Los tiempos son muy malos, pero se asusta demasiado la gente: hay que confiar en Dios y aprovechar las pruebas que nos envía para adquirir nuevos méritos; ¡ánimo, pues, y confianza! (Al H. Ligouri-Marie, 4 de julio de 1848)
Providencia, siempre buena,tan sabia, tan llena de piedad y amor para con tus pobres criaturas,te adoramos, te bendecimos,nos abandonamos en tus manos sin reserva.Haz de nosotros todo lo que quieras.Sólo deseamos cumplir tu voluntad en todo:en las humillaciones y en las grandezas,en la pobreza y en la riqueza,en la salud y en la enfermedad,en la vida y en la muerte.
En este tiempo de tantos cambios,donde parece que no hay caminos,cuando la noche cree que ha ganado,tu Voz sentencia: “Yo estoy contigo”Y aún seguimos perseverantes,queremos ser como centinelas,no claudicar las fidelidadesy estar despiertos cuando amanezca…Y aún seguimos en tu camino,Dios hecho hombre, maestro y guía,y aún vivimos tan convencidosque sólo el Reino es nuestra utopía.Y aún seguimos enamoradosde tu persona y de tu proyecto,y aún reímos y aún cantamos,tan obstinados de un mundo nuevo.En este tiempo de tanta ofertacon mil promesas de nuevos cielos,hay convicciones que no se entreganporque nacieron en los desiertos.Y te seguimos Jesús, hermano,tan despojado como una ofrenda,en el camino hacerse humanojunto a los pobres de nuestra tierra.En este tiempo de tanta mezcla,de libertades uniformadas,queremos ser una voz de alertala vida es plena si es entregada.Y aún seguimos en las fronterasdonde la vida es arrebatada,y con las víctimas del sistemaque hoy siguen siendo crucificadas.En este tiempo aún seguimosel Evangelio como proyectocon los maestros que desde antiguodieron su vida por este sueño.En comunión hermanas y hermanos,seremos una señal creíble,un testimonio que no han calladode que otro mundo siempre es posible.
Antífona 1:Por lo tanto, ¡ten buen ánimo y confianza, querido hijo!
Salmo 3Confianza en Dios en medio de la angustia
Señor, cuántos son mis enemigos, cuántos se levantan contra mí; cuántos dicen de mí: «ya no lo protege Dios». Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza. Si grito invocando al Señor, El me escucha desde su monte santo. Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene. No temeré al pueblo innumerable que acampa a mi alrededor. Levántate, Señor; sálvame, Dios mío: tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla, rompiste los dientes de los malvados. De ti, Señor, viene la salvación y la bendición sobre tu pueblo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1Por lo tanto, ¡ten buen ánimo y confianza, querido hijo!
Antífona 2¡Ánimo!, ten más valor y confianza, no en ti mismo sino en Dios: le pido que te acompañe y te bendiga.
Salmo 26Confianza ante el peligro
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne, ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen. Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me siento tranquilo. Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo. Él me protegerá en su tienda el día del peligro; me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca; y así levantaré la cabeza sobre el enemigo que me cerca; en su tienda sacrificaré sacrificios de aclamación: cantaré y tocaré para el Señor. Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme. Oigo en mi corazón: «Busquen mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación. Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá. Señor, enséñame tu camino, guíame por la senda llana, porque tengo enemigos. No me entregues a la saña de mi adversario, porque se levantan contra mí testigos falsos, que respiran violencia. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.
Sugerencia: recemos con el salmo. Volvamos a él. Sintámonos identificados con algunas de las expresiones del salmista y oremos desde ellas.
Veo con pena que tienes tendencia al desaliento: son cosas sin importancia. Te recomiendo expresamente que hagas todo lo que dependa de ti para reanimar tu confianza, que no debe fundamentarse en tus propios méritos, en tu capacidad y en tus luces naturales, sino en el mismo Dios que se complace en emplear los más despreciables y débiles instrumentos. Debes estar seguro de que Él no te abandonará, y debes considerar los pensamientos contrarios como una tentación muy peligrosa.” (Al H. Ambroise, 14 de diciembre de 1824)
AntífonaLa obra de Dios no depende de una persona u otra, no depende más que de Dios y en Él debemos poner toda nuestra confianza.Bendito es el Señor
Bendito es el Señor nuestro Diosque visita y redime a su pueblo.Su presencia está viva en nosotrossu promesa perdura en el tiempo.Él será salvador de los hombresnos libera de toda opresión,manteniendo vigente en nosotrosla palabra que él mismo nos dio.El Señor quiere vernos alegressin tristeza, ni pena o dolor,quiere hacer una tierra más justaque le sirva cantando su amorTú serás elegido el profetaque prepare el camino del Señor,proclamando que viene a salvarnosanunciando a los hombres perdón.Nacerá un nuevo sol en el cieloy su luz a nosotros vendrá.Guiará al que vive entre sombraspor un nuevo sendero de paz.
AntífonaLa obra de Dios no depende de una persona u otra, no depende más que de Dios y en Él debemos poner toda nuestra confianza.
A cada intención respondemos:
Señor, en tus manos ponemos nuestra vida.
-. En los momentos de noche y sin salida.
-. Cuando no entendemos lo que nos pides.
-. En las situaciones sin brillo y donde la tentación es huir.
-. En los momentos en los que nos sentimos solos y a la vera del camino.
-. Cuando el desaliento nos embarga.
-. En las situaciones de desconcierto por la presencia de la cruz.
Ten confianza en el Señor y sírvele con más alegría; considera como tentaciones muy peligrosas todos los pensamientos de desaliento que te vienen y que te producen tanto daño; nunca te entretengas en ellos voluntariamente, por el contrario, haz un sencillo acto de resignación a la voluntad de Dios y échate en su regazo, como un niño pequeño asustado lo hace en los brazos de su padre. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.