María VI

Jesucristo, al que ella ha llevado en sus brazos, calentado en su seno, amamantado a sus pechos, alejado los dolores con los cuidados que ella le prodigaba ¿podría negarle algo? No, hijos míos. Y le ha concedido también obtener todo lo que pida, cumplir todo lo que quiera, ha puesto, en cierto modo, entre sus manos las llaves del reino celeste y todos aquellos que aquí abajo han sido imitadores de sus virtudes pueden estar seguros que ella no permitirá que perezcan, sino que les conducirá a través de las olas de la vida al puerto de la inmortal felicidad. (S II p. 964)

María, Tú que velas junto a mí,
y ves el fuego de mi inquietud.
María, Madre, enséñame a vivir
con ritmo alegre de juventud.

Ven, Señora a nuestra soledad,
ven, a nuestro corazón,
a tantas esperanzas que se han muerto,
a nuestro caminar sin ilusión.

Ven y danos la alegría
que nace de la fe y del amor,
el gozo de las almas que confían
en medio del esfuerzo y el dolor.

Ven y danos la esperanza
para sonreír en la aflicción
la mano que del suelo nos levanta,
la gracia de la paz en el perdón.

Ven y danos confianza,
sonrisa que en tu pena floreció,
sabiendo que en la duda y las tormentas
jamás nos abandona nuestro Dios.

Antífona 1
Conságrense al servicio de esta Virgen augusta y santa por quien la vida ha entrado en el mundo. Y yo, indigno como soy, uniré mis homenajes a los suyos para darle gloria.

Salmo 96
Gloria del Señor, rey de justicia

El Señor reina, la tierra goza, 
se alegran las islas innumerables. 
Tiniebla y nube lo rodea, 
justicia y derecho sostienen su trono. 

Delante de él avanza el fuego, 
abrasando en torno a los enemigos; 
sus relámpagos deslumbran el orbe, 
y, viéndolos, la tierra se estremece. 

Los montes se derriten como cera 
ante el dueño de toda la tierra; 
los cielos pregonan su justicia, 
y todos los pueblos contemplan su gloria. 

Los que adoran estatuas se sonrojan, 
los que ponen su orgullo en los ídolos; 
ante él se postran todos los dioses. 

Lo oye Sión, y se alegra, 
se regocijan las ciudades de Judá 
por tus sentencias, Señor; 

porque Tú eres, Señor, 
altísimo sobre toda la tierra, 
encumbrado sobre todos los dioses. 

El Señor ama al que aborrece el mal, 
protege la vida de sus fieles 
y los libra de los malvados. 

Amanece la luz para el justo, 
y la alegría para los rectos de corazón. 
Alégrense, justos, con el Señor, 
celebren su santo nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1
Conságrense al servicio de esta Virgen augusta y santa por quien la vida ha entrado en el mundo. Y yo, indigno como soy, uniré mis homenajes a los suyos para darle gloria.

Antífona 2
La invocaré con una humilde pero muy viva confianza, le diré: María, toda raza, toda edad se inclina ante ti y el universo entero está a tus pies.

Salmo 97
El Señor juez vencedor

Canten al Señor un cántico nuevo, 
porque ha hecho maravillas: 
su diestra le ha dado la victoria, 
su santo brazo. 

Él ha Señor da a conocer su victoria, 
revela a las naciones su justicia: 
se acordó de su misericordia y su fidelidad 
en favor de la casa de Israel. 

Los confines de la tierra han contemplado 
la victoria de nuestro Dios. 
Aclama al Señor, tierra entera; 
griten, vitoreen, toquen: 

toquen la cítara para el Señor, 
suenen los instrumentos: 
con clarines y al son de trompetas, 
aclamen al Rey y Señor. 

Retumbe el mar y cuanto contiene, 
la tierra y cuantos la habitan; 
aplaudan los ríos, aclamen los montes 
al Señor, que llega para regir la tierra. 

Regirá el orbe con justicia 
y los pueblos con rectitud.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2
La invocaré con una humilde pero muy viva confianza, le diré: María, toda raza, toda edad se inclina ante ti y el universo entero está a tus pies.


Mientras estemos separados, pensemos a menudo, queridos hijos, unos en otros, recemos los unos por los otros, y no dejemos de reunirnos cada día a los pies de la Santísima Virgen, o mejor en su seno maternal, repitiendo el acto de consagración que vamos a pronunciar; dulce compromiso por el cual tomamos a María como nuestra protectora y nuestra patrona, nuestra abogada ante su Hijo.
Ojalá seamos siempre fieles a los lazos sagrados por los cuales nos unimos a ella como a nuestra Reina, nuestra Madre; ojalá no los rompamos nunca.
Que en nuestra última hora podamos aún renovar a María esta humilde muestra de amor y haber vivido de tal modo que experimentemos entonces qué dicha ha sido para nosotros haber sido del número de sus hijos queridos y haber merecido, por este título, que nos haya defendido contra los ataques, sin cesar renovados, del espíritu de las tinieblas y que nos conduzca a través de las tentaciones y pruebas de nuestro exilio a la morada de la felicidad inmortal (Sermón 256).

Antífona
María es su hija de una manera especial puesto que la ha escogido desde toda la eternidad para llevar en su seno virginal al Verbo, la Sabiduría, la Palabra substancial.

Mi alma glorifica al Señor, mi Dios,
gózase mi espíritu en mi salvador.
Él es mi alegría, es mi plenitud,
Él es todo para mí.

Ha mirado la bajeza de su sierva
muy dichosa me dirán todos los pueblos
porque en mí ha hecho grandes maravillas
el que todo puede cuyo nombre es santo.

Su clemencia se derrama por los siglos
sobre aquellos que le temen y le aman
desplegó el gran poder de su derecha
dispersó a los que piensan que son algo.

Derribó a los potentados de sus tronos
ensalzó a los humildes y a los pobres
los hambrientos se saciaron con sus bienes
y alejó de sí vacíos a los ricos.

Acogió a Israel su humilde siervo
acordándose de su misericordia
como había prometido a nuestros padres
a Abraham y descendencia para siempre.

Antífona
María es su hija de una manera especial puesto que la ha escogido desde toda la eternidad para llevar en su seno virginal al Verbo, la Sabiduría, la Palabra substancial.

A cada intención respondemos:

María Madre, intercede ante tu Hijo

-. Por cada uno de los que aquí estamos reunidos en nombre de Dios intentando hacer de nuestra vida un culto agradable al Padre.

-. Por nuestras familias que nos acompañan con su oración y presencia cálida.

-. Por los niños y jóvenes que asisten a nuestros centros educativos para que encuentren en vos, María, un modelo de servicio alegre al prójimo.

-. Por los educadores, para que a ejemplo de María vivan la misión educativa como posibilidad de crecimiento en humanidad y anuncio de la Buena Noticia.

-. Por la familia menesiana para que siga haciendo presente a Jesús Maestro y Pastor en medio de los niños y jóvenes que nos son confiados.

Padre Bueno, nos alegramos pues esta augusta Reina desde lo alto del trono resplandeciente de amor y gloria en que está sentada a tu lado, vuelve en este momento hacia nosotros sus ojos amables, nos mira con bondad y se digna recibir con una misericordiosa ternura nuestro humilde homenaje de fidelidad y de entrega que ponemos a sus pies. Por Jesucristo su hijo, que vive y reina contigo en unidad con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Madre, he aquí a tu hijo,
no apartes de él tu mirada,
sino antes bien deja caer sobre él
una de esas lágrimas de conmiseración
y de ternura, que renovando su alma,
le devolverán la paz que le quita
el sentimiento de sus faltas. Amén