Isaías 30, 19-21. 23-26Salmo 146, 1-6
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias.Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor.Entonces dijo a sus discípulos: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos.Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia.A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: Vayan a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.
Lo mismo que Jesús hace pide que hagan sus discípulos. El campo de acción es enorme, la cosecha es abundante. Allí tiene a ese puñado de hombres elegidos, no por su preparación, ni valentía, ni con un carisma especial. Son de pueblo, pero ellos serán los encargados de llevar la Buena Nueva y de extenderla por doquier. ¿Qué raro que es Dios?: Para nacer elige una familia humilde de un perdido pueblo, de un pequeño país dominado. Para extender su mensaje manda a un grupo de hombres sacados de diferentes lugares y profesiones, nada preparados por cierto y hasta con un traidor en el medio. ¡Qué bueno que es Dios, que me eligió a mí, a pesar de todo! Si Dios no fuera así, no tendría chance.La cosecha era abundante y los trabajadores pocos en el tiempo de Jesús. En el nuestro la desproporción sigue vigente y no parece que vaya a cambiar tan pronto la situación. Dios no parece asustarse de lo limitado de los recursos puestos en la misión. Seguramente hay otros caminos, desconocidos para nosotros, por los que también se accede a su vida eterna. De todos modos aceptamos la extraña sabiduría de Dios, que vivió entre nosotros pobremente, que aceptó ser clavado en una cruz, que elige gente que muchas veces traiciona sus expectativas, que nos manda a nosotros que somos débiles y nos agarra la tentación de mirar hacia atrás y dejar de sembrar.Importante saber que se nos dio mucho y que eso mismo debemos darlo a manos llenas. Somos los privilegiados de un Dios que nos eligió y quiere hacernos su familia y sus mensajeros. No hicimos nada para serlo, no hubo exámenes previos, ni que presentar curriculum, ni nos eligió por ser mejores que otros. Regalo tan grande hay que compartirlo, anunciarlo, hacer a otros partícipe de ese gozo de caminar con Dios, de ser de Dios.
Ya ves que tu misión tiene el éxito más admirable: no te lo atribuyas a ti mismo, antes bien, piensa a menudo que Dios quiere servirse de los instrumentos más débiles a fin de hacer evidente ante todos que sólo Él es el autor del bien realizado por sus pobres criaturas”. (AI H. Hervé, 24 de julio de 1847)
Tengo una invitaciónpara continuar la historiade mi vida y de los demás,transformando este mundoen mi hogar, para amar.Yo lo escuché y digo que sía sus palabras que llegaron a mi alma.Yo los envío,son parte de esta historia (bis)Vamos creando lazoscon Jesús a nuestro lado,sintiéndonos hermanos,caminando a la frontera sin dudarpara amar.Menesiano, vení, digamos que sí,a escribir otra página en la historia