CRUZ

No puedo estar edificado con la carta del 6 de este mes. Me ha causado pena, sin duda tú tienes que sufrir y sufrirás más, pero un religioso cuando tiene que sufrir, ¿qué debe decir? Y, ¿qué dice? Viva la cruz. No murmura contra nadie, ni incluso contra los que se muestran injustos con él, y siempre está disponible para ir donde le envíen los superiores para mayor gloria de Dios. Por lo demás te engañas sobre Bubry. Es una parroquia excelente y estarás allí, si Dios quiere, con un Rector que es oro. (Al Hno Felicien 1844)

Jesucristo, Jesucristo,
Jesuscristo, ¡yo estoy aquí!

Miro al cielo y veo una nube blanca que está pasando.
Miro a la Tierra y veo una multitud que está caminando.
Como esa nube blanca, esa gente no sabe a dónde va.
¿Quién les podrá decir: el camino cierto es nuestro Señor?

Toda esa multitud en el pecho lleva el amor y paz.
Y, a pesar de todo, la esperanza aumenta más.
Mirando la flor que nace en el suelo de aquel que tiene amor,
miro al cielo y siento aumentar la fe en mi Salvador.

En cada esquina veo el mirar perdido de un hermano,
en busca del mismo viento, una misma fe, viene caminando.
Es mi deseo ver aumentando siempre esa procesión,
para que todos canten en una voz esta oración.

Antífona 1
Entro en el silencio y permanezco en paz al pie de la cruz. ¡Salve cruz, única esperanza!

Salmo 39
El justo espera en el Señor

Yo esperaba con ansia al Señor; 
él se inclinó y escuchó mi grito: 

me levantó de la fosa fatal, 
de la charca fangosa; 
afianzó mis pies sobre roca, 
y aseguró mis pasos; 

me puso en la boca un cántico nuevo, 
un himno a nuestro Dios. 
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos 
y confiaron en el Señor. 

Dichoso el hombre que ha puesto 
su confianza en el Señor, 
y no acude a los idólatras, 
que se extravían con engaños. 

Cuántas maravillas has hecho, 
Señor, Dios mío, 
cuántos planes en favor nuestro; 
nadie se te puede comparar. 
Intento proclamarlas, decirlas, 
pero superan todo número. 

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, 
y, en cambio, me abriste el oído; 
no pides sacrificio expiatorio, 
entonces yo digo: «Aquí estoy 
-como está escrito en mi libro- 
para hacer tu voluntad». 

Dios mío, lo quiero, 
y llevo tu ley en las entrañas. 

He proclamado tu salvación 
ante la gran asamblea; 
no he cerrado los labios: 
Señor, tú lo sabes. 

No me he guardado en el pecho tu defensa, 
he contado tu fidelidad y tu salvación, 
no he negado tu misericordia y tu lealtad 
ante la gran asamblea. 

Tú, Señor, no me cierres tus entrañas, 
que tu misericordia y tu lealtad 
me guarden siempre, 
porque me cercan desgracias sin cuento. 

Se me echan encima mis culpas, 
y no puedo huir; 
son más que los pelos de mi cabeza, 
y me falta el valor. 

Señor, dígnate librarme; 
Señor, date prisa en socorrerme. 

Alégrense y gocen contigo 
todos los que te buscan; 
digan siempre: «Grande es el Señor» 
los que desean tu salvación. 

Yo soy pobre y desgraciado, 
pero el Señor cuida de mí; 
tú eres mi auxilio y mi liberación: 
Dios mío, no tardes.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1
Entro en el silencio y permanezco en paz al pie de la cruz. ¡Salve cruz, única esperanza!


Antífona 2
Aplícate, sobre todo en la meditación, a animarte en el amor a la cruz al recordar los ejemplos de Jesucristo.

Salmo 37
Señor, no me corrijas con ira

Señor, no me corrijas con ira, 
no me castigues con cólera; 
tus flechas se me han clavado, 
tu mano pesa sobre mí; 

no hay parte ilesa en mi carne 
a causa de tu furor, 
no tienen descanso mis huesos 
a causa de mis pecados; 

mis culpas sobrepasan mi cabeza, 
son un peso superior a mis fuerzas; 
mis llagas están podridas y supuran 
por causa de mi insensatez; 
voy encorvado y encogido, 
todo el día camino sombrío. 

