San Juan Nepomuceno Neumann

1ª Juan 3, 11-21
Salmo 99

Al día siguiente, Jesús resolvió partir hacia Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: Sígueme. Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro.
Felipe encontró a Natanael y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret.
Natanael le preguntó: ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?
Ven y verás, le dijo Felipe.

Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez.
¿De dónde me conoces?, le preguntó Natanael.
Jesús le respondió: Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera.
Natanael le respondió: Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.
Jesús continuó: Porque te dije: «Te vi debajo de la higuera», crees. Verás cosas más grandes todavía.
Y agregó: Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.

De Betania Jesús se va hacia Galilea, vuelve al pago.
En el camino encuentra a Felipe y lo invita al seguimiento.
Este acepta y lo sigue.
No se pudo guardar la alegría de haberse encontrado con Jesús, el hijo de José de Nazaret y se lo cuenta a Natanael.
Éste desconfía, pero acepta el desafío de ir y ver, de hacer experiencia.
Jesús lo madruga hablando bien de él.
Esto lo desarma a Natanael y le brota de los labios la verdad sobre Jesús: Hijo de Dios, Rey de Israel.
Mirar a los demás no sólo en lo que son, sino en lo que están llamados a ser, hace que brote de ellos lo mejor, que sus posibilidades se potencien.
Quiera Dios que siempre veamos a los otros como lo que están llamados a ser y no tengamos la mezquina mirada del presente y nada más.


Jesucristo nuestro Señor, está en medio de ustedes, hermanos míos, porque es por su nombre y para su gloria, por lo que están reunidos, porque no han tenido otros objetivos al formar esta santa sociedad, que de animarse, los unos a los otros, a servirlo mejor y amarlo cada día más. (S III, 1012-14)

Siempre recuerdo aquel día
en que Tú me encontraste,
esa experiencia que yo jamás olvidaré.

Fue mejor que viajar por un bote en Miami
o como poco ganarme diez Grammy´s,
mejor que sacarme una selfie en la torre en París.
Ni escalar la montaña más alta
y mirar el mundo desde allí,
nada podrá compararse y lo quiero decir.

Que cuando yo te conocí, Dios,
algo en mí, en mi cambió.
Cuando yo te conocí, Dios,
no entendí lo que pasó,
pero pasó, cuando yo te conocí.

Y desde entonces sólo yo he querido cantarte
y dedicarme a vivir exclusivo pa´ ti.
Se siente mejor que andar en un Bugatti
o que viajar a marte desde aquí.
Nada podrá compararse y lo quiero decir.

Que cuando yo te conocí Dios
Algo en mí, en mi cambió.
Cuando yo te conocí Dios
no entendí lo que, lo que pasó,
pero pasó, cuando yo te conocí.

Y yo me disfruto en cada rincón
desde mi casa hasta Hong-Kong.
De Ti me habla tu creación
llegando a mi corazón

Todo lo que hiciste es bueno
Lo sé desde que nací.
Pero cuando yo te conocí…