La cátedra de San Pedro

1º Pedro 5, 1-4
Salmo 22, 1-6

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: ¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?
Ellos le respondieron: Unos dicen que es Juan el Bautista; otros Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.
Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
Y Jesús le dijo: Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.


En estos versículos Jesús les pregunta a sus discípulos sobre la opinión de la gente sobre su persona y vemos que había muchas ideas diferentes. A pesar de todo su esfuerzo por enseñarles, parece que les era difícil encuadrarlo dentro de lo que esperaban por su fe o por la enseñanza de sus maestros. Algún profeta tenía que ser por los signos que hacía, pero de ahí en más las opiniones variaban.

Hoy en día escuchamos muchas opiniones en cuanto a quien es Jesús. Muchos no lo conocen. Otros dicen conocerlo, pero su vida y sus palabras no lo reflejan. Todos lo configuramos de acuerdo a nuestras ideas y sueños. Para unos es una justificación de su violencia buscando justicia, para otros de sus riquezas sin remordimiento. Para muchos apenas un personaje histórico, que no tiene nada que enseñarnos.

Pero para muchos ha sido y es el sentido de sus vidas. ¡Cuántos han dejado sus proyectos por seguir los suyos! Y aun cuando a lo largo del camino, a veces tienen la sensación de perseguir una utopía, siguen confiando en Él. Uno de ellos fue Pedro, la piedra sobre la que edificó su comunidad. Hoy lo festejamos en la persona del papa Francisco, un hombre que decidió configurar su vida de acuerdo a la vida de Jesús y seguir sus pasos.


Presten atención, hijos míos, a las palabras de Jesucristo considérenlas una por una. Vean que él está comparando aquí su iglesia a un edificio del cual él es el arquitecto. Es a Simón, hijo de Jonás (Juan), cuyo nombre cambia al de Pedro, para señalar la estabilidad y la fuerza del poder que le dará; digo, que es a Simón, a quien él designa como su fundamento inquebrantable; es sobre él que la iglesia será edificada; es en él que todo será apoyado, que todo descansará; es a él a quien en primer lugar se entregan las llaves del reino de los cielos para marcar su autoridad suprema». (S.III, 113. Para la fiesta de San Pedro)

Tú eres Pedro
y sobre esta piedra
edificaré mi iglesia.

Bendito el que viene
en nombre del Señor. (bis)

El poder de la muerte
no la podrá destruir.
Ni el poder de la muerte
la podrá destruir.

Mensajero de paz
de armonía y de amor,
ayuda a los hombres
a encontrar a Dios.

Tú que te consagraste
a la Virgen María,
imprime en tu pecho
el sello del Tepeyac.