Miércoles de la 5º semana del tiempo durante el año

1º Reyes 10, 1-10
Salmo 36, 5-6. 30-31. 39-40

Jesús, llamando a la gente, les dijo: Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!
Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de esa parábola.

Él les dijo: ¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender? ¿No saben que nada de lo que entra de afuera en el hombre puede mancharlo, porque eso no va al corazón sino al vientre, y después se elimina en lugares retirados? Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos.
Luego agregó: Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre.


Para los judíos de la época comer ciertas cosas convierten al hombre en impuro. Es decir, la causa de la impureza está fuera de él, no dentro. De algún modo es responsable sólo de comerlas. Una vez que lo hace no está habilitado para comunicarse con Yahvéh y debe purificarse a través de un rito específico.

Que Jesús dijera que ningún alimento mancha al hombre, además de ir contra las leyes mosaicas, molestaba mucho a aquellos fieles cumplidores, que, gracias a guardar esas normas externas, se podían considerar justos delante de Dios, exigirle su recompensa y juzgar a otros que no lo hacían.

Lo que el Señor está diciendo es que, en el corazón de todos los hombres sin distinción, se encuentra la semilla del pecado: “las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino”. Comer o dejar de comer ciertos alimentos o lavarnos las manos de una manera determinada, no cambia el corazón. Pero cuesta aceptar que la maldad salga de nuestro interior, porque siempre intentamos justificarnos, atribuyéndoles el mal que existe en la sociedad a los demás, a los vecinos, a las injusticias sociales, al gobierno, etc.

Hoy Jesús nos sigue invitando a poner atención a lo que sale de nuestro interior. Allí moran los mejores deseos, pensamientos, acciones, intuiciones… pero también las peores y a ello debemos prestar atención pues manchan, perjudican, dañan. De allí salen las decisiones que amargan la vida comunitaria, enrarecen los ambientes de misión, convierten las comunidades en un infierno.

¡Señor, cambia nuestro corazón!

 
Dios es espíritu, y quiere que los que le adoren, le adoren en espíritu y verdad. Dios es Amor y no se le honra más que cuando se lo ama. No se contenta con vanas palabras. Él quiere reinar en nuestro corazón, es de nuestro corazón que deben salir las alabanzas que le tributamos. Que el suyo, queridos hijos, esté penetrado de los sentimientos que expresan las oraciones que le dirigen. (Charla sobre el primer mandamiento)