CRUZ

Lo que es cierto es que el mejor de todos los remedios es reposar dulcemente nuestra voluntad en la voluntad de Dios que no piensa sobre nosotros más que pensamientos de paz, que no medita sobre nuestro miserable corazón más que meditaciones de amor. ¿No estás de acuerdo conmigo, señor doctor, y no aconsejas a tu amigo enfermo que no pierda ni una sola gota de este cáliz amargo que la mano de Dios le presenta? Ojalá pueda tragarle hasta las heces y no me canse de adorar y bendecir a esta Providencia llena de misericordia y que quiere enriquecerme con todos los tesoros de la cruz (a Brute de Remur 1807).

Señor, que puedas encontrar en nosotros
todas las perfecciones de tu Hijo,
que seamos,
en la medida que nos lo permit
la humana debilidad,
revestidos de Jesucristo,
que sigamos a Cristo en todos sus caminos,
que juzguemos todas las cosas
como Él las juzga,
que amemos lo que Él ama,
que despreciemos lo que él desprecia,
que todos nuestros pensamientos
sean conformes a sus pensamientos
y que seamos su imagen viva. (JMLM)

Jesús, querido hermano,
te venden en medallitas
en nuevos circos romanos
o detrás de presidentes,
o te visten de jeans con fusil,
o usan tu nombre para matar gente.

Jesús, querido hermano mío
¿Qué te ha pasado?
Te sujetaron fuerte a una cruz
y después te olvidaron
y como vos eras tan bueno
te dijeron «seguí en el cielo»,
«inmortal es tu vida»,
«te adoramos señor»
¡Cuánto habrás llorado solo, solo!
pero te hemos esperado,
Y te hemos buscado
y te hemos seguido
y te hemos creído
y te encontramos,
te encontramos en
los ojos del que espera
en la sonrisa del loco
en las arrugas de un anciano
y en el dolor del que está solo.
En los tumbos del borracho
en dos cuerpos que se juntan
en las manitas de quien nace
y en las rodillas de quien reza.

En las canciones populares
y hasta en el hambre
de quien tiene hambre
Y fue como si hubiéramos vuelto a ver
luego de mil años,
fue como descubrir
en este espeso bosque
el sendero perdido,
el sendero perdido
fue como cuando la lluvia
de repente en verano retorna a la tierra
fue como un día de paz
primer de día de paz terminada la guerra,
fue como cuando está oscuro
y se enciende la luz
y se enciende la luz.

Jesús, querido hermano reencontrado
quédate aquí para siempre
que cantamos juntos,
que cantamos juntos
la gloria de estar vivos
que cantamos tus inmensas palabras:
ama a tu prójimo como a ti mismo.

Antífona 1
Adiós de nuevo, reza por tu amigo, ponme en tu patena, al pie de la cruz. Qué bien se está allí.

Salmo 21
Dios mío, Dios mío

Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado? 
A pesar de mis gritos, 
mi oración no te alcanza. 
Dios mío, de día te grito, 
y no respondes; 
de noche, y no me haces caso; 
aunque tú habitas en el santuario, 
esperanza de Israel. 

En ti confiaban nuestros padres; 
confiaban, y los ponías a salvo; 
a ti gritaban, y quedaban libres; 
en ti confiaban, y no los defraudaste. 

Pero yo soy un gusano, no un hombre, 
vergüenza de la gente, 
desprecio del pueblo; 
al verme, se burlan de mí, 
hacen visajes, menean la cabeza: 
«acudió al Señor, que lo ponga a salvo; 
que lo libre si tanto lo quiere». 

Tú eres quien me sacó del vientre, 
me tenías confiado 
en los pechos de mi madre; 
desde el seno pasé a tus manos, 
desde el vientre materno tú eres mi Dios. 
No te quedes lejos, 
que el peligro está cerca 
y nadie me socorre. 

Me acorrala un tropel de novillos, 
me cercan toros de Basán; 
abren contra mí las fauces 
leones que descuartizan y rugen. 

Estoy como agua derramada, 
tengo los huesos descoyuntados; 
mi corazón, como cera, 
se derrite en mis entrañas; 

mi garganta está seca como una teja, 
la lengua se me pega al paladar; 
me aprietas contra el polvo de la muerte. 

Me acorrala una jauría de mastines, 
me cerca una banda de malhechores; 
me taladran las manos y los pies, 
puedo contar mis huesos. 

Ellos me miran triunfantes, 
se reparten mi ropa, 
echan a suerte mi túnica. 

Pero tú, Señor, no te quedes lejos; 
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. 
Líbrame de la espada, 
y a mí única vida de la garra del mastín; 
sálvame de las fauces del león; 
a éste pobre, de los cuernos del búfalo. 

Contaré tu fama a mis hermanos, 
en medio de la asamblea te alabaré.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1
Adiós de nuevo, reza por tu amigo, ponme en tu patena, al pie de la cruz. ¡Qué bien se está allí!


