Daniel 13, 1-9. 15-17. 19-30Salmo 22, 1-6
Jesús fue al monte de los Olivos.Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.Como insistían, se enderezó y les dijo: El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra. E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?Ella le respondió: Nadie, Señor.Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante.
El episodio es indignante sobre todo en nuestra cultura actual, cuando propugnamos la igualdad de dignidad y derechos entre el hombre y la mujer. Los acusadores basan su acusación en la Ley de Moisés, que dice: “Si uno comente adulterio con la mujer de su prójimo, los dos adúlteros son reos de muerte” (Lev 20,10; Deut 22,22). Pero, a juicio de los “doctos” y “observantes”, quien merecía la muerte era solamente la mujer. ¿Y el que adulteró con ella? Esta evidente injusticia tiene sus raíces en la diferenciación de sexos. El problema se plantea desde el momento que la herencia biológica se constituyó en diferencia radical de derecho y en desigualdad. Una diferencia que las tradiciones religiosas han aumentado hasta el abuso, la opresión y la violencia en todas sus formas.Jesús no condena la mujer. Jesús despenaliza el adulterio. Y lo más fuerte: Jesús desenmascara a los “profesionales de la religión”, un colectivo en el que abundan los censores sin piedad cuando se trata de los delitos y pecados de los demás, al tiempo que ocultan, no pocas veces, esos mismo pecados y delitos cuando los comenten los dirigentes religiosos. Esto pasaba en tiempos de Jesús. Y sigue pasando ahora. Una mentalidad a la que se enfrenta el Papa Francisco.
MÁXIMATodos necesitamos del perdón
Digo esto a muchos de ustedes que se imaginan, quizás, irreprochables porque su conducta exterior es regular, en apariencia, pero que, sin embargo, en realidad, pierden insensiblemente el espíritu de su estado, al perder una tras otra todas las virtudes que le son propias. De modo que, en ellos, no hay ya humildad, ni obediencia, ni abandono cordial con los Superiores, sino murmuraciones y quejas secretas. Su lenguaje será edificante, evitarán faltas groseras y escandalosas, harán observaciones y echarán en cara, muy justamente, a los otros las menores faltas a la Regla; pero ellos mismos se permitirán una multitud de cosas que ella condena. No tendrán ningún escrúpulo, por ejemplo, en faltar habitualmente a la caridad, es decir, violar el primero y más grande de los preceptos, no una ley escrita por mano de hombres, sino la ley divina del santo evangelio de Jesucristo. (S VII p. 2262-2263)
Que es lo que me pasa, no encuentro la paz.Ya nada me alcanza, vivo en soledad.Todo se lo he dado al mejor postory yo me he quedado, sola y sin amor.Como terminar con este dolor,cuál es la receta, quien me da el perdón.Desde donde miro, no sé donde voy.Luz de la esperanza que se apagó.Pero entonces siento, paz y libertad,mis ojos se abren, empiezo a sanar.Yo no sabía lo que era estar así:Sentirme querida y tan cerca de Ti.Penas y tristezas apagó el amor,soledad y odio la esperanza desterró.Se acabó la noche, ya salió el sol.Vida en abundancia que me transformó.Te entrego mi vida porque soy feliz.Ven por mis heridas, entra por ahí.Estaba en el suelo y ahora estoy de pie.Seguiré tus pasos, Jesús de Nazareth.Desde entonces siento paz y libertad.Mis ojos se abren, empiezo a sanar.Yo no sabía lo que era estar así:Sentirme querida y tan cerca de Ti.