Discernimiento

En vano trataríamos de descubrir lo que pasa en nuestro interior si Dios no nos iluminase con su luz y nuestro primer cuidado debe ser pedírsela. Tinieblas espesas nos envuelven por todas partes, nuestros propios pensamientos se nos escapan, nuestras disposiciones más íntimas se nos esconden… y de todos los misterios el más impenetrable para el hombre es el hombre mismo… Dios para quien todo está descubierto, cuyo ojo penetra en los repliegues más secretos de nuestro corazón ¿no es Él quien debe enseñarnos quiénes somos? (Sermón VII, p.2336-37).

Dame tus ojos, quiero ver.
Dame tus palabras, quiero hablar.
Dame tu parecer.
Dame tus pies, yo quiero ir.
Dame tus deseos para sentir.
Dame tu parecer.

Dame lo que necesito
para ser como tú.
Dame tu voz, dame tu aliento.
Toma mi tiempo, es para ti.
Dame el camino que debo seguir.
Dame tus sueños, tus anhelos,
tus pensamientos, tu sentir.
Dame tu vida para vivir.

Déjame ver lo que tu vez.
Dame de tu gracia, tu poder.
Dame tu corazón, Señor.
Déjame ver en tu interior,
para ser cambiado por tu amor.
Dame tu corazón.

Antífona 1
Pide al buen Dios que me aclare para que sepa si verdaderamente Él te llama y si enviándote a esas lejanas tierras, cumplimos su santa voluntad.

Salmo 138
Dios está en todas partes y lo ve todo

Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.

No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me envuelves por doquier,
me cubres con tu mano.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco.

¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;

si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
tu diestra llegará hasta mí.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día.

Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has formado portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.

Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones,
se escribían todas en tu libro,
calculados estaban mis días
antes que llegase el primero.

¡Qué incomparables encuentro tus designios,
Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los doy por terminados, aún me quedas tú.

Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1
Pide al buen Dios que me aclare para que sepa si verdaderamente Él te llama y si enviándote a esas lejanas tierras, cumplimos su santa voluntad.


Antífona 2
Abandonémonos a la sabiduría de Dios para ser gobernados según sus designios y no según nuestros pensamientos.

Espíritu Santo,
concédenos el don de discernir.
Danos la gracia
para entender tu voluntad.
Ayúdanos a elegir
el mejor camino a seguir.

Santo Espíritu del Señor,
ven y visita nuestro corazón.
Inunda nuestro interior,
haznos tomar la mejor decisión.
Santo espíritu del Señor,
déjanos escuchar tu voz.
Que nuestro corazón,
sea humilde y sencillo
para que en el habite
el amor de Dios.

Abre nuestros ojos, nuestro corazón
nuestros sentidos.
Abre nuestra mente,
que tu verdad podamos distinguir.
Envía tu espíritu en nuestra ayuda
que seamos dóciles a su acción,

Antífona 2
Abandonémonos a la sabiduría de Dios para ser gobernados según sus designios y no según nuestros pensamientos.


Deseo que este retiro se distinga de los demás en que los Hermanos que hayan asistido estén decididos para siempre a tomar la regla como regla de sus sentimientos y de sus actos, para que no veamos entre nosotros, como lo hemos visto muy a menudo, esos hombres entre dos aguas que se esfuerzan por reconciliar lo irreconciliable: los principios del evangelio y las ideas del mundo, los intereses de la vida presente y las esperanzas de la vida futura. Hijos míos, odio esa desagradable mezcla, esa mezcla impía de todo lo que hay de más elevado y santo con lo que hay de más desagradable y abyecto. Es necesario saber a quién se pertenece y quién se quiere ser. (Sermón VII, p. 2316)

Antífona
Examina bien si el deseo que me expresas viene de Dios; yo no consentiré en seguida; es necesario tomarse tiempo para pensar y volver a pensar. Ruega a Dios que te ilumine.

Mi alma canta el amor de Dios
y mi espíritu al Salvador,
porque El miró mi humildad,
todo el mundo me aclamará.

/Y la Virgen santa
le cantó al Señor,
dándole las gracias
por su gran amor./ (bis)

Al humilde Dios levantará,
al soberbio lo derribará,
al hambriento le dará su pan
y a los ricos los despedirá.

Desde siempre Dios nos eligió
para ser testigos de su amor;
su misericordia y su bondad
con nosotros siempre estarán.

Antífona
Examina bien si el deseo que me expresas viene de Dios, yo no consentiré en seguida; es necesario tomarse tiempo para pensar y volver a pensar. Ruega a Dios que te ilumine.

A cada intención respondemos:

Señor, asístenos con tu sabiduría.

-. Para que descubramos tus caminos en nuestras búsquedas.

-. Para que no andemos queriendo reconciliar lo irreconciliable.

-. Para que con alegría ofrezcamos todo lo que somos y tenemos.

-. Para que no guardemos en el secreto del corazón, una porción de nuestra voluntad.

-. Para que recemos con el deseo sincero de hacer tu voluntad.

-. Para que no confundamos nuestros deseos con los de Dios.

Padre, sabemos que es necesario comprometernos seriamente y sin reservas en la práctica de esta renuncia absoluta, en la que consiste la vida religiosa, a nuestra voluntad propia, a nuestros gustos sensibles, a nuestros bienes temporales, a nuestro país, a nuestra familia, para que desprendidos de la tierra podamos decir, con verdad, como el profeta: con alegría he ofrecido todo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.