1º Juan 1, 12-17Salmo 95, 7-10
En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Ana era una mujer entrada en años. Los números que aparecen hay que leerlos más desde su significado, que como cantidad: 7 años casada, 77 viuda. Esos números nos hablan de Dios y de perfección en el amor. Ana era una mujer que, a pesar de sus ojos gastados por la edad, sabía ver. Muchos niños habrá conocido en su vida, pero en aquél supo ver al Salvador. Sus ojos corporales seguramente estaban viejos, pero los de su corazón veían con claridad.Ana nos habla de experiencia, de esa experiencia que tienen los abuelos, que saben distinguir lo esencial de lo superfluo, después de tanto camino hecho. No sólo el diablo, también nosotros sabemos cosas por ‘viejos’, más que por estudio. Ana era una mujer de fe, de esperanza, lo que la llevó a esperar toda su vida el salvador. Siempre estuvo atenta, en paciente espera, confiada en la promesa de Dios. Es un modelo para nosotros tan impacientes por ver resultados. Esperar los tiempos de Dios nos cuesta mucho y nos lleva a desanimarnos, a perder la fe y a creer que todo la lo mismo, etc.Ana es la presencia orante frente a Dios, suplicando el cumplimiento de las promesas. Es ejemplo para nosotros tan atareados y esquivos a la hora de ponernos frente al Señor.Danos, Señor, la capacidad de ver lo importante y de esperar sin desanimarnos en Ti.
Por la fe, creemos todo lo que Dios cree, sin tener, es cierto, como él, un conocimiento distinto; pero en fin, abrazamos, en un solo acto todas las verdades que están en Dios; y, cuando se digna revelarnos particularmente alguna, las recibimos con tanta sumisión como reconocimiento, porque no formamos más que un solo espíritu con él. Por la esperanza, nos liberamos de la tiranía de los sentidos y gozamos ya de los bienes invisibles que Dios nos promete; Esta virtud celestial, nos eleva por encima de la tierra, eleva nuestros deseos hasta el cielo. Y si nuestro cuerpo se arrastra aun penosamente en medio de las sombras de este lugar de destierro, por lo menos nuestra alma no la habita; no busca, no gusta de otras delicias que las de la casa del Señor. Por la caridad Dios se convierte en el principio y fin de nuestros pensamientos, de nuestras acciones; no tenemos otra voluntad que la suya, otro objetivo que complacerlo y recogemos toda su gloria. (A los miembros de la congregación por la consagración a la Santísima Virgen)
Dame tus ojos, quiero ver.Dame tus palabras, quiero hablar.Dame tu parecer.Dame tus pies, yo quiero ir.Dame tus deseos para sentir.Dame tu parecer.Dame lo que necesitopara ser como Tú.Dame tu voz, dame tu aliento,toma mi tiempo es para tiDame el camino que debo seguir.Dame tus sueños, tus anhelos,tus pensamientos, tu sentir.Dame tu vida para vivir.Déjame ver lo que Tú ves.Dame de tu gracia, tu poder.Dame tu corazón.Déjame ver en tu interiorpara ser cambiado por tu amor.Dame tu corazón.Dame lo que necesitopara ser como Tú.Dame tus ojos, quiero ver.Dame tu parecer.