficientes, están abiertos a Dios y dejan que sus obras los asombren. ¡Ellos saben leer sus signos y maravillarse por los milagros de su amor!”
Dios se revela a los sencillos
Apoyémonos en Dios sólo, no nos apeguemos más que a Dios sólo, no deseemos más que el cumplimiento de su santa voluntad, siempre santa, siempre justa, siempre misericordiosa. No miremos ya hacia la tierra, y como la sierva fiel de la que habla el santo rey David, mantengamos nuestra mirada fija en las manos de nuestro Maestro, para obedecer al más ligero signo que nos haga, para dejarnos dirigir, llevar de su mano, como esos niños pequeños que no saben más que someterse, humillarse, dejarse conducir”. (A las Hnas de la Providencia)
Como pan pequeño,como pez chiquito,en tus manos todocobra sentido.Tú, Jesús, me tomascon inmensa ternura,me ofreces al Padre,me haces bendita.La tarea toda, el trabajo, el envío,dará fruto en tu Nombre,si en tu Nombre lo vivo.Por tu idioma o tu origen,¿quién te dijo: «no cabes»?Aquí, todos distintos,aquí, todos iguales.¿Quién no trae de la vida,alegrías, dolores?Compartida la mesa,los haremos manjares.Terminó la tarea,recogemos las sobras;nada hay despreciable,todo tú lo transformas.Que aprenda a tu ladoa repartirme contigo,a ser fuego y abrazo,¡y a seguir el camino!