San Hilario


1ª Samuel 9, 1-6. 10, 17-19
Salmo 20, 2-7

Jesús salió nuevamente a la orilla del mar; toda la gente acudía allí, y él les enseñaba.
Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: Sígueme.
Él se levantó y lo siguió.

Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos.
Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: ¿Por qué come con publicanos y pecadores?

Jesús, que había oído, les dijo: No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.

En el Evangelio de hoy Jesús llama a un pecador a ser discípulo y lo invita a comer a su casa. Quien se detenga a pensar en estas vocaciones, podría pensar: ¿A dónde quiere llegar este maestro? Las personas a las cuales convoca no son las más exitosas, no representan lo mejor de la sociedad, y hasta hay algunos de moral dudosa, como este recaudador.

Pero el Reino de Dios viene y cuestiona nuestros criterios. Por eso, de entre todo el gentío, Jesús ve a Leví y lo llama. Es una llamada personal e intransferible. En este momento es a él a quien llama, porque sabe que, en ese hombre aparentemente indigno, hay semillas del Reino, hay escondido un hijo de Dios y un apóstol que puede salir a la luz a lo largo del camino.

Jesús le dice claramente: “Sígueme”. Ahí está el contenido de la llamada: seguir sus huellas, caminar sus caminos… hacer lo que Él hace, decir como Él dice, sanar como Él sana, anunciar como Él anuncia… amar como Él ama… y todo esto en movimiento, porque no será lo mismo hacerlo en Cafarnaúm que en Jerusalén… en el siglo I que en el XXI…

Hoy nos podemos preguntar ¿a qué me ha llamado el Señor? ¿Cómo le he ido respondiendo? (Boosco)

Unos dicen: tengo muchos defectos y pocos talentos. ¿No es eso un signo de que no tengo vocación? Yo respondo: ¿Eres hombre de buena voluntad, la voluntad de ser todo de Dios? Vete en paz, eso es lo esencial: En cuanto a tus defectos, si son reales toma la resolución de corregirte de ellos… El deseo de perfección es sin duda bueno y no viene de Dios cuando su resultado es la turbación y el hacernos renunciar a la misma perfección. En cuanto a tus talentos ¿no es tu amor propio el que sufre y se asusta por su inferioridad? ¿Qué es lo que Dios te pide y lo que te piden tus superiores en su nombre? ¿No es el usar todo lo que han recibido para su gloria?” (Motivos de desanimo)

Misionar es anunciar
con la vida a los demás
a Jesús, quien humaniza
y nos da identidad.

No hay mayor felicidad
que vivir en libertad
si dejamos que el Espíritu
conduzca nuestro andar.

Superando el mal con bien,
sin abatirse, sin agobiarse,
dando vida a los demás
se acrecienta cuanto más se da.

Misión, un estilo de vida.
Es la vida bien vivida,
si emprendemos la misión.
Misionar, una forma de dar,
una forma de darse
a todos los demás.

Misionar es renunciar
a buscar comodidad.
No dejemos que nos roben
el gozar de la unidad.

Lo que vi y lo que oí,
eso tengo que anunciar.
Ya no puedo más guardarme
en lo oculto la verdad,

Vivir las obras con fe
es importante, es importante,
sin temor a fracasar,
en salir afuera a misionar.

Misión, un estilo de vida.
Es la vida bien vivida,
si emprendemos la misión.
Misionar, una forma de dar,
una forma de darse
a todos los demás.

Siempre encuentro una razón
para no seguir tu voz.
Pero siempre son más fuertes
tus caminos, mi Señor.

Mucho tiempo me obstiné
en hallar mi vocación
y ahora sé que a donde vaya
anunciarte es misión.

Dulce Madre del Amor,
a Ti acudimos, a Ti miramos.
Ayúdanos a anunciar
el mensaje que nos salvará.