2ª Samuel 12, 1-7. 10-15Salmo 50, 12-17
Al atardecer de ese mismo día, les dijo: Crucemos a la otra orilla.Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua.Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.Lo despertaron y le dijeron: ¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos? Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: ¡Silencio! ¡Cállate! El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.Después les dijo: ¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: ¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?
Hoy como en aquella ocasión, a veces tenemos tentación de gritarle al Señor “¿no te importa que nos ahoguemos?”, porque parece que nuestra barca se está llenando de lastre y hace agua por varios lados. No entendemos el silencio de Dios. Nos parece que es ausencia despreocupada.A veces las comunidades tenemos la sensación de estar perdidas, de ir a la deriva, de haber perdido el norte… y no entendemos el silencio de Dios. La reacción de Jesús aún es más sorprendente: en lugar de calmarlos, animarlos, organizarlos… los interpela: “¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe?”.Una cosa entendemos: se trata de una crisis de fe personal y comunitaria. La fe se tambalea por lo que pasa en el exterior y por la fragilidad personal.El pecado que nos bloquea la acogida del evangelio es la cobardía: nos impide tomarlo con coherencia y firmeza. ¿Por qué nos da miedo escuchar las llamadas de Jesús? Los discípulos -y también nosotros- aún tienen el corazón endurecido, les cuesta abrirse con fe a la persona de Jesús. Les cuesta entender que Jesús no duerme, sino que sabe vivir siempre, en la tempestad y en la bonanza, en la certeza de estar siempre en las buenas manos del Dios que es todo Amor. Aprender a hacer esta experiencia, no sólo quedan reducidas las dificultades, sino que se aprende a ser discípulo.Dedica un buen tiempo a hacer silencio en tu interior, a buscar la calma en medio de tantas preocupaciones, temores, incertidumbres. Como Jesús, ponte en las manos del buen Dios que es todo Amor. Haz un acto de fe en Jesús que ocupa el lugar del Dios que es todo Amor en tu comunidad o familia. Él está presente, no nos ha abandonado, ¿qué podemos temer?Pide saber vivir en la confianza. Pide la fuerza interior para aguantar los golpes de la vida, los vacíos, la falta de sentido, el miedo a seguir a Jesús… todo lo que dificulta verdaderamente la fe.Adhiérete a la persona de Jesús; nos libera de las parálisis y nos hace actuar para que pueda seguir liberando a muchos otros de cualquier tipo de parálisis y desconfianza”. (Pastoral salesiana)
Hoy nadie puede decir que lo que ha fundado la víspera continuará de pie al día siguiente. Las más sabias previsiones quedan desconcertadas a cada instante. Y sin embargo es al ruido de estas grandes tormentas que rugen incesantemente sobre nuestras cabezas que es necesario caminar hacia nuestro objetivo con una calma que nada altera y una perseverancia que nada puede vencer. Es sobre un suelo tembloroso que es necesario tallar, pulir y unir juntas una con otra, y con la espada en la mano, como los judíos que trabajaban en la reconstrucción del templo, todas las piedras que deben formar parte del vasto edificio que tenemos el deseo de construir. Pero ciertamente, cuando me acuerdo del pasado, de lo que Dios ha hecho por nosotros, de modo tan maravilloso, tantas veces, los acontecimientos que parecían que nos iban a ser contrarios se han convertido en favorables, sería ingrato si me entregase a los miedos del porvenir, y todos mis pensamientos son pensamientos de acción de gracias y de esperanza. (Sermón sobre los motivos de desánimo)