Deuteronomio 26, 16-19Salmo 118, 1-2. 4-5. 7-8
Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo» y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
A los contemporáneos de Jesús les parece absurdo lo que les está diciendo Jesús. Ellos saben de la brutalidad de los soldados romanos y herodianos y del abuso de los ricos y poderosos. ¿A quién se le ocurre amarlos?Pero Jesús tiene la experiencia de un Padre compasivo, que no conoce el odio, ni sueña con la venganza, «que hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia para justos e injustos». Nos está invitando a imitar a Dios, a parecernos a Él lo mejor posible. Y ahí está la perfección, en el amor, en la misericordia.El Papa Francisco, comentando este texto, nos dice:«La misericordia no es un sentimiento pasajero, sino la síntesis de la Buena Noticia; es la opción de los que quieren tener los sentimientos del Corazón de Jesús, de quien quiere seriamente seguir al Señor, que nos pide: “Sean misericordiosos como su Padre”.El Padre Hermes Ronchi dice:“Misericordia: escándalo para la justicia, locura para la inteligencia, consuelo para nosotros, los deudores. La deuda de existir, la deuda de ser amados, sólo se paga con la misericordia. Así pues, que sea la misericordia la que guíe nuestros pasos, la que inspire nuestras reformas, la que ilumine nuestras decisiones. Que sea el soporte maestro de nuestro trabajo. Que sea la que nos enseñe cuándo hemos de ir adelante y cuándo debemos dar un paso atrás. Que sea la que nos haga ver la pequeñez de nuestros actos en el gran plan de salvación de Dios y en la majestuosidad y el misterio de su obra». (21-12-2015)
Es necesario practicar el bien, ¿pero qué bien? Todos los bienes juntos, es decir todas las virtudes cristianas, porque para ser verdaderamente santo es necesario tomar al santo de los santos como modelo y llegar a ser semejantes a él. Semejanza que comienza en la tierra, donde será simplemente imaginaria, y cuando Dios dice que quiere nuestra santificación, es como si dijera que quiere encontrar en nosotros las perfecciones de su hijo, que seamos en cierto modo, en la medida que lo permite la debilidad humana, revestidos de Jesucristo, como dice el apóstol, que sigamos a Jesucristo en todos sus caminos, que juzguemos todas las cosas como él las ha juzgado, que amemos lo que él ha amado, que despreciemos lo que él ha odiado, en una palabra, que todos nuestros pensamientos sean conformes a los suyos y que seamos su imagen viva. (Sermón nº 575, sobre la perfección, 1839)
Amar como Jesús amó – Padre Zezinho
Un día una niñita se acercó,mirándome a los ojos sonrió.Traía en la mano el lápiz y el papel,tarea escolar para cumplir.Y preguntó sonriendo muy graciosa:¿Qué es preciso para ser feliz?Amar como Jesús amó,soñar como Jesús soñópensar como Jesús pensó,vivir como vivió Jesús.Sentir lo que Jesús sentía,sonreír como Jesús sonreíay al llegar al fin del díasé que dormiría mucho más feliz.Oyendo lo que hablé ella me miró,y dijo que era lindo lo que hablé.Pidió que repitiera por favor,que no dijera todo de una vez;y preguntó con la misma sonrisa:¿Qué es preciso para ser feliz?Después que terminé de repetir,sus ojos no salían del papel.Mirándola feliz le sonreí,pedí, que por favor, fuera fiel.Y ella, con angélica sonrisa,se marchó tarareando así: