Jueves de la 5º semana de Cuaresma

Génesis 17, 1-9
Salmo 104, 4-9

Jesús dijo a los judíos: Les aseguro que el que es fiel a mi palabra, no morirá jamás.
Los judíos le dijeron: Ahora sí estamos seguros de que estás endemoniado. Abraham murió, los profetas también, y tú dices: “El que es fiel a mi palabra, no morirá jamás”. ¿Acaso eres más grande que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?
Jesús respondió: Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. Es mi Padre el que me glorifica, el mismo al que ustedes llaman nuestro Dios, y al que, sin embargo, no conocen. Yo lo conozco y si dijera: No lo conozco, sería, como ustedes, un mentiroso. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra.
Abraham, el padre de ustedes, se estremeció de gozo, esperando ver mi Día: lo vio y se llenó de alegría.
Los judíos le dijeron: no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham?
Jesús respondió: Les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy.
Entonces tomaron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del Templo.


Jesús vuelve a presentarse como Dios, al decir ‘Yo Soy’. Hay que saber que el nombre Yahvéh, (Yo soy) era considerado tan sagrado, que no se atrevían a pronunciarlo y en su lugar usaban otras palabras. Él, sin empacho, usa el ‘Yo Soy’, declarándose Dios. Eso para la mentalidad judía de la época era inconcebible y se entiende que su reacción fuera apedrearlo.

Además les dice, “el que es fiel a mi palabra, no morirá jamás”, arrogándose el poder supremo sobre la vida y la muerte. Ellos, en cambio, creían que se ganarían la vida eterna siendo fieles a la ley dada por Moisés y a centenares de normas inventadas después por los sacerdotes.

Este texto y los que leímos los días anteriores son como un diálogo de sordos, muy difícil de llegar a un acuerdo, porque las posturas son opuestas: Ellos lo ven como un simple charlatán, que no respeta las creencias del pueblo, que quiere tergiversar las escrituras y que, además, se cree Dios. ¡Una locura! ¿Qué haríamos nosotros hoy si alguien se presenta así?

Jesús fue un gran hombre, un ejemplo de vida, un líder que murió por sus ideales, un tipo que en pocos años cambió la historia, aquél de quien más se ha escrito en el mundo. Pero con eso no lo abarcamos, porque Jesús es más que eso: Él es el Hijo de Dios, nuestro Salvador, el Emanuel, el ‘Dios con nosotros’. ¿Creemos en Él?


MÁXIMA
Jesús es ‘Dios con nosotros’


Así pues, aunque Jesús haya subido hacia su Padre, no nos ha dejado huérfanos. Por un milagro
continuamente renovado, permanece realmente con nosotros todos los días, lleno de gracia y de verdad, según su promesa. No menos dichosos que sus discípulos, todos los días y en cada instante del día, podemos acercarnos para adorarlo, como si lo viésemos con nuestros propios ojos, para conversar familiarmente con Él como con un amigo, como con un hermano, títulos tan hermosos que se ha dignado tomar. (Sobre el Santísimo Sacramento) 

La luz de una estrella
hace la noche feliz
Una profecía
que se habría de cumplir.
Y nace, y nace,
un niño nace.

Era el esperado,
el que tenía que venir,
la luz de lo alto.
Es Dios mismo el que está aquí.
Y nace, y nace,
es Dios quien nace.

Es Jesús, Hijo de Dios,
que viene a darnos la paz.
Quien lo sigue con amor
su vida puede salvar.

Sus pies incansables
empiezan a caminar.
En pueblos y aldeas
los enfermos sanará.
Y sana, y sana,
es Dios quien sana.

Lo llaman maestro,
mucha gente va con él.
Tiene un don muy grande,
ama sin mirar a quien.
Y ama, y ama,
es Dios quien ama.

Pero algo cambia,
todo llega a su final.
Uno de los suyos
ya lo iba a traicionar.
Y sufre, y sufre,
es Dios quien sufre.

Como un delincuente
lo llevaron a juzgar.
Es crucificado
para podernos salvar.
Y salva, y salva,
es Dios quien salva.