Tengo las espaldas ardiendo, 
no hay parte ilesa en mi carne; 
estoy agotado, deshecho del todo; 
rujo con más fuerza que un león. 

Señor mío, 
todas mis ansias están en tu presencia, 
no se te ocultan mis gemidos; 
siento palpitar mi corazón, 
me abandonan las fuerzas, 
y me falta hasta la luz de los ojos. 

Mis amigos y compañeros 
se alejan de mí, 
mis parientes se quedan a distancia; 
me tienden lazos 
los que atentan contra mí, 
los que desean mi daño 
me amenazan de muerte, 
todo el día murmuran traiciones. 

Pero yo, como un sordo, no oigo; 
como un mudo no abro la boca; 
soy como uno que no oye 
y no puede replicar. 

En ti, Señor, espero, 
y tú me escucharás, Señor, Dios mío; 
esto pido: 
que no se alegren por mi causa, 
que, cuando resbale mi pie, 
no canten triunfo. 

Porque yo estoy a punto de caer, 
y mi pena no se aparta de mí: 
yo confieso mi culpa, 
me aflige mi pecado. 

Mis enemigos mortales son poderosos, 
son muchos 
los que me aborrecen sin razón, 
los que me pagan males por bienes, 
los que me atacan 
cuando procuro el bien. 

No me abandones, Señor; 
Dios mío, no te quedes lejos; 
ven aprisa a socorrerme, 
Señor mío, mi salvación.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2
Aplícate, sobre todo en la meditación, a animarte en el amor a la cruz al recordar los ejemplos de Jesucristo


La gran ilusión de las personas, incluso de las más piadosos, es la de buscar en este mundo una posición en la que no haya nada que sufrir, parecido a esos enfermos que dan vueltas continuamente en su cama, porque se imaginan que van a estar mejor cuando estén de otro lado.
Un verdadero cristiano, por el contrario, y con mayor razón un religioso no desea más que cumplir la voluntad de Dios, y en lugar de irritarse y desanimarse ante la cruz, la abraza con amor y se alegra tanto más cuanto mayor es su semejanza con Jesucristo, cuya vida ha sido dolorosa. Con tal de estar en el orden de la Providencia, allí donde es seguro que Dios te quiere, puesto que los superiores te han colocado allí, estate contento y no pidas nada más.
Medita estas reflexiones al pie de tu crucifijo. La paz volverá en seguida a tu alma demasiado turbada e inquieta. (Al Hno Ives 1833)

Sugerencia: tomarnos unos minutos y rezar con las palabras de JMLM. Podemos repetir una frase. Expresar el desafío que genera en mí.

Antífona
Haz todo y sufre todo con la mirada en Dios y entonces, la gracia, la paz y la alegría del Espíritu habitarán en ti.

Maravillas hizo en mí.
Mi alma canta de gozo
pues al ver mi pequeñez
se detuvieron sus ojos.
Y el que es santo y poderoso
hoy aguarda por mi sí.
Mi alma canta de gozo.
Maravillas hizo en mí.

Maravillas hizo en mí.
Del alma brota mi canto.
El Señor me ha amado
más que a los lirios del campo.
Por el Espíritu Santo
Él habita hoy en mí.
No cese nunca mi canto.

Antífona
Haz todo y sufre todo con la mirada en Dios y entonces, la gracia, la paz y la alegría del Espíritu habitarán en ti.

A cada intención respondemos:

Jesucristo crucificado, óyenos.

-. Para que la paz y la justicia reinen en el Cono Sur.

-. Para que la verdad y la libertad sean claves de relaciones humanas.

-. Para que la fraternidad sea un valor que cuide la diferencia.

-. Para que el amor solidario nos haga poner al otro en primer lugar.

-. Para que la equidad sea un valor hacia el que caminemos en nuestra nación.

-. Para que la mesa redonda del reino no sea solo una utopía, sino una experiencia que hermane.

Padre Dios, que se haga tu voluntad, es lo que debemos decir en todo momento y de un modo especial cuando te plazca que suframos y lloremos; así bendeciremos en todo momento la Providencia y cantaremos el cántico de acción de gracias que los ángeles repiten eternamente delante del trono del Cordero. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.