Antífona 2
Mi alma está llena de angustias. A cualquier parte que dirija mi mirada, siento que las espinas desgarran mi cabeza.

Salmo 108
Señor, mi Dios, ayúdame

Oh Dios a quien alabo, no guardes silencio, 
pues la boca maligna 
y la boca impostora se abren contra mí. 
Me hablan con una lengua mentirosa, 
me rodean palabras de odio, 
me atacan sin motivo. 
¡En pago a mi amistad me acusan 
y yo, tan solo oro! 
Me devuelven mal por bien 
y odio, por mi amistad. 

Pero tú, Señor, 
actúa para mí en honor a tu nombre, 
sálvame, pues es tan bueno tu amor. 
Porque soy pobre y desdichado, 
herido está mi corazón dentro de mí, 
me voy como la sombra que declina, 
como langosta arrastrada por el viento. 
De tanto ayuno flaquean mis rodillas 
y mi cuerpo, sin grasa, ha enflaquecido; 
soy un pretexto para sus insultos, 
cuando me ven, menean la cabeza. 

Señor, mi Dios, ayúdame, 
sálvame, tú que eres bueno: 
y que sepan que allí está tu mano, 
que eres tú, Señor, quien hizo eso. 
Si ellos maldicen, tú bendecirás: 
mis adversarios serán confundidos 
y tu servidor se alegrará. 
¡Que se cubran de infamia mis acusadores, 
envueltos en su vergüenza como de un manto! 

Por mi boca al Señor doy muchas gracias 
y alabanzas en medio de la muchedumbre, 
pues se puso a la derecha del pobre 
para salvar su vida de sus jueces.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2
Mi alma está llena de angustias. A cualquier parte que dirija mi mirada, siento que las espinas desgarran mi cabeza.


Me encanta que el Señor te dé un profundo sentimiento de tu nada y de tus miserias. Esto es tanto más bueno cuanto más doloroso. Quiero decir, hija mía, que el malestar que un alma experimenta al considerar sus infidelidades pasadas, con tal de hacerlo con calma y mezclado con confianza, es un poderoso medio de salvación y de perfección.
Sí, querida hija, es una desgracia haber ofendido a Dios y lo que debe confundirnos es que después de habernos hecho tan indignos de su gracia, se digne derramarlas de nuevo sobre nosotros y contarnos entre el número de sus hijos.
Tanta bondad por su parte, tanta ingratitud por la nuestra, ¿no es, querida hija, algo prodigioso? ¿Qué le hemos hecho para que nos ame así? ¿Qué hay en nosotros que merezca atraer su mirada y su misericordia? Nada, querida hija, pero quiere vernos cubiertos con la sangre de su hijo y es a Jesucristo a quien ama en los pobres pecadores que se presentan ante Él como sus miembros y no haciendo más que uno con aquél en quien has puesto toda su complacencia.
Te pido, mi querida hija, que consideres los dolores, las llagas, la corona de espinas de Jesucristo como causados por tus pecados. El lleva el peso y la pena, está cargado con la cruz, y tú, querida hija, estás liberada de ese peso inmenso, estás asociada a sus méritos y a su gloria, a su triunfo, y dentro de poco te va a llamar a su reino para hacerte participar de su dicha. Húndete, querida hija, en el reconocimiento, nunca lo haremos suficientemente. (Carta a Amable Chenu 1816)

Sugerencia: tomarnos unos minutos y rezar con las palabras de JMLM. Podemos repetir una frase. Compartir una imagen. Expresar el desafío que me genera.

Antífona
Nada de lamentarme, pienso en la corona con la que Jesucristo ha querido cubrir su cabeza.

Bendito es nuestro Dios
porque ha venido a redimir
a su pueblo con amor.

Él nos envió al poderoso salvador,
Jesucristo el Señor
y así nos concedió ser libres del temor
al rescatarnos del poder del mal
a fin de servir con justicia y santidad
y hacer su perfecta voluntad
/Amén y amén/ (bis)

Antífona
Nada de lamentarme, pienso en la corona con la que Jesucristo ha querido cubrir su cabeza.

A cada intención respondemos:

Que venga a nosotros tu reino, Señor

-. Como fruto de tu cruz, que la paz reine en nuestras naciones.

-. Como fruto de tu cruz, que la justicia marque nuestro estilo de relaciones.

-. Como fruto de tu cruz, que la equidad rija la distribución de bienes.

-. Como fruto de tu cruz, que la libertad impere en cada uno.

-. Como fruto de tu cruz, que la verdad sea la trama que enlace nuestras palabras.

-. Como fruto de tu cruz, que la mesa común del reino comience aquí.

Padre Dios, que se haga tu voluntad, es lo que debemos decir en todo momento y de un modo especial cuando te plazca que suframos y lloremos; así bendeciremos en todo momento la Providencia y cantaremos el cántico de acción de gracias que los ángeles repiten eternamente delante del trono del Cordero. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.