Malaquías 3, 1-4. 23-24Salmo 24, 4-5. 8-10. 14
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo.Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: No, debe llamarse Juan.Ellos le decían: No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre.Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran.Éste pidió una pizarra y escribió: Su nombre es Juan.Todos quedaron admirados.Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea.Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: ¿Qué llegará a ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él.
San Lucas nos comparte después de las dos anunciaciones, dos nacimientos. Primero el de Juan el Bautista, que es algo así como el profundo zumbido que precede a una erupción volcánica o a un gran terremoto. La explosión de alegría de la Buena Noticia está muy cerca: una gran alegría que lo será para todo el pueblo. En este tiempo resulta interesante ver la forma en cómo Lucas nos comparte su visión de los hechos y nos hace ver la misericordiosa acción de Dios en la vida y en la historia.Juan es su nombre, nos recuerda hoy el Evangelio y podríamos decir, Juan es su misión. “Juan es su nombre” insiste su padre aún mudo, aceptando la palabra firme de su esposa, bendecida por María y el niño que está cargaba en el vientre. El nuevo nombre significa salirse, romper con la tradición aceptada por todos. La misión del profeta es comunicar y atraer a todos hacia Dios y el bebé-profeta Juan ya está haciendo eso. Las circunstancias que rodean su nacimiento llevan a que los cercanos se pregunten: “¿Qué está pasando acá?”. Está pasando Dios, que nos habla por innumerables caminos, incluso con el nacimiento de un niño.Nosotros, no sólo en este especial tiempo de Navidad, sino que, de manera permanente, también estamos llamados a ser mensajeros y atraer a todos hacia Dios, con humildad y sencillez, pero a la vez con valentía y capacidad profética. Preguntémonos hoy ¿qué está pasando en nuestra vida? ¿Cómo Dios está actuando en ella?
Este lenguaje le parece muy extraño a la mayor parte de los hombres; sin embargo, no es por ello menos verdadero y debemos bendecir incesantemente a Aquél que nos ha concedido la gracia de comprenderlo. Qué dichosos somos de pertenecer a este pequeño rebaño, que el Señor se ha escogido y que conduce por caminos tan dulces con una solicitud tan tierna. (Carta al p. Querret, 16-11-1814)
Por aquellos díasLe llegó el tiempo a Isabel.Parientes, vecinos,se alegraron con ella,porque grande se manifestóel Dios de Israel,Pues dio a luz a un hijoaun siendo estéril y vieja.Y aunque todos pensabanen llamarlo como el padre,se opuso Isabel:Su nombre será Juan, les dijo.Y todos comentaban.¿cómo puede ser?Juan, su nombre es Juan.Es voz que prepara el camino al Señor.Juan, su nombre es Juan,profeta, bautista,enviado de Dios.Luego a Zacaríasle fueron a preguntarsi le parecía bienel nombre de su hijo.Mas al no poderCon sus palabras expresarlo que el ángelen el temploun día le dijo,pidiendo una tablillaescribía convencido:Su nombre es Juan.Y en el mismo momentoa Dios alabó y bendijoal poder hablar.Pronto se quedaron asombradoslos vecinosy en toda Judeacomentaban lo ocurrido.Los que se enterabanpreguntaban: ¿qué va a hacer,cuando el niño crezca,porque Dios está con él?Creciendo se hizo fuertey fue a vivir en el desierto.Y un día volvióy ya, como el Bautista,regresó llamando al puebloa la conversión.