San Benito de Milán

Isaías 65, 17-21
Salmo 29, 2. 4-6. 11-13

Transcurridos los dos días, Jesús partió hacia Galilea. El mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo. Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta.
Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaúm. Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo.
Jesús le dijo: Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen.
El funcionario le respondió: Señor, baja antes que mi hijo se muera.
Vuelve a tu casa, tu hijo vive, le dijo Jesús.
El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino.
Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y la anunciaron que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora se había sentido mejor. Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre, le respondieron. El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: “Tu hijo vive”. Y entonces creyó él y toda su familia.
Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

La expulsión de los mercaderes del Templo (Jn 2, 13-25) debió tener mucha repercusión. La noticia llegó hasta la lejana y pobre provincia de Galilea. Y allí le gustó a la gente el gesto de Jesús. Los galileos no eran piadosos y estaban hartos de poden centralizador de Jerusalén, con su poderoso Templo, su nobleza laica (los ancianos) y sobre todo su solemne nobleza sacerdotal. Así se entiende que recibieran bien a Jesús.

Lo primero que hace Jesús al volver a Galilea, es dar vida a un niño que estaba en peligro inminente de muerte. El relato termina diciendo que este fue el segundo “signo” que hizo Jesús. Un “signo” es una realidad que remite a otra y, de esta forma, la sugiere. El Evangelio de Juan dice que Jesús hizo estos “signos” para que creamos que Jesús es hijo de Dios, y, creyendo eso, tengamos vida (Jn 20,31). Dar vida remite a creer que en Jesús está presente Dios. Y eso resulta creíble en la medida que damos vida.

Jesús da vida al hijo de un “funcionario” del rey que entonces mandaba en Galilea, Herodes Antipas, un tipo indeseable, que mató a Juan Bautista (Mc 6,17-28), que quiso detener a Jesús (Lc 13.31) y se burló de él en la Pasión (Lc 23,6-12). Pero Jesús da vida a todos, sin tener en cuenta la vida o las convicciones que cada uno tiene. He aquí el “signo” más claro de que en Jesús está presente Dios.


MÁXIMA
Aumenta, Señor, mi fe


“¡Oh, Dios mío, ¡si tuviéramos fe! ¡Esa fe viva, esa fe animada que penetra y que casi entiende los misterios celestes! ¡Esa fe que ve la aurora del día eterno! ¡La fe de Abraham! – ¡Oh, Dios mío, ¡concédeme esa fe!”  (Memorial 86)

Creer en ti señor
no es sólo la palabra vocación,
es desgastarse entre los hombres por amor.
Creer en ti es mucho más
que llevar tu nombre en mi voz,
es permitir que sea tu gracia
quien viva en mi corazón.
Creer en ti no es sólo pedir
por el pecador,
es el abrir mis brazos pronto al perdón.
Creer en ti no bastará
para cambiar la situación,
es transformarse en hombre nuevo
y anunciar la salvación.

Por eso, yo quiero creer en ti,
quiero que me sanes,
que me transformes,
me hagas feliz.
Yo te doy mi vida,
tú me das la mano,
y así es como siempre
yo te quiero amar.
Por eso yo quiero creer en ti,
seas tú mi esperanza,
mi fortaleza, mi plenitud.
Yo te doy mi vida,
tú me das la mano y así juntos
siempre hasta la eternidad.

Creer en ti señor
no es signo de debilidad,
es la confianza de que un día volverás.
Creer en ti no es el refugio
de quien vive en soledad,
es plenitud de vida nueva
de vida en comunidad.
Creer en ti señor
no es sólo para el mundo pedir paz,
es trabajar para que sea realidad.
Creer en ti no me asegura
que no pueda yo fallar,
más en ti he puesto mi esperanza
y me puedo levantar.
Y por eso yo quiero creer en ti,
quiero que me sanes,
que me transformes me hagas feliz.
Yo te doy mi vida,
tú me das la mano,
y así es como siempre
yo te quiero amar.