San Marcelo I, Papa

1ª Samuel 16, 1-13
Salmo 88, 20-22. 27-28

Un sábado en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar.
Entonces los fariseos le dijeron: ¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?
Él les respondió: ¿Ustedes no han leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus compañeros se vieron obligados por el hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en el tiempo del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió y dio a sus compañeros los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes?

Y agregó: El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. De manera que el Hijo del hombre es dueño también del sábado.


La discusión por la enseñanza de Jesús sigue. Es sábado y los discípulos arrancan unas espigas para comer, lo cual estaba considerado como trabajo y por lo tanto prohibido en sábado. Los fariseos no se lo dejan pasar y cuestionan a Jesús su enseñanza. Ante el planteo, Jesús les recuerda que siempre la vida de las personas está por encima de la Ley, por lo tanto, por encima del descanso sabático. La Ley y el sábado fueron hechos para las personas y no a la inversa. Jesús también es dueño del sábado, como lo es de su enseñanza.

A los fariseos no les preocupaba tanto la observancia de la Ley como la ‘espina en el zapato’ que les significaba Jesús. Se apegaban en la Ley, pero en realidad querían combatir a Jesús. ¡Ojo, con esta dinámica! Apego a la Ley, cero caridad.

Es lo que nos pasa a veces, que nos ponemos en contra o a favor de alguna iniciativa de acuerdo a quién sea el que la proponga. Si es fulano, a quien no tragamos, seguro encontraremos algo no conveniente en su propuesta. Pero si es mengano, todo perfecto. En esos casos, lo que menos importa es el bien de la comunidad.


Pero ¿qué es ser servidor de Jesucristo? ¿Es, solamente, adorar su nombre y doblar la rodilla ente sus altares? Por desgracia muchos cristianos lo creen así. Con tal de cumplir con ciertos actos externos de religión, se imaginan que no se les pide más. No saben que la adoración en espíritu y en verdad que Jesucristo pide a sus discípulos no consiste solo en observancias farisaicas, sino en el amor y en la práctica de todas las virtudes de las que Jesucristo es modelo, en el desprecio interior de todos los falsos bienes de los que Jesucristo nos ha dado a conocer su vanidad y su nada (Sermón sobre la fiesta de la anunciación)

Jesús, al contemplar en tu vida,
el modo que tú tienes de tratar a los demás,
 me dejo interpelar por tu ternura.
 Tu forma de amar nos mueve a amar.
 Tu trato es como el agua cristalina,
 que limpia y acompaña el caminar.

Jesús, enséñame tu modo
de hacer sentir al otro más humano.
Que tus pasos sean mis pasos,
mi modo de proceder.

Jesús, hazme sentir con tus sentimientos,
mirar con tu mirada,
comprometer mi acción;
donarme hasta la muerte por el reino,
defender la vida hasta la cruz,
amar a cada uno como amigo
y en la oscuridad llevar tu luz.

Jesús, yo quiero ser compasivo con quien sufre,
buscando la justicia, compartiendo nuestra fe.
Que encuentre una auténtica armonía
entre lo que creo y quiero ser;
mis ojos sean fuente de alegría,
que abrace tu manera de ser.

Quisiera conocerte, Jesús, tal como eres.
Tu imagen sobre mí es lo que transformará
mi corazón en uno como el tuyo,
que sale de sí mismo para dar;
capaz de amar al padre y los hermanos,
que va sirviendo al reino en libertad.