1º Reyes 8, 22-23. 27-30Salmo 83, 3-5. 10-11
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones.Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce.Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: ¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?Él les respondió: ¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres.Y les decía: Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios.Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte.En cambio, ustedes afirman: Si alguien dice a su padre o a su madre: declaro «corbán» –es decir, ofrenda sagrada– todo aquello con lo que podría ayudarte… En ese caso, le permiten no hacer más nada por su padre o por su madre.Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!
Duras acusaciones de Jesús para los doctores venidos de Jerusalén a poner las cosas en orden. Los llama ‘hipócritas’. Les dice que adoran a Dios con los labios, mientras el corazón está lejos de Él y que anulan la Palabra de Dios por seguir la tradición.Aquel grupo de maestros religiosos no ha entendido nada del reino de Dios que Jesús les está anunciando. En su corazón no reina Dios sino que siguen reinando la ley, las normas, los usos y las costumbres marcadas por las tradiciones. Para ellos lo importante es observar lo establecido por «los mayores». No piensan en el bien de las personas. No les preocupa «buscar el reino de Dios y su justicia». El error es grave. Por eso, Jesús les responde con palabras duras: «Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios para aferrarse a la tradición de los hombres». Los doctores hablan con veneración de «tradición de los mayores» y le atribuyen autoridad divina. Pero Jesús la califica de «tradición humana». No hay que confundir jamás la voluntad de Dios con lo que es fruto de los hombres.Sería también hoy un grave error que la Iglesia quedara prisionera de tradiciones humanas de nuestros antepasados, cuando todo nos está llamando a una conversión profunda a Jesucristo, nuestro único Maestro y Señor. Lo que nos ha de preocupar no es conservar intacto el pasado, sino hacer posible el nacimiento de una Iglesia y de unas comunidades cristianas capaces de reproducir con fidelidad el Evangelio y de actualizar el proyecto del reino de Dios en la sociedad contemporánea. Nuestra responsabilidad primera no es repetir el pasado, sino hacer posible en nuestros días la acogida de Jesucristo, sin ocultarlo ni oscurecerlo con tradiciones humanas, por muy venerables que nos puedan parecer”. (Pagola)
Las autoridades de nuestra ciudad, no han olvidado nada para perjudicarnos; hubieran querido y esperaban enviarnos al fondo de la desgracia. Pero admira y bendice con nosotros la divina Providencia. Todo lo que han hecho para destruir la obra de Dios sirve al contrario para reafirmarle y escucharle. (A Bruté)
Esta mañana enderezo mi espalda, abro mi rostro, respiro la aurora; escojo la vida. Esta mañana acojo mis golpes, acallo mis límites, disuelvo mis miedos; escojo la vida. Esta mañana miro a los ojos, abrazo una espalda, doy mi palabra; escojo la vida. Esta mañana remanso la paz, alimento el futuro, comparto alegrías; escojo la vida. Esta mañana te busco en la muerte, te alzo del fango, te cargo tan frágil; escojo la vida. Esta mañana te escucho en silencio, te dejo llenarme, te sigo de cerca; escojo la vida.