Mamá Antula – Santa Perpetua y Felicidad

Jeremías 7, 23-28
Salmo 94, 1-2. 6-9

En aquel tiempo Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo.
Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar.
La muchedumbre quedó admirada, pero algunos de ellos decían: Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios.
Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo.
Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra.
Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque –como ustedes dicen– yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul.
Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes?
Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces.
Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.

Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes.
El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.

“Había un grupo de personas que no lo querían y trataban siempre de interpretar las palabras de Jesús y también sus comportamientos, de forma distinta, contra Jesús. Algunos por envidia, otros por rigidez doctrinal, otros porque tenían miedo que vinieran los romanos y los masacraran. Por muchos motivos trataban de alejar la autoridad de Jesús del pueblo y también con la calumnia: “Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios”. Lo ponían delante de una trampa para ver si caía.

Por ello hay que saber discernir las situaciones: es decir, lo que viene de Dios y lo que viene del maligno que siempre trata de engañar, de hacernos elegir un camino equivocado. El cristiano no puede estar tranquilo con que todo va bien, debe discernir las cosas y mirar bien de dónde vienen y cuál es su raíz. En un camino de fe las tentaciones vuelven siempre, el mal espíritu no se cansa nunca.

Cuando el demonio ha sido expulsado tiene paciencia, espera para volver y si lo dejas entrar se cae en una situación peor. De hecho, antes se sabía que era el demonio que atormentaba. Después, el Maligno se ha escondido, viene con sus amigos muy educados, llama a la puerta, pide permiso, entra y convive con el hombre, su vida cotidiana y, juega y juega, da las instrucciones. Con esta modalidad educada el diablo convence para hacer las cosas con relativismo al tranquilizar la conciencia. Anestesiar la conciencia. Y esto es un gran mal. Cuando el mal espíritu consigue anestesiar la conciencia, se puede hablar de una verdadera victoria suya, se convierte en propietario de esa conciencia”. (Papa Francisco, 9 de octubre de 2015)


MÁXIMA
Jesús nos libra del mal


El demonio buscará con miles sugestiones pérfidas hacerles perder su divina vocación, haciéndoles concebir una alta idea de sus pobres talento. Te imaginarás que sería más fácil para ti elevarte a una condición más brillante, y enorgullecido por estas ilusiones, insensiblemente te disgustarás de tus deberes, te parecerán cada vez tanto más penosos cuando antes te parecían ligeros y dulces. (Instrucción sobre la vocación. Recueil p.86)

Quiero vivir la vida.
Que sepa gozar de todo.
Que no me venda a la falsa diversión.
Que busque la felicidad en mi interior,
que busque la felicidad.

Quiero apostar por grandes ideales,
que sepa que mi vida vale mucho más,
mucho más.
Que no me venda a la mediocridad.
Que busque servir y amar,
servir y amar.

Quiero acertar en mis elecciones:
Que sepa distinguir el bien y el mal.
Que no me venda a ser como los demás.
Que busque lo que vale la pena,
lo que vale la pena.

Quiero ser libre,
que sepa esclavizarme por amor.
Que no me venda al capricho ni a la pasión.
Que busque la libertad interior en ti, en ti.

Quiero apostar por grandes ideales,
que sepa que mi vida vale mucho más,
mucho más.
Que no me venda a la mediocridad,
que busque servir y amar, servir y amar.