1º Juan 1, 1-4Salmo 96, 1-2. 5-6. 11-12
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Que el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte llene sus vidas de alegría y paz, y los ayude siempre a ser consecuentes con su condición de cristianos. No tengan miedo. Cristo ha resucitado y vive entre nosotros. Su presencia amorosa acompaña el camino de la Iglesia y la sostiene en medio de las dificultades. Con esta certeza en su corazón, ofrezcan al mundo un testimonio sereno y valiente de la vida nueva que brota del Evangelio. (Benedicto XVI, Regina Cæli, 5 de abril de 2010).
Para María Magdalena, Pedro y Juan, Jesús lo era todo. Por eso van y lo buscan. Pero, ¿cómo buscar entre los muertos al autor de la vida? Cristo vive. El sepulcro vacío significa que Él ha resucitado, como lo predijo. Vive, y he aquí que se aparece a sus discípulos, quienes «se alegraron viendo al Señor» (Jn 20, 20).¡Se alegraron! Esta palabra es sencilla y a la vez profunda. Su temor se debía a la muerte de Jesús; por lo que la resurrección intensificó su alegría. ¡Cristo vive! ¿Por qué tenemos miedo? Estos tiempos, en que algunos creen en la «muerte de Dios», exigen, de modo particular, el anuncio de la verdad sobre la resurrección del Crucificado. Y piden de nosotros -como antes lo pidieron de María Magdalena, de Pedro y de Juan-, que seamos testigos del Resucitado.
Pídele para mí, como yo lo pido para ti, mi tierno amigo, que seamos del pequeño número a quienes él mismo (Jesús) se digna instruir, y con los que goza revelándoles sus secretos”. (A Bruté, A I, 50-51)
Tenemos una buena nueva para darte,la muerte ha sido vencida por nuestro Señor,y esta vida también es para vos. Vive el Señor, entre nosotros. Vive el Señor, en cada uno. Vive el Señor.Esta alegría es honda nunca se acaba,anímate y seguilo, Él no defrauda.Es que vale la pena jugarse por Él.