Santa Escolástica – San José Sánchez del Río

1º Reyes 12, 26-32; 13, 34
Salmo 105, 6-7. 19-22

En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer.
Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos».
Los discípulos le preguntaron: ¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?
Él les dijo: ¿Cuántos panes tienen ustedes?
Ellos respondieron: Siete.
Entonces él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud.
Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran.
Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado. Eran unas cuatro mil personas.
Luego Jesús los despidió. En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.

Jesús le manifiesta su sentir y pensar a sus discípulos respecto de la situación de la gente. Le dicen que tienen siete panes. Organiza a la multitud para el compartir. Luego toma los panes, da gracias, los parte y los discípulos los reparten. Hizo lo mismo con unos cuantos pescados. Se saciaron y sobró. El milagro no está tanto en la cantidad de pan en relación a la de comensales, sino en el compartir lo nuestro. Los discípulos no se guardan para sí lo que tienen.

Cuando todos compartimos no hay nadie que padezca hambre. Los bienes de la tierra son suficientes, y sobran incluso, para toda la humanidad. El problema está en la injusta distribución. Lo que a ti te sobra a otro le falta. Es tan simple y tan complejo.

Compartamos nuestros ‘panes’ y más de un milagro se irá dando en nuestra escuela. A eso está llamada la escuela menesiana, a ser un banquete donde se distribuye el pan a manos llenas, donde todos se sacian y no se desperdicia nada.


Amémonos los unos a los otros como los miembros de una misma familia; en la vida y en la muerte, prestémonos todos los servicios; prodiguemos los unos a los otros la ayuda de una caridad verdaderamente cristiana; es decir, inagotable, infatigable, siempre viva…” (A la congregación de chicas de S. Brieuc)


Comparte – Encanto al alma

Comparte tu parte, mi parte encontrarás.
Comparte este arte de amar a los demás.
Si uno un segundo abre su corazón,
el alma del mundo escribe la canción.

Lararailará – Lararailará