Daniel 3, 25-26. 34-43Salmo 24, 4-9
En aquel tiempo se adelantó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?Jesús le respondió: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: «Señor, dame un plazo y te pagaré todo».El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: «Págame lo que me debes».El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: «Dame un plazo y te pagaré la deuda».Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.Este lo mandó llamar y le dijo: «¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?»E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos.
La preocupación de Pedro es cuantitativa y hace dos preguntas al Señor. Primero pregunta: “¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?” (v. 21). Pero intuye que el Señor tiene algo más que decir al respecto, y de allí que inmediatamente después formule la segunda pregunta: “¿Hasta siete veces?” (v. 21).El Maestro procede a contar una parábola que da por sentada la cultura esclavista en la que entonces vivían sus oyentes… Lo que desconcierta de la parábola es que el siervo perdonado por la misericordia de su señor, no es capaz de mostrar misericordia y perdonar la deuda de su consiervo que es miles de veces inferior a la deuda que le ha sido perdonada a él. Al enterarse del acto mezquino y ajeno a toda consideración de este siervo, el señor con toda razón le pregunta: “¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?” (v. 33). El señor esperaba actos de misericordia por parte del siervo a quien había perdonado, y no actos de condenación. Esperaba que el siervo a quien él perdonó, a su vez también perdonara a su consiervo.También nuestro Señor nos demanda misericordia a nosotros y a nosotras. Dios el Padre nos perdonó en Jesucristo y nos restituyó a la plena libertad. Esta acción, según la parábola, debiera generar en nosotros y en nosotras capacidad y disposición para realizar acciones liberadoras estimuladas por la misericordia. Acciones de perdón sin mediar las especulaciones de orden cuantitativo que surgen en el corazón del hombre por intolerancia o mezquindad. No estamos viviendo un tiempo de juicio intolerante, sino de gracia indulgente. La deuda que nos calificaba como esclavos nos ha sido perdonada por el sacrificio de Jesucristo. Este sacrificio debiera garantizar que, de aquí en más, sólo realicemos actos rebosantes de humanidad, respeto y perdón.
MAXIMAPerdona siempre.
Tu carta me ha causado alegría. El mejor medio que uno tiene para obtener el perdón de sus defectos y corregirse es reconocerlos. Como te dije en Rennes, me parece que tu tono es algo duro, hiriente, y bastantes personas se quejan de ello. Ya sabía que el H. Donato, en particular, había sido tratado mal de palabra por ti. No obstante, no me ha planteado ninguna queja contra ti. Me admira la dulzura y paciencia de ese buen Hermano. Espero, querido hijo, que aprovecharás de tus faltas para hacer unos compromisos saludables, y que en adelante no te ocurrirá nada parecido.” (Al H. Maximiliano, 16 de junio de 1850)
Perdónanos, Señor,si venimos a tu altary decimos que te amamossin amar a los demás.Perdónanos, Señor,nuestra falta de humildad,nuestra falta de servicioy por no ser signos de paz.Perdónanos, Señor,por juzgar a los demás,cuando abrimos nuestros labiosy sólo brota la maldad.Perdónanos, Señor,cuando el odio puede másy buscamos la venganzaantes que la caridad.Perdónanos, Señor, hemos fallado.Te pedimos, cambia nuestro corazón,porque sólo con tu Espíritu podremoshacer vida tu mandato del amor.Nos pides perdonar pues, perdonando,sólo así el perdón podemos alcanzar.Es por eso, nuestro Dios,hoy te rogamos,nos bendigas con el don de perdonar.Perdónanos, Señor,por dejarnos arrastrarpor la ira y lastimamosa los que queremos más.Perdónanos, Señor,nuestra falta de bondad,nuestra falta de paciencia,comprensión y caridad.Perdónanos, Señor,si vivimos sin actuar,por dejar abandonadosa los que sufren soledad.Por no ver que estás ahíen los que no tienen pan,por ser tan indiferentesen toda la caridad.Perdónanos, Señor,porque toca nuestra fe,por dudar de tu Palabra,por dudar de tu poder.Perdónanos, Señor,por nuestra inconformidad,por no ser agradecidospor la vida que nos